No supe qué decir, lo único seguro era que ya era demasiada la vergüenza que sentía de estar mugre y desgreñada, no quería quedar totalmente expuesta, mostrando la sangre con la que seguramente habría manchado su saco, así como recordaba haber manchado el de Edrick. —No hay nada qué temer, ya te he visto desnuda —dijo con voz calmada, mirándome a los ojos—. Déjame ayudarte. Sonó como si me pidiera un favor, cuando era yo la que estaba recibiendo uno suyo. Bajé la mirada sin ver a ningún lado en particular, procediendo a quitarme la prenda. Lo primero que hizo fue mirarme el pecho, sobre todo el pezón lastimado, me hizo dar un paso hacia adelante y me miró la espalda y quién sabe qué más. Élan me tomó de la mano y me encaminó hacia la otra puerta que había abier