Prefacio
Dieciséis años atrás
Manson
Trato de esperar con paciencia a que llegue mi abogado, pero no funciona. Estoy impaciente, lo único que quiero es…
Mejor, ni lo pienso.
Necesito terminar con esto lo más pronto posible.
No pienso permitir que me siga viendo la cara de estúpido. Es que con tan solo pensarlo quiero acabar con todo lo que se me pone en el camino.
¿Cómo se atrevió hacerme esto?
Yo lo daba todo por ella, era mi luz.
¿Cómo una persona puede fingir tan bien?
—Buenas tardes, señor Richards. —Saluda mi abogado.
Levanto la mirada del vaso de café, vació centrándome en el hombre que se ha colocado frente a mí, por fin.
—¿Qué me tiene?
Voy directamente al grano, no tengo nada más que perder.
—No quiere firmar los papeles hasta que pueda hablar con usted.
Aprieto con fuerza mis manos queriendo romper cosas, pobre del vaso de café y pobre del café esparcido en la mesa.
¿Por qué hace eso?
¿Acaso no se cansa?
¿Qué quiere?
¿Dinero?
Lo siento por ella porque de mí no volverá a tener ni un solo centavo, no le pondré la vida en bandeja de plata. Es que aún no puedo creer lo idiota que he sido desde que la conocí, ahora todo tiene sentido.
—Entonces nos iremos a juicio. —Sentencio.
Tengo todas las de ganar.
El hombre me mira no muy de acuerdo, me importa una mierda lo que piense.
—¿No sería mejor que llegaran a un acuerdo?
¿Acuerdo?
—No le pienso dar ni un solo centavo.
Mi abogado asiente soltando un pesado suspiro.
—Como desee. —Mira la carta de pedido, luego levanta la mirada observándome—. Me pidió que le dijera que lo espera en la cafetería de siempre.
Termino de romper el vaso de café que había en mi mano ensuciando la mesa al igual que una parte mi traje. Mi cuerpo convulsiona de ira, todo lo que miro es distorsionado, lo único en lo que pienso es en matar.
Que bien sería matarla a ella, pero no puedo hacerlo porque además de ser una traidora no ha hecho nada malo en esta vida y yo no mato a personas que no son tan malas.
¿Por qué quiere seguir dañándome la vida?
Hoy más que nunca deseo que saque las garras y se convierta en una víbora para cortarle la cabeza.
—Gracias.
No pienso decirle al hombre que ella se quedara esperando toda la maldita vida en ese lugar. No hay acuerdo al que podamos llegar, no después de lo que me hizo.
—Cualquier cosa, avíseme.
El hombre desaparece de mi vista.
Mis manos continúan apretadas con tanta fuerza que de no ser porque siento una mano en mi hombro no me controlaría y terminaría acribillando a todos los presentes. Puede que exagere un poco, pero lo único que veo son personas de color rojo, eso sucede cuando no soy capaz de controlar mis emociones.
—¿Todo bien?
Cierro los ojos para volver a abrirlos al mismo tiempo que ladeo el rostro buscando a la dueña de esa voz.
—De maravilla. —Mi voz sale furiosa.
¿Por qué no me puedo controlar?
Ella no tiene la culpa de nada de lo que pasa con mi vida. Ella no me instó a casarme con una persona que tenía cara de ángel y termino siendo un demonio.
—Llegue en un mal momento.
Observo el hermoso rostro de Cris, es como ver una diosa de un mundo diferente. Su atributo más perfecto es su largo cabello n***o y liso, pero lo más maravilloso de ella es su sencillez como mujer, rara vez se ve eso.
No puedo negar que me sentí interesado por ella; sin embargo, las atracciones pasan sobre todo cuando empiezas a conocer a esa persona y entonces creas un vínculo afectivo, pero no cualquiera, uno muy especial.
Ella es mi hermana adoptiva.
—Para ti nunca es mal momento.
Sonríe tomando asiento frente a mí.
—¿Qué haces aquí? —observa la cafetería haciendo referencia al lugar.
Es la cafetería cerca de la universidad, en esa donde la garrapata era empleada cuando estudiaba. Aquellos tiempos, suelo venir aquí muy seguido, no muchos me conocen por estos lugares, lo cual es una ventaja para mí, debe ser esa la razón por la que me siento libre. No soy una persona importante, pero sí un poco conocida que debe saber esconderse.
Además, viene a reclamar mi título.
—Estaba hablando con mi abogado. —No suelo ser muy sincero con ella, pero hoy la ocasión lo amerita—. ¿Tú…?
Por un momento me observa con preocupación.
—¿Sucede algo…?
Niego, olvide que ella no sabía que tengo un abogado, en realidad, Cristal no sabe mucho de mi vida, nadie sabe mucho de mi vida a excepción de una persona que es consciente de todo.
—Todo en orden. —Tomo su mano tratando de calmarla, aunque sea yo quien deba mantener mis emociones a raya—. ¿Qué haces por estos rumbos…?
—Quiero especializarme un poco más, viene a investigar.
Asiento.
—¿Ya lo hiciste?
—Sí, ahora voy a una cita con Will. —Sonríe emocionada.
Espero que el idiota no lo arruine, no todos tienen la oportunidad de encontrar una mujer tan buena como lo es ella. Una mujer que sea cero, interesada, no se encuentra a la vuelta de la esquina.
—Suerte.
—¿Qué tienes?
No puedo evitar pensar en ella cuando veo la nobleza de Cris. Odio tener esto en mente, pero ambas o por lo menos ella me hizo creer que eran parecidas.
Cris es demasiado noble, ella hace del dolor del otro su propio sufrimiento, lo que hoy en día es difícil de encontrar, no todos tienen esa humanidad. Y ella también me hizo creer que era un alma noble.
Finjo una sonrisa divertida como la que siempre llevo en mí.
—¿Qué podría tener?
—No lo sé, dímelo tú. —Suelta aún preocupada.
—Solo estoy pensando en abrir mis alas.
—¿Te irás? —cuestiona entre triste y confundida.
¿Cómo puede cambiar de emociones tan rápido?
Yo no puedo hacerlo aun cuando quiero.
A pesar de tenerla tan cerca, a pesar de que mi hermana adoptiva cambia mi estado de ánimo, ahora no puedo dejar de lado mi molestia, esa que siento desde hace un par de semanas atrás.
—Es solo un pensamiento.
Un pensamiento muy seguro.
Antes de irme necesito dejar todo arreglado con la clínica, necesito acomodar mi horario, pero lo importante de todo es que necesito marcar mi distancia de este lugar.
Nos sumimos en un delicado silencio.
Este es mi defecto cuando estoy cabreado no hay tema que pueda seguir aun cuando esté con una de las personas que más confianza me genera.
—Vale, entonces te dejo.
Ella lo ha entendido.
—Nos vemos luego.
Sonríe iluminando sus ojos.
—Por supuesto que sí, hermano.
[…]
Luego de estar cerca de media hora sentado tratando de buscar una calma que no consigo decido que lo mejor es enfrentar las cosas de una vez, lo mejor es salir de esto lo más pronto posible.
Hoy será la última vez que la vea.
Me tomo mi tiempo para llegar a aquella cafetería.
Sé lo que está intentando hacer, quiere hacerme flaquear, pero se equivoca. No soy una persona que se doblega, no cuando la han herido como lo hizo ella.
¿Cómo pude dejarme engañar de esa manera?
¿Yo?
Manson Richards, el hombre de más confianza del Águila n***o, me dejé engañar por una mujer insignificante, una ambiciosa sin media, ella no era la mejor versión de su familia, ella fue lo peor.
—Viniste. —Susurra con esperanza en el tono de su voz cuando me he detenido frente a ella.
La observo con todo el odio de ser posible.
—Firma los papeles.
Niega.
—Primero, escúchame, cariño.
—¡No me llames cariño! —exclamo apartando su mano de mi brazo.
—Mey…
Eso me enfurece, no es digna de llamarme de esa forma.
—Terminemos con esto de una vez.
Sus ojos son como cascadas, pero no lo creo, es tan falsa.
¿Cuántas veces me engaño?
Seguro que cada vez que estaba de viaje terminaba de fiesta acostándose con quien se le antojaba. Es una desvergonzada, ¿Cómo fue capaz de llevarlo a la que fue nuestra casa?
—Solo escúchame. —Súplica.
Niego controlando mis ganas de estrangularla.
—No viene a escucharte, solo vine a decirte que quiero que desaparezcas de mi vida. Así que firma los papeles.
Hace algo que no esperaba.
Se arrodilla ante mí delante de todos, por sus ojos siguen cayendo lágrimas desesperadas, que de no saber que es una manipuladora ya habría caído. La gente a nuestro alrededor la ve como si fuera un bicho raro, pero a ella parece no importarle.
—¡Escúchame! —súplica en medio de su llanto falso—. Por favor.
Las miradas curiosas no se apartan de nosotros.
Sus manos van a mis piernas mientras sus sollozos sacuden su cuerpo al mismo tiempo que suplica porque no la abandone, porque la escuché. Por un momento estuve a punto de flaquear, pero de la nada vinieron las imágenes de ella desnuda al lado de otro hombre.
No quiero imaginar las posiciones en las que la hicieron en nuestra cama.
La irá de mi cuerpo ha sido liberada.
Aparto sus brazos con la suficiente fuerza que termino por lastimarla. Su trasero choca con el suelo, pero antes de caer por completo choca contra la mesa. Por la mirada de muchas personas mi acto no estuvo bien, y quiero creer que cuando se me pase el enojo no me sentiré culpable, pero es mentira.
El dolor en su mirada me hace plantearme tantas cosas; sin embargo, los hechos hablan por sí solos. Esperé que todos me fallaran menos la mujer a la que prometí amar para toda la vida, la mujer a la que prometí cuidar como un jardinero cuida su jardín.
—Firma los papeles. —Los lanzo a la mesa con tanto odio.
Sus ojos siguen derramando lágrimas, pero, al contrario de lo que hizo hace un momento, se pone de pie con la cabeza en alto ocultando una mueca de dolor.
Mira de los papeles en la mesa a mí.
—¿Eso es todo? —su voz es ronca—. ¿Así acabará…?
Supongo que de tanto llorar fingido.
—¿Qué crees tú?
—Si me dieras la oportunidad…
Golpeo la mesa con fuerza haciendo que se sobresalte, no me importa nada, ni siquiera las miradas recriminatorias de los clientes, ni muchos menos que ella tiene miedo de las personas violentas.
—¿Explicar qué? ¡Los hechos hablan por sí solos! —levanto la voz.
—Yo…
—¡Firma el divorcio de una vez! —ordeno entre dientes—. No te preocupes por el lugar donde pasarla con tus amantes. Puedes quedarte con el apartamento.
Mis palabras la lastiman o eso es lo que ella quiere hacerme creer.
—Está bien. —Susurra con voz débil.
¿Así de fácil? ¿Va a firmar?
—Bien.
Toma los papeles y sin leerlos y sin dejar de llorar, firma.
La tentación de arrancar los papeles de sus manos me embarga. Por desgracia mi corazón enamorado tiene la esperanza de que todo esto sea una mentira y que lo nuestro no acabe de esta manera, pero al parecer esto era lo que ella quería.
¿Eso fue todo…?
¿Por qué me siento decepcionado si hizo lo que le pedí?
—No te preocupes por el apartamento, hoy mismo lo desocuparé. —Susurra secando sus falsas lágrimas.
—Dije que puedes quedártelo.
No quiero nada que me recuerde a ella.
Levanta su cara con orgullo.
—No necesito tus limosnas.
—Como quieras.
Con los papeles listos, los tomo y desaparezco de aquel lugar.
Si pudiera quemar todo lo que me recuerde a ella lo haría.
Incluso me quemaría vivo de ser posible.