¿Casada con quién?

1103 Words
PENÉLOPE Vendida. Era lo único que estaba pasando por mi cabeza. Estaba siendo vendida y no sabía por quién, ni porqué. Él se había acercado a mí como una persona normal y me había visto como a una mercancía. Las lágrimas resbalaron por mis mejillas como si fuera lluvia. Sentí como me apuñalaban el pecho hasta llegar a mi alma. — Tiene bonito cul*o, no lo voy a negar, pero ya quiero algo más, algo bien... sí, sí la llevaré conmigo por desgracia... creo que le tendré que dar de nuevo con ella hoy para no levantar sospechas. —seguía hablando por teléfono. Había sido engañada. Me di la media vuelta cerrando la puerta corrediza de la terraza con mucho cuidado de no hacer ruido. Me llevé las manos a la boca y ahogué mi llanto mientras me encerraba de nuevo en el baño. Lloré por mucho tiempo, no supe cuánto, pero los golpes de la puerta me hicieron regresar en sí. — ¡Penélope! ¿¡estás bien!? —escuché la voz de Ulises al otro lado de la puerta. Sentí como mi piel se erizaba, porque no sabía cuáles eran sus verdaderas intenciones. ¿Qué tal si era un maldito depravado a punto de sacarme los órganos luego de haber jugador conmigo y con mi cuerpo? Tenía que escapar. Era lo único en lo que podía pensar. — ¡El agua de la tina está buenísima! —grité para justificar cuánto había tardado en el baño. Tenía que encontrar una manera de salir de ahí de inmediato. — ¿¡De verdad!? ¡Abre la puerta! ¡Nos podemos divertir mucho en la tina cariño! —maldito cerdo. ¿Se atreve a decirme cariño luego de lo que escuché decir? — ¡Estoy por salir, mi rey! —que me chupara el diablo. — ¡Puedes esperar! ¡Vamos, estamos de luna de miel! Me asomé por la ventana y fue en ese momento que estar en la habitación más alta tenía sus desventajas. ¿Qué podía hacer para sobrevivir?. Tenía que salir a su encuentro, pero tan solo imaginar ser tocada por alguien como él. No me apetecía tenerlo dentro de mi cuerpo. — ¡Penélope abre la puerta! —su voz sonaba con dulzura forzada. Mierda, ¿qué podía hacer? ¿Entregarme a él aún con todo lo que me había enterado? No era la opción. Me troné los dedos y ajusté mi bata hacia mi cintura. Huir no era mi opción si quería saber qué estaba pasando conmigo. Mata Hari se acostó con varios hombres mientras fue agente secreto, una noche más qué más daba. Puse la mano en el pomo de la puerta y al momento de abrir la puerta me llegó la iluminación. — Estoy en mis días —le dije de inmediato, mintiendo. Él me miró a los ojos y yo sonreí con cierto nerviosismo— me acaba de bajar y no me siento cómoda. — Qué pena —murmuró acercándose a mí.— Mañana regresamos a casa y quería aprovechar toda la noche. — Sí, es una pena —respondí un poco apagada.— Creo que será mejor que nos vayamos a dormir. — Soy un hombre al que le gusta tener a una mujer todas las noches, pero entiendo. Haber dormido con Ulises esa noche fue lo más doloroso a lo que me estaba enfrentando en ese momento. Estaba compartiendo mi cama con una mentira que me estaba abrazando por la espalda sintiendo su erección entre mis nalg*as, algo bastante incómodo. Había dicho que estar conmigo era como estar con alguien de la tercera edad. Traté de cerrar mis ojos y dormir, pero no lo pude hacer. Amanecí con las ojeras marcadas debajo de los ojos por no poder dormir. — Se ve que te sientes terrible ¿quieres que llame al servicio a la habitación para que te traigan algo? —Me dijo Ulises acariciando una de mis mejillas. — Estoy bien, creo que so quiero llegar a casa. —Le dije. — ¿Estás segura? — Sí. Me bajé de la cama y me vestí. Me puse un traje sastre en color café, la falda me llegaba debajo de la rodilla, me puse mis medias porque no quería que el sol quemará mis piernas. Dejé mi pelo suelto y me puse mis lentes de pasta negra para ver bien. — Te ves preciosa. —Me sonrió Ulises besando el dorso de mi mano y viendo directo a mis ojos. Seguía siendo el hombre dulce con el que me había casado, para él nada había cambiado. Llegamos a la ciudad por la noche. Durante todo el camino Ulises se portó amable conmigo. Me tomaba de la mano y me cedía el asiento, o me decía palabras amables. Al llegar al aeropuerto y bajar del su jet privado, primero lo primero que hice fue tomar mi pequeña maleta antes de que su personal la tomara por mí. — Ha sido una estancia muy linda contigo, pero creo que debo regresar a mi casa —Le sonreí con nerviosismo. Me di la media vuelta dispuesta a llegar al edificio de la terminal para tomar un taxi. Di dos pasos cuando la mano de Ulises me tomó por el brazo. Me detuve con cierta brusquedad porque su agarre estaba haciéndome un poco de daño. — Creo que no has entendido que ser esposa significa que tienes que estar conmigo. Así que a partir de este momento tendrás que vivir conmigo. —Me sonrió mostrando un poco los dientes. — Pero... — Pero te vas conmigo Penélope. —Me encaminó hacia el auto y me subió. El chófer puso el auto en marcha y nos llevó a su casa, que se encontraba a la orilla de la ciudad, en una de las zonas más lujosas. Al llegar ahí, pude notar que Ulises poseía más de lo que aparentaba, pues la enorme casa a la que había llegado contaba con un mayordomo, y un ama de llaves, lo que significaba que tenía un grupo de personas a su servicio. ¿Me había casado con un millonario? ¿Quién era en realidad Ulises Asker?. El chófer bajo del vehículo apresurándose a llegar de mi lado. Me abrió la puerta y el personal me saludó con amabilidad. — ¿Aún quieres irte? —Me preguntó al ver mi cara de sorpresa. No era bueno casarse apresuradamente y eso lo estaba aprendiendo en ese momento.— Bienvenida a casa —me sonrió con aires de superioridad. Si no era un maldito depravado roba órganos ¿quién era en realidad Ulises?.
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