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1206 Words
Jayden abrió la puerta de su auto para mí como todo un caballero, pero aquella pregunta seguía rondando en mi cabeza, no podía mover ni un musculo por estar tan sumergida en mis pensamientos. - ¿Quieres que te ayude a entrar? –preguntó a mi lado sacándome de mi trance mental, al ver que seguía de pie sin ni siquiera mencionar una sola palabra. Quería preguntarle, quería saber cuáles eran sus intenciones y qué ganaba él haciendo todo eso por mí, no tenía necesidad de ayudar a un don nadie como yo, tenía tantas dudas, pero no era el momento indicado, él acaba de tener una discusión con su hermano y no quería atormentarlo con mis cosas. - No, puedo hacerlo sola. -respondí antes de entrar a su auto, mis fosas nasales fueron inundadas por el olor de su perfume, tan exquisito, tan varonil, sacudí mi cabeza, esfumando cualquier pensamiento que sea sobre él, no lo conocía aún y estaba rompiendo unas de las reglas de mi madre. No entrar en autos de desconocidos. ¿Estaré exagerando? Entró del lado de piloto y condujo después de abrocharse el cinturón de seguridad, me sentía nerviosa y no sabía porque, quizá al recordar que estaba rompiendo la regla de mi madre. - ¿Vives sola? –preguntó de repente, rompiendo el silencio que había creado por mi paranoia, aunque después de esa pregunta, todas mis inseguridades volvían automáticamente. - No, vivo con Pedro, el esposo de mi ex jefa. -hice mi mayor esfuerzo por no sonar como si estuviera muriendo de miedo. - Oh, ¿no te da miedo? –Preguntó y lo miré con el ceño fruncido, me dio una fugaz mirada y negó con su cabeza. -Olvídalo, no sé qué cosas digo, mi mente está en otro lado, lo siento. Por un instante sentí pena por él, era evidente que estaba pasando por un mal momento, peor aún si era con su hermano, no me cabía en la cabeza como se podía tratar de esa forma, yo daría la vida por mis hermanos, pero cada cabeza es un mundo. - ¿Quién es Rosemary? –Pregunté intrépidamente y casi al instante me arrepentí de haber formulado aquella pregunta, por la manera en que apretó el volante, haciendo que sus nudillos palidecieran y su nuez de adán se movió cuando tragó en seco. -Lo siento, lo siento, que imprudente soy, discúlpame. Quería desaparecer en ese mismo instante por mi estupidez, había logrado que Jayden se sintiera incómodo. - Descuida, de todos modos, te ibas a enterar en la empresa, los chismes vuelan. -dijo sin apartar la mirada del camino, me sentí culpable por tocar un tema que evidentemente le afecta. - No tienes que hacerlo si no quieres, al fin y al cabo, solo soy una empleada más en su empresa. -dije intentando cambiar de tema, pero al parecer él no quería hacerlo. - Igual te contaré, presenciaste la discusión con mi hermano, bueno, si es que se le puede llamar de esa manera a ese falso, pero déjame estacionar el auto, llegamos. -miré a través de la venta del auto y no pude ocultar la sorpresa al ver que estábamos afuera del edificio donde vivía, lo miré con el ceño fruncido, totalmente confundida, en ningún momento le di mi dirección. - ¿Cómo… -no me dejó terminar lo que estaba por preguntarle. - Tu currículo. -respondió a la pregunta que no terminé de formular y mi ceño se relajó de inmediato. - Qué observador. -dije sin ocultar mi rostro sorprendido. Jayden apagó el motor de su auto y soltó un suspiro antes de apoyar su cabeza en el respaldo de su asiento, no podía dejar de observarlo, se veía tan agotado, pero no físicamente, no, para nada, si no mentalmente, su rostro tenía una combinación de molesto, decepcionado y triste, ya comenzaba a sospechar que era lo que le atormentaba, estaba segura que su hermano tenía mucho que ver con el estado de ánimo del pelinegro. - Rosemary, era mi prometida, estábamos a nada de casarnos, la consentí tanto en los tres años de noviazgo, la amaba tanto que me tenía rendido a sus pies, hace una semana viajamos a Londres, unas pequeñas vacaciones para relajarnos antes del matrimonio. -hizo una pausa y soltó una risa con amargura, mi corazón se encogió al ver la tristeza en sus ojos mieles, como si estuviera recordando cada momento con esa tal Rosemary. -Me enteré que mi hermano era su amante desde hace un año, los dos me vieron la cara de estúpido, más que por mi futura esposa, me dolió la traición de mi propio hermano, sangre de mi sangre, él sabía muy bien lo enamorado que estaba de ella y no le importó meterse con la mujer de su hermano menor, me clavó una puñalada por la espalda. -hablaba casi en automático sin mirarme, pero podía ver desde mi lugar como sus ojos se cristalizaban. Sentí una incomodidad en mi corazón, como si estuvieran clavando agujas en él, me resultaba imposible de creer como una mujer podría dejar a Jayden por una persona tan fría, arrogante e inescrupulosa como el hermano, él no se merecía eso y menos de las dos personas que más quería. Desabroché mi cinturón de seguridad para acercarme a él, lo suficiente como para envolverlo en un abrazo, el cual necesitaba, apuesto a que no se había desahogado desde que se enteró de aquella traición, se notaba por lo triste que estaba, su respiración era irregular y sabía que estaba conteniendo las ganas de llorar, pero no lo haría frente a una desconocida y menos en su hombro. - ¿Sabes? No te estás perdiendo de nada bueno, si así fueron las cosas es porque ella no se merece a una persona tan espectacular y con el corazón tan grande como el tuyo, ellos son los que pierden, perdieron a un gran hermano y a un gran compañero de vida, ánimo, Jayden, las cosas buenas están por llegar, no te derrumbes. -le animé sin romper nuestro abrazo y sentí como su respiración se calmaba poco a poco. - Gracias, Jennifer, no sabes lo bien que me hace escuchar tus palabras en este momento. -sonreí inconscientemente y me separé de él, aunque no parecía querer romper el abrazo. -No me equivoqué contigo, eres una gran persona. -dijo con una sonrisa de medio lado que me contagió. - Así te quiero ver, Jayden, con una sonrisa en ese rostro y demostrando que eres más fuerte de lo que ellos se imaginan, apenas te conozco, pero puedes contar conmigo para lo que sea. -dije con una sonrisa autentica y sintiéndome bien conmigo misma por levantarle el ánimo que tenía por los suelos, su sonrisa se ensanchó y no pude evitar que mi vista se posara en sus labios rosados y carnosos. -Eh, bueno, ya me voy, debo meter mi pie en agua fría para que alivie el dolor. - Claro, su tacón, Jennifer. -me extendió el tacón que no me había dado en todo el camino y lo recibí con una sonrisa avergonzada, abrí la puerta del auto. -Hasta mañana, que mejores. Se despidió cuando estuve afuera de su Rolls Royce. - Hasta mañana, Jayden.
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