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1939 Words
Debo estar soñando o esto es suerte de principiantes. El trabajo es mío, ¿acaso escuché mal? Esto debía saberlo mi madre, se va a alegrar tanto, ya podría comprarle su tratamiento. Apenas tenía un día en el país y ya había encontrado un buen empleo en una empresa que, a simple vista, se ve que es muy importante. - Muchas gracias, no se va a arrepentir. -le agradecí con una sonrisa de oreja a oreja, la emoción no me cabía en el pecho, pero, aunque yo estaba que explotaba de felicidad, ninguno de los dos cambiaba el semblante serio de sus rostros, como si esto fuera un funeral. Qué amargados son en este país. - Señorita Katty, por favor acompañe a la señorita a recursos humanos para que firme su contrato y la lleva a su escritorio, con permiso. -su voz era tan fría, como un iceberg, recogió algunas de sus cosas y salió casi disparado hacía el ascensor, dejándome sola con Katty. Qué se podía esperar de un ejecutivo como él, ¿que celebrara con bombos y platillos que ya tenía secretaria? Já, se nota que no es nada amable, ricachón, en fin. - Sígame por aquí. -la voz de la rubia me sacó de mis pensamientos y asentí con mi cabeza, antes de seguir de nuevo sus pasos. Está vez nos dirigimos hasta el ascensor, al entrar en él, la rubia de nombre Katty, presionó el botón número diez, el último piso del edificio y dónde minutos antes se fue aquel tal Jay... Jay... ¿Jay qué? Hasta su nombre se me olvidó, pero lo que no se me olvidaba eran esos ojos mieles, al menos él fue más amable que mi nuevo jefe. Las puertas metálicas se abrieron y mi boca también, la decoración de este piso era igual al del piso nueve, las paredes de cristal empavonado, el piso tan blanco y brillante que podía ver mi reflejo. - Hola, Katty, ¿qué nos trajiste por acá? -dijo una mujer de cabello castaño y ojos color café, sentada en recepción. - Carne fresca. -dijo la rubia en tono divertido y por un momento sentí pánico, ¿qué quiso decir con aquello? Iba a ser parte de algún ritual, o me iban a sacrificar para darle de comer a alguna bestia. - Ya logro darme cuenta. -la forma en la que se hablaban ese par no me gustaba ni un poco y menos si se referían a mí de esa manera. - Anúnciame con el jefe Miller, por favor. -no hizo falta decir más para que la castaña tomara el teléfono. - Disculpe, lo solicita Katty, para la firma de un contrato... Ok. -colgó el teléfono y me miró despectivamente de arriba a abajo con una ceja enarcada. ¿Qué le pasa a la gente en este lugar? -Pueden pasar. - Gracias, sígueme Jessica. -le guiñó un ojo con complicidad y caminó por el largo pasillo. - No soy Jessica, soy Jennifer. -dije siguiendo sus pasos. - Como sea. -dijo apenas y puse mis ojos en blanco, qué amable. Llegó hasta una puerta de vidrio polarizado, idéntico al de la oficina del Jefe de Finanzas y tocó un par de veces antes de abrir la puerta. Podría perderme con facilidad en este lugar de no ser por la rubia que me guiaba desde el momento que llegué al piso nueve. -Buenos días, jefe. Katty entró a la oficina y yo hice lo mismo, aunque me sentía insegura y con nervios, tanto que ni siquiera pude leer el nombre del jefe de personal. - Buenos días, Katty, te envío Jacob, me imagino. -mi sorpresa fue grande al ver al hombre del ascensor, el cuál no recuerdo su nombre, solo que comienza con Jay, sus ojos miel se encontraron con los míos y se sorprendió levemente con mi presencia. -Nos volvemos a ver, supongo que viene por el contrato. - Buenos días, de nuevo, eh, bueno, sí, así es. -respondí totalmente nerviosa, no pensé que volvería a tomarme con él, aunque no me quejaba en lo absoluto. - De acuerdo, señorita Katty, puede esperar afuera, en unos minutos se la devuelvo. -la rubia me lanzó una rápida mirada con recelo. - Estaré afuera por si me necesita, jefe. -dijo con una sonrisa socarrona y por el tono que lo dijo se podía prestar para malos entendidos, pero al fin y al cabo ese no era mi problema. Katty salió de la oficina a paso lento, contoneando sus caderas, podía deducir que pretendía llamar la atención de Jay, pero este ni se inmutaba, tenía la mirada clavada en su MacBook, ignorado la ridícula escena de aquella rubia sin gracia. - Siéntese, por favor y me permite sus documentos y currículo. -le entregué lo que me pidió, mientras me sentaba en la silla al frente de su escritorio de madera. Mientras él preparaba mi contrato, le di un rápido vistazo a la oficina, las paredes eran de vidrio en su totalidad, al igual que la oficina del jefe de finanzas, tenía un enorme sofá de cuero n***o, se veía muy cómodo, no podía faltar la lámpara de araña colgada en su techo, la única diferencia era que esta oficina no tenía un mini golf, en cambio, tenía una vitrina con varios trofeos y reconocimiento. -Entonces, Jennifer Pinedo. -dijo de pronto, obligándome a posar mi vista en él. - Esa soy yo. -dije torpemente y me arrepentí cuando el pelinegro me lanzó una rápida mirada divertida, mejor me quedo callada hasta que me haga alguna pregunta. - Apenas un día en el país y ya quiere trabajar, me sorprende. -dijo clavando de nuevo la mirada en su Mac y no sabía si sentirme orgullosa o avergonzada de ello. -Pero hay un pequeño detalle, tiene visa de turista y su estadía vence en seis meses, ¿sabe usted que es ilegal trabajar con visa de turista? Si las autoridades descubren que estás trabajando, pueden cancelar tu visa, sin contar con que no podrás entrar al país por diez años. Mi cuerpo se tensó de inmediato con aquella información. Mierda, eso era cierto, no podía trabajar con mi visa de turista, al menos no en una empresa tan grande e importante como esta, no solo yo tendría problemas, también las personas que me están dando trabajo. - Sí, es verdad, por el afán de buscar un empleo, olvidé ese detalle, no sabe cuánto lo siento por hacer perder el tiempo. -estuve a punto de levantarme de mi asiento y pedirle mis documentos para abandonar su oficina y el gran edificio, pero él me detuvo. - Espere que aún no he terminado .-dijo mirándome con el semblante serio, tanto, que mis rodillas temblaron, le ahorraría trabajo y tiempo si me iba ahora mismo, pero al parecer, él tenía otros planes .-Le daré el trabajo porque sé muy bien que lo necesita, además, según sus estudios y sus calificaciones, es buena en el área de finanzas, le puedo proponer que se quede con el trabajo, pero sin firmar el contrato, al menos no hasta que logre tramitar su visa de trabajo, si usted hace bien su trabajo yo puedo ayudarla con mis contactos para que sea aún más rápido el proceso, ¿qué dice? Lo miré con el ceño fruncido, sin entender del todo lo que estaba diciendo, más bien desconfiaba un poco de él, no es para menos, ni siquiera me sé su nombre completo, sin firmar un contrato podría exponerme a cualquier tipo de engaño, por ejemplo, trabajar y que no me paguen mi sueldo, no podría reclamar ni quejarme con las autoridades. - No me queda del todo claro, si no tengo contrato, ¿cómo se supone que me van a dar mi remuneración? -apoyé mis brazos en su escritorio y me miró con ese semblante serio que me intimida. - A ese punto quería llegar, señorita Jennifer, dado que la Compañía Miller Automotriz es una de las empresas más prestigiosas del país, no me puedo dar el lujo de engañar a mis trabajadores, en este caso, usted tiene la oportunidad de elegir, podemos firmar un acuerdo, dónde yo me comprometo a pagar su sueldo y todos los beneficios de ley, mientras usted haga bien su trabajo y claro, mientras tramita su visa de trabajo. A pesar de aquella aclaración, no podía dejar de desconfiar de aquel hombre, ¿por qué haría algo así por alguien que no siquiera conoce? ¿Y si era una delincuente que solo busca robarles? Aunque la oferta sonaba muy bien, si él me ayudaba a obtener mi visa de trabajo, no tendría problemas con la ley, sería una pesadilla si me cancelan la visa que tanto me costó sacarla y volver a mi país peor a como me vine. Era un riesgo que debía tomar. - Está bien, acepto, pero antes quisiera saber algo. -el hombre clavó sus ojos mieles en los míos y no pude evitar sentirme nerviosa ante su atenta mirada. - ¿Por qué quiere ayudarme? Es decir, sabe muy bien el riesgo que está usted tomando al dejarme trabajar en la compañía Miller, ¿por qué lo hace? La curiosidad me estaba matando, sinceramente, quería saber su interés por mi caso, por ayudarme a trabajar, a pesar de que mi visa lo impedía. Apoyó sus codos en el escritorio a la vez que entrelazaba sus dedos y dejaba reposar su barbilla encima de sus nudillos. ¿Será que fui muy intrépida? - Eso se lo puedo responder en otra ocasión, señorita Pinedo, entonces, ¿tenemos trato? -preguntó sin apartar su mirada de mí. - Bueno, creo poder vivir con ello y... Sí, tenemos trato. -dije con una sonrisa de medio lado. No sabía si estaba haciendo bien, esta podría ser una trampa y si así era, había caído redondita, pero había algo en él, que me hacía confiar que estaba hablando en serio, que él iba a cumplir conmigo y el dichoso contrato, el cuál leería al derecho y al revés, detallando todas y cada una de las cláusulas estipuladas, no iba a cometer un error, mucho menos en el primer día de estadía en este país. - Perfecto, en ese caso, aquí tiene el contrato, léelo muy bien, mientras muevo mis contactos para la visa de trabajo. -me extendió aquel contrato, el que leí de principio a fin, buscando el más mínimo error para desconfiar de esos ojos color miel, pero todo estaba en orden, incluso el p**o era muy bueno, no me creía del todo que iba a ganar tanto dinero, podría ayudar a mi familia y pagar la deuda que tengo con Martina más rápido de lo que tenía pensado, al parecer si hablaba en serio y me quería ayudar honestamente. - Entonces, ¿no va a responder a mi pregunta? -dije a punto de poner mi firma en el contrato, su vista, que antes estaba pegada en su teléfono haciendo quién sabe qué, ahora estaba en mí, su escudriñante mirada no se apartaba ni por un segundo de mí. - ¿Por qué quiere ayudarme? - Ya le dije, señorita Pinedo, en otra ocasión le puedo responder. -dijo antes de volver su mirada a su celular. Bueno, ahora debo vivir con la duda hasta que el señor se digne a responder mi pregunta. Solté un suspiro, antes de firmar el contrato que cambiaría mi vida, esta era la oportunidad que estaba esperando y ahora que la tenía, daría todo de mí para no defraudar al señor Miller. - Ya está. -dije dejando el contrato encima de su escritorio. - Bienvenida a la Compañía Miller Automotriz, señorita Pinedo.
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