Ofelia no podía creer lo que estaba escuchando, las palabras todavía hacían eco en sus oídos mientras su mente intentaba procesar la realidad: ¿Se bañaría con el Rey Lobo? La simple idea la atravesó como si le hubiese caído un rayo. De tan solo pensarlo, una oleada de nervios invadió cada fibra de su ser, haciendo que su corazón comenzara a latir con tanta fuerza que podía escucharlo en sus oídos. Mientras tanto, Acaz se movía con una calma casi insultante hacia su lujosa tina de baño, como si la situación no fuera más que un acontecimiento cotidiano. —Los castigos nunca son sencillos —respondió él con una pequeña sonrisa que bailaba en sus labios, en ese momento, el rey Acaz tenía una expresión que dejaba entrever el placer que le causaba la situación. Era evidente que estaba disfrutando