Cuando Ofelia llegó a la cocina se encontró con una escena que definitivamente no se esperó encontrar: Jim, su pequeño hermano, ya se encontraba en su rincón trabajando de manera muy juiciosa. Sus pequeñas manos en ese instante se movían sin mucha destreza sobre las zanahorias que pelaba junto a Dan. El corazón le dio un vuelco, sintiendo una combinación agridulce de orgullo y culpa arremolinándose en su pecho. La promesa de dormir juntos se había desvanecido como el rocío matutino, y ahora su hermano había tomado la iniciativa por cuenta propia de levantarse e ir a su lugar de trabajo, demostrando una madurez que la dejó sin aliento. Jim permanecía sentado junto a Dan, intentando mantener un gesto de disgusto como un pequeño soldado en su puesto de guardia. Le dolía que su hermana hubier