Capitulo Ocho

1617 Words
Manson No hay nada más sencillo que aprender a entender las emociones de uno mismo, eso escuche decir en algún lugar; sin embargo, estoy seguro de que jamás o rara vez logran entender lo que sienten. Yo pasé por ello, no era capaz de entender lo que sentía, no era capaz de explicar todo lo que pasaba por mi mente. No obstante, los años de experiencia me han enseñado que de cualquier manera debo de enfrentar mis emociones al igual que mis miedos. No debo dejar que mi mente inestable gane. He aprendido que lo mejor es enfrentar las cosas, nunca huir de ellas. Quiero pensar que soy fuerte y valiente, quiero pensar que me parezco a Antonio porque si recuerdo al niño de hace años, él siempre huía. Ahora que estoy con esa hermosa mujer, sé que puedo ser capaz de enfrentarme a mis demonios. —¿Preparado? —cuestiona llamando mi atención. Ladeo el rostro encontrándome con los ojos azules grises de mi padrino. Ese hombre ha hecho tantas cosas por mí que siempre tendrá mi lealtad, a menos que haga algo que rompa nuestro vínculo, lo creo imposible. —Al mal tiempo darle prisa. Antonio sonríe tomando la carta. —Parece que te estuviera obligando. Sacudo la cabeza prestando atención a los movimientos de mi padrino. —No me gusta su familia. Quizás la decisión de casarme con ella sea la más apresurada que he hecho en mi vida, pero sé que vale la pena. Sin embargo, su familia no me agrada, son personas oportunistas que si tuvieran la oportunidad de matarme a penas me case con Emma lo harían para que ella heredara todo. —Ahí está el error. —Me señala dejando la carta a un lado—. Te guste o no al casarte con ella formarás parte de esa familia que odias. Quizás mantengas la distancia, pero si ella no quiere abandonarlos te verás a obligados a verles la cara. He pensado en ello. —Confío en que podré alejarla de ellos. Mi padrino me observa con el ceño fruncido. Con él no hay mucha necesidad de hablar. En esta ocasión su gesto me hace saber que no le gusta mi modo de expresarme. —¿Acaso te gustaría que ella te prohibiera ir a la clínica? Tenso cada músculo de mi cuerpo. No me gusta cuando Antonio me habla de esa forma, sobre todo no me gusta porque nunca dejaría de ir a la clínica, ella fue la razón por la que todos estos años me he mantenido de pie. Quiero suponer que mis cuidados podrán mejorarla algún día. —No. —Susurro de mala gana. Mi padrino asiente satisfecho. —Entonces no pienses en prohibirle que vea a su familia. El amor no prohíbe nada. Es difícil verlo desde ese punto cuando los recuerdos de mi niñez me invaden. Él le prohibía tantas cosas a ella. —¿Kimberly no te prohíbe nada? —cuestiono a modo de broma. —Puede que haya intentado hacerlo alguna vez, pero nunca dejaría de hacer lo que quiero o lo que me gusta porque me lo prohíba. La relación se basa en la confianza y la comunicación, si no están juntas nada va a funcionar. —¿A qué viene eso…? —cuestiono confundido. Estoy seguro de que Antonio ha soltado este pequeño discurso con una intención. Este hombre hace todo con intención, mide sus pasos y luego ataca. Es un león silencio que observa y luego hace sentir su presencia. —¿Ella sabe que vas a pedir su mano? —tenso mi cuerpo nuevamente al mismo tiempo que niego—. A ti te gustaría que ella hiciera algo en lo que no estás de acuerdo y te lo oculte. Llevo mi mano a la copa de agua buscando una forma de evadir mis pensamientos. Esto es lo que hace siempre que hablo con él, siempre logra poner en duda cada paso que doy. En lo único que no logra hacerme dudar es en mi trabajo, pero cuando se trata de mi vida soy demasiado débil. Todos los días lucho por enfrentarme a mis pensamientos débiles. —No. —Entonces espera cualquier reacción de su parte. Aprende que una relación se maneja por medio de valores, no por actos pasionales que, aunque son geniales con el tiempo, el jardín que no es regado se termina por marchitar. —Padrino… Pone su mano en mi brazo mirándome con esa sabiduría. ¿Cómo puede haber dos personas que se parecen y al mismo tiempo son tan diferentes? ¿Cómo pueden tener ideales diferentes si fueron criados por la misma mujer? —¿Qué piensas hacer cuando debas cumplir tu misión? Eso no se pregunta, nunca dejaría de lado mi deber por mis pasiones personales. En este caso estaría más que gustoso hacerlo, ese hombre es una escoria que tarde o temprano debe desaparecer. —Lo haré gustoso. —¿Qué le dirás…? —le doy mi silencio—. Mey, no eres mi hijo, pero te crie y al igual que quiero la felicidad para mis hijos, la quiero para ti. —Gracias, padrino. —No necesito que me des las gracias, lo que necesito es que consideres muy bien las consecuencias que traerán tus acciones no planeadas. En algún lugar escuché un refrán que dice: “hay que pensar para hacer y no hacer para pensar”. —Lo tendré en cuenta. Asiente acomodándose en su asiento tomando la posee de hombre de negocios. Con su cambio de actitud me doy por enterado de que los invitados están por llegar. La idea era hacer algo sencillo, pero a mi futuro suegro le gusta lo ostentoso, por lo que termine haciendo una reservación en uno de los restaurantes más caros de la ciudad, difíciles de acceder para personas como ellos. Llevo la mirada a los invitados, en la primera fila como cabeza de familia están los patriarcas de la familia quienes parecen que fueran de este círculo social. Son personas fáciles de impresionar. Charles junto a su esposa y su hija menor. Observo un poco atrás buscando a la persona que me importa. —Es más hermosa en persona. —Alaga mi padrino. —Tengo buen gusto. —Bromeó. En realidad, lo que quiero es calmar mis nervios, tengo miedo de la reacción que tenga cuando me vea. Antonio tenía razón, debí hablarlo con ella, espero no me lance la pasta en la cabeza y nos delate. —Eso debe ser un don de familia. —Suelta bebiendo un poco de agua. Continuo sin apartar la mirada de mi prometida. Lleva un vestido de horror. ¿En qué época vive? Es de esos vestidos largos que utilizaban los plebeyos en la época antigua. Quiero reír al descubrir su intención. Me siento alagado de que haga uso de su último recurso para evitar el compromiso con un extraño. Ella no entiende que poniéndose lo que se ponga su rostro angelical la hace ver hermosa. Aquel trapo ancho oculta su cuerpo delgado y como lo dije ella no es delgada porque sea su genética o cuide su cuerpo. Es delgada porque no se alimenta bien, lo he visto cuando salimos a comer. Lleva su cabello castaño, largo, suelto. A su lado hay una mujer quien parece ser su apoyo, estoy seguro de que es su hermana mayor. —Buenas noches. —Saluda Charles frente a nosotros. Me pongo de pie abotonando mi traje demostrando un respeto que no tengo hacia ellos. Agradezco los años de actuación que Antonio me entreno. —Bienvenidos. —Señalo el asiento frente a nosotros—. ¿Desean tomar algo? El hombre parece encantado con mi excesiva educación. —Muchas gracias, ella es mi esposa Edith. —Presenta para tomar asiento—. Ahora que estemos todos pedimos. Meneo la cabeza en aprobación. —Como deseen. La mujer me recorre de arriba abajo. —Encantada. Extiende la mano como si fuera una mujer de clase. Tomo su mano y me inclino dejando un beso en su mano. —El placer es todo mío, es usted una mujer muy hermosa. —Miento. Nos quedamos en silencio hasta que la pequeña se aclara la garganta esperando una presentación. Durante estas semanas me he dedicado a estudiar a la familia de mi bella pareja, pero más que todo me centre en el patriarca; sin embargo, puedo decir que la hermana menor es interesante, quizás si fuera un poco mayor, ella hubiera sido en quien me hubiese fijado. Una mujer para una noche, sensual. —Ella es mi hija, Aimée. —La menor del clan Briand. —Bienvenida. La pequeña me observa como si fuera un manjar, sus ojos son igual a los de su padre codiciosos, lo que me hace suponer que es de armas tomar. —Gracias. —Susurra encantada. Al contrario de su hermana, ella está muy bien vestida. Lleva un vestido rojo que resalta su pequeña figura, no es que tenga un cuerpo como los que estaba acostumbrado a ver. Además, a la pequeña aún le falta formarse un poco más. Sus labios son tan rojos como los manteles de la mesa. El cabello estoy seguro de que se lo ha pintado más de una vez. El caso es que se arregla como una persona adulta y por sus actitudes puedo decir que no es una mojigata, si tuviera otra edad y yo no estuviera enamorado de Emma, ella sería mi tipo. Hasta ahora descubro que me gusta lo natural. Emma es la personificación de lo natural. Rara vez la veo con maquillaje, su ropa es tan desaliñada, pero con estilo, su sonrisa, todo ella me encanta.
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