Narra el escritor. Un mes atrás. La rubia de largo cabello rizado estaba en la oficina del piso cuatro en aquel edificio, era casi el final del día laboral y hubiera salido de allí para tomar el ascensor si no se hubiera sentido amenazada por alguien que físicamente tenía más fuerza que ella y de quién no podría escapar fácilmente. —No te atrevas a entrar —dijo con miedo, recostada de la pared ante su escritorio mientras veía el pomo de la puerta moverse. A pesar de estar asegurada alguien parecía estar forzándola y consiguiendo abrirla al final. El miedo y los nervios la habían distraído hasta entonces, olvidando por esto que pudo haber descolgado el teléfono para pedir ayuda. ¿Pero quién acudiría a tiempo? —No grites —dijo el agre