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1021 Words
Martina había preparado una gran despedida para mí en su restaurante, no necesitábamos más invitados que mi familia y la de Martina, la cual se resumía a ella y a sus dos hijas, Teresa y Daniela. Me sentía feliz por la oportunidad de surgir y seguir mi sueño de darle una mejor vida a mi familia, pero también estaba triste porque los dejaría sin saber cuándo los volvería a ver, guardé la imagen de la sonrisa de mi madre en mi memoria, así la quería ver siempre, sonriendo a pesar de todo. -Estaré toda la vida agradecida con usted, por brindarle este apoyo a mi hija. –dijo mi madre con el rostro lleno de emoción, ya estábamos esperando el taxi para ir a casa, mi vuelo salía mañana por la mañana y tenía que terminar de preparar todo lo necesario para mi viaje. -Jennifer es como una hija para mí, no tiene que agradecerme, esto se lo gano su hija por todo este tiempo que estuvo trabajando para mí, confío ciegamente en ella, sé que un futuro muy grande le espera, lo presiento en mi pecho. –sonreí sintiéndome totalmente halagada por Martina. -No se va a arrepentir de esto Martina, no las voy a decepcionar. –la bocina de un auto sonó en la entrada del restaurante, ya había llegado el taxi por nosotros. –Ya nos vamos Martina, de nuevo muchas gracias por esta despedida tan agradable y por todo. Abracé a Martina, era la última vez que la vería quien sabe por cuánto tiempo, quizá sea nuestro último abrazo, espero que no. Nos despedimos de ella y sus pequeñas hijas, antes de irnos a casa. …………………………………………………. -Cambia esa cara mi hija, ya verás que todo va a salir bien y pronto nos reencontraremos y no nos volveremos a separar. –Sabía muy bien que esas palabras eran para que no me arrepintiera de abordar el avión, como lo venía haciendo desde que llegamos al aeropuerto. Mi avión saldría en unos minutos y los nervios no abandonaban mi cuerpo ni por un mísero segundo, tenía miedo a lo desconocido, pero era un riesgo que debía correr por el bienestar de mi familia, esto lo hacía por ellos, cueste lo que cueste. -Te voy a extrañar mucho, mami. –había perdido la cuenta de cuantas veces la había abrazado, pero eso era irrelevante, quería sentir su calor los últimos momentos que estaríamos juntas, mis mejillas se empaparon con las lágrimas que se desbordaban de mis ojos. -Ay mi hija, ya no llores, todo estará bien. –dijo con la voz rota, estaba llorando al igual que yo. Nunca en mi vida me imaginé llegar al punto de tener que separarme de ella, de su amor, de sus regaños, de sus consejos, de toda ella. Mis hermanos no pudieron venir a despedirme, pues tenían que asistir a clases y la verdad no quería que su ultimo recuerdo de mi fuera llena de lágrimas y seguramente con el maquillaje corrido. Llegó la hora de abordar el avión y por más que quería quedarme con mi madre para siempre, no podía hacerlo, ya no había vuelta atrás, debía cumplir con mi propósito. Tomé una bocanada de aire, cuando el avión comenzó a despegar, la ciudad cada vez se hacía más chica ante mis ojos y no pude detener mis lágrimas, las cuales se perdían en mi mentón, pero de inmediato eran reemplazadas por otras, sin duda fue la decisión más difícil de mi vida, dejar mi país natal y sus costumbres por ir en busca del sueño americano. Mis manos comenzaron a temblar, en el momento que el avión se detuvo, joder, ya estaba en tierra americana, ¿cómo me sentía al respecto? Aterrada. Gracias al cielo tomé un curso de inglés avanzado, así todo sería menos complicado. Llené mis pulmones de aire cuando salí del avión, ahora solo debía esperar a Pedro, ¿o él ya me estará esperando? No fue difícil encontrarnos, él estaba sentado en la sala de espera. Me acerqué a su lado y lo abracé enseguida. -Bienvenida a New York. –dijo separándose de mí, seguía tal cual a como lo recordaba, igual no había pasado mucho tiempo desde que abandonó México. -Muchas gracias, Pedro, en serio estoy agradecida con usted y su esposa, nunca me cansaré de agradecerles. –mis nervios eran más que evidentes y me sentí avergonzada con Pedro. -Tranquila muchacha, te lo mereces. –sonreí emocionada, tenía un buen presentimiento sobre todo esto. Ya estaba ansiosa por encontrar un empleo en cualquier cosa, ni bien me instalé en el pequeño departamento que Pedro rentaba y ya había salido, con la compañía de Pedro, a imprimir currículos para dejarlos en cualquier establecimiento, comencé por lo más chico, restaurantes, tiendas de ropa y calzado, incluso puestos de comida rápida, luego probé suerte en las empresas grandes, fabricas, inmobiliarias, automotriz, entre otras, repartí tantos currículos, que por un momento sentí pánico, por si más de una empresa se interesaba en mí, aunque no creía correr con tanta suerte. La salida también me había servido para conocer un poco más la zona, New York era un lugar completamente distinto a mi pueblo, los enormes y modernos edificios llamaban la atención de cualquier turista y las zonas residenciales se veían tan perfectas, que anhelaba poder tener una casa propia cuanto antes. A la mañana siguiente, y después de tomar un merecido descanso, recibí un par de llamadas a mi nuevo número de teléfono, mi corazón dio un vuelco, porque era el número que había anotado en mi CV, la primera llamada que atendí fue la de un restaurante, necesitaban con urgencia personal de limpieza y la segunda llamada, para mi sorpresa, fue de una empresa automotriz, buscaban una secretaria para el Jefe de Finanzas en la Compañía Miller, se habían interesado por mi currículo y querían entrevistarme personalmente. Fue inevitable sentirme nerviosa, había encontrado dos propuestas de trabajo a la primera, uno más tentador que otro. Primero iría a la Compañía automotriz, con suerte me contratarían en una empresa donde pueda ejercer mi profesión. Sí, necesitaba mucha suerte.
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