Capitulo Dos

1987 Words
Cada hombre que se me acercaba luego de que cortara con mi exnovio provocan en mi repulsión lo que ha hecho que me aleje rápidamente como si fueran una peste contagiosa. No obstante, ahora, con solo escuchar aquella voz, ha erizado mi piel como si fuera un viento suave que te acaricia la piel, pero que es fresco. Sin verlo mi mente ha idealizado una imagen del dueño de esa voz, una voz varonil, ruda, delicada y precisa, es como si esa persona supiera lo que tiene para tenernos encantadas. —Nadie te ha llamado. Por un momento aparto la mirada de mi oponente concentrándome en el que parece mi salvador. Al igual que el idiota que me tiene del brazo está sin camisa, pero al contrario del otro, este tiene un abdomen más duro y definido, es como si su trabajo fuera de entrenador, su rostro es mejor que lo que tenía en mente. —¿A usted si lo han llamado? —cuestiona con burla. —No te metas. —Advierte el idiota mayor. —Tienes tres segundos para que la sueltes. —Vuelve a hablar mi salvador, esta vez con el tono de voz más fuerte. Lo observo perpleja, ese hombre es un imán, lo sé porque he visto a más de una mujer verlo con disimulo y yo no puedo evitar darme un bocado con su atractivo rostro. —Oblígame. Vale, ya me cansé. Respiro con fuerza al mismo tiempo que levanto mi pie derecho propinándole una patada en medio de las piernas. El idiota me suelta para llevarse las manos a su zona afectada. Sonrío forzadamente. —Me obligaste. —Le doy la espalda concentrándome en mi salvador, quien me observa divertido, tiene una sonrisa que me moja figurativamente las bragas—. Gracias. Lleva las manos a los bolsillos de su bermuda sin dejar de sonreír con diversión. —No he hecho nada. —Lo que cuenta es la intención. Asiente mirándome a los ojos. —Deberías ponerte hielo. —Señala mi brazo—. Debiste dejarme que le diera un par de golpes. —No me gusta la violencia. Mi salvador ladea el rostro mirando al idiota. —¿Todavía sigues ahí…? —el tono de su voz se torna más rudo que hace un momento. El idiota se va sin nada que decir, lo que se me hace raro. Normalmente, estos problemas llevan a que ellos quieran demostrar cuál es el gallo que manda en el corral. —Nuevamente, gracias. —Tomo asiento en el lugar en el que estaba—. ¿Podrías regalarme un poco de hielo? —pido al hombre de la barra. Mi salvador toma asiento a mi lado. —Dámelo. —Habla extendiendo la mano. Toma el hielo y con delicadeza lo pasa por la zona afectada. Cada movimiento es con tal cuidado que me hace pensar en lo meticuloso que puede ser este hombre misterioso. Estoy segura de que si Aimée lo viera estaría a su lado babeando un poco, tal como lo estoy haciendo. —Gracias. Sonríe y es como si el cielo en la noche brillara más. —¿Cuántas veces me has dicho gracias en dos minutos? Sacudo la cabeza concentrándome en sus palabras. —No es mi culpa, es usted quien me ha ayudado. ¿Usted? ¿En serio? —No soy tan viejo. —Eso lo sé. Enarca ambas cejas, expectante. —¿Entonces porque la palabra usted? —Porque no sé su nombre. —Suelto obvia. —Pero puedes tutearme. —No me puedo permitir tal cosa. —Estoy bromeando. —Qué te parece si te invito algo de tomar. Observo la hora en mi reloj de mano, es tarde. Mamá o posiblemente Charles me acabara. Supongo que un par de bofetadas valdrá la pena por hoy. Oh, que estoy pensando. ¿Acaso me he vuelto masoquista? —Que no tenga alcohol. —Aclaro. Vuelve a enarcar ambas cejas. —¿Por…? —Soy alérgica. —Miento—. Por cierto, tu nombre… Extiende su mano hacia mí como un caballero de cuentos de hada. —Manson. Acepto su mano, en vez de estrecharla, lleva sus labios a mi mano dejando un beso provocando que mi cuerpo hormigueé de la emoción y sorpresa. —Emma. —Lindo nombre. Hace mucho tiempo que no me sentía tan bien en una compañía, hace tiempo que una bofetada de Charles no se sentía en mi rostro. En mi casa son estrictos con la hora de llegada, un minuto tarde es una bofetada, varios minutos tarde son varias o bueno, el castigo depende del humor de mi padre. Desde que cumplí la mayoría de edad he tratado de seguir las normas porque de lo contrario serán más severos conmigo, pero hoy por una vez siento que vale la pena y no es porque sienta que este hombre sea el amor de mi vida, es porque siento que he hecho un amigo, nunca he tenido uno. […] Respiro sin apartar la mirada de la pantalla, estoy segura de que llevo más de media hora sin ver a otro lado que no sea la pantalla del computador y no es precisamente porque esté atareada de trabajo. En realidad, ni siquiera sé lo que tengo. —Tráeme los documentos que hay que enviar a New York. —Ordena mi jefe por el intercomunicador. Sacudo la cabeza tomando un poco de aire al mismo tiempo que busco los documentos que precisamente ahora no recuerdo donde los deje, razón por la que debo ir al área de impresión para volver a tener los documentos en físico. Por suerte los tenía en el computador, de lo contrario creo que mi jefe me ahorcaría. Este es un negocio muy importante, son socios con los que a Gael no le gustaría tener problemas y menos por la culpa de una secretaria. —¿Puedo pasar? —hablo tocando la puerta. —Adelante. —Suelta con su típica seriedad—. ¿Por qué demoro? No puedo decirle que extravíe los documentos. —Tuve que ir al baño. —Odio mentir. —¿Qué tengo para la tarde? No sé si soy buena mintiendo o mi jefe prefiere hacer como si fuera un cero a la izquierda. —Tiene agendado la asistencia a una galería. —No necesito ver la agenda constantemente para recordar la que escribí—. A las siete de la noche. Asiente recostando su espalda en el asiento, puedo percibir una leve sonrisa en su rostro. Joder, el hombre es guapo, nunca lo he negado y más con esa sonrisa que no se ve muy seguido. La mujer debe ser muy afortunada por tenerlo. —Puedes salir temprano. —Informa. ¿Qué haré ahora? —Gracias. […] Salgo del trabajo y no sé a dónde ir. Últimamente, las cosas están tan mal en casa que no tengo ánimos de estar allí por más de veinte minutos. Debe ser esa la razón por la que he bajado de peso, eso o que no como nada, el apetito es algo que se pierde cuando constantemente te reprochan que no haces bien las cosas. ¿Cuál es la razón de que vaya mal? ¿Cuál es la razón de las discusiones o que me reprochen todo? Tengo veinte años, eso ya lo dice todo, eso y que las deudas de papá se están empezando a notar, mamá está insoportable. El esposo de Mina no tiene tanto dinero como para ayudar a Charles a ocultar todo el embrollo que tiene, lo que hace que mi padre termine viendo a la más idiota de la familia, es decir, a mí. ¿Qué porque me reprocha? Ustedes no lo saben, pero fui la favorita de Charles. Hace años, cuando tenía catorce, tuve un novio de buen dinero mejor que el esposo de mi hermana. Toda mi familia lo adoraba, y se puede decir que yo lo amaba, nuestra relación era la envidia de todos, incluso nos comprometimos, pero meses antes de que nos graduáramos termine viendo como el hombre que me decía amar, me engañaba eso y que empezó a comportarse como un patán lo cual término que llevándonos a la ruptura. La cuestión de esto es que papá no soporto que lo terminara porque él sería la mejor escapatoria a todos sus problemas económicos. Desde aquel entonces es más estricto conmigo que con mis demás hermanas. ¿Qué esperaba? ¿Acaso quería que soportara que me engañara el resto de mi vida? ¿Qué me golpeará hasta saciar su enojo por cualquier estupidez? Yo no soy de esas mujeres que bajan la cabeza por un hombre, tengo dignidad y sé mi valor como mujer. Nunca voy a tolerar una traición, pero también soy esa mujer que sabe que nunca engañara al hombre con el que está, prefiero terminar una relación a tener que verle la cara o que me la vean a mí. —Quisiera ser ese pensamiento que te tiene distraída. —Susurra una voz a mi espalda sobresaltándome. —¡Demonios! —gruño llevando una mano a mi pecho—. Vas a matarme, hombre. —Jadeo aún sorprendida. Sonríe divertido acomodándose a mi lado. —¿Todo bien? —Sí. —Miento. —¿Necesitas que te lleve a algún lugar? Sacudo la cabeza en negación. —No, gracias. Su mirada me recorre como si no me creyera, no que no necesito que me lleve a algún sitio, sino que todo está bien. No es que me afecte mucho los maltratos verbales que día tras día escucho de mis padres, pero como hija siempre voy a anhelar un poco de cariño, ese que me dieron cuando niña, pero que ahora me niegan. En realidad, cuando niña me quisieron fue cuando me hice novia de aquel chico que me engaño. —¿Te apetece ir a comer? ¿Acaso se ha dado cuenta de que llevo días sin probar lo que es una verdadera comida? Lo único que tomo de la cocina es un poco de leche con un pan integral para medio saciar la poca hambre que me da. Muerdo mi labio, dudosa. —No quiero molestar, Manson. Sacude la cabeza mirándome con preocupación que cubre como siempre con su sonrisa divertida. ¿Acaso no puede tener algo malo este hombre? —No es molestia, al contrario, es un privilegio. —Harás que me sonrojes. Es lindo escuchar ese tipo de palabras proviniendo de él. Un hombre guapo, tierno, cariñoso que se preocupe por ti. Me hace sentir importante de la misma manera que me deja sin palabras. Levanta su mano pasándola por mi rostro. —Estoy seguro de que sería lo más hermoso del día. Joder, ha logrado que me sonroje. No llevamos mucho tratándonos, pero se siente como si fuera una eternidad. Se siente de maravilla estar cerca de este hombre, sobre todo porque me cuida, con él a mi lado siento que nada malo podrá pasarme. Es como si él fuera mi ángel guardián. Pero más allá de todo esto es porque con él puedo ser yo, me siento plena hablándole de lo que me gusta, de lo que quiero hacer, con este hombre me siento verdaderamente Emma Briand. A eso me refería cuando dije que me gusta que todo fluya con naturalidad, nada forzado. ¿Acaso espero algo más con él…? —Yo… —¿Te he dejado sin palabras? —cuestiona divertido. Sacudo la cabeza ocultando mi sonrisa. —Vamos a comer. Sin nada más que decir, me lleva a un restaurante de comida rápida, bueno, me lleva no porque vamos a pie. No sé mucho de este hombre, solo que trabaja para cuidar de su hermana menor, quien tiene un tipo de enfermedad de lo cual no habla mucho. Por lo que he visto sé que le duele hablar de ello, así que termino evitando esos temas para que no se entristezca.
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