El mismo día
Provins, Francia
Tassia
Alguien dijo que los lazos de sangre son cadenas asfixiantes que nos drenan hasta la última gota de nuestra alma, no solo nos condicionan, no cortan las alas, no dejan vulnerables, pero sobre todo pueden ser una pesadilla si lo permitimos, entonces lo ideal es mantener las distancias con los ojos bien abiertos, porque la realidad es que no todas las familias son unidas, más bien cada uno de sus miembros juega en su propio equipo para su beneficio, incluso si pueden sacarte del juego, lo harían, si eres un estorbo para sus planes. No es una exageración, porque los vínculos sanguíneos no siempre son una bendición, sino una condena, más cuando no sea cultivado el amor entre los involucrados.
Digamos que mi experiencia en vínculos familiares era muy limitada por los antecedentes que produjo el matrimonio de mis padres, pero no porque ellos quisieran, sino por la oposición de mi abuelo a su enlace, para sumarle mi papá no tenía parientes vivos, así que siempre fuimos los tres. Sin embargo, desde que puse un pie en Francia pude comprender de cierta forma el tipo de familia hipócrita que tengo las desdicha de compartir sangre, porque digamos con sinceridad mi tío es bastante distante, parco y desapegado, también entiendo que para él fue una sorpresa tener que adaptarse a mi presencia, o mejor dicho una imposición de mi abuelo Pierre. Quizás no estuvo de acuerdo en tener a una extraña como parte de su familia, porque es lo que soy, pese a la sangre que compartimos.
Aun así, jamás imagine que saldría con semejante estupidez, porque esa es la palabra correcta para querer impedirme viajar, ¿Acaso yo necesito niñera? ¿No se ha dado cuenta que soy una mujer? Incluso llegué a creer que era una broma pesada del estirado de Leroy. Pues me parece una ironía que deba pedir permiso para volver a mi hogar, no soy una niña, sino una mujer adulta. Para sumarle estuve muchos años sin conocer a la familia de mi madre, entonces no tiene ni pies ni cabeza que tenga un tutor. Además, me importa una mierda el testamento del abuelo Pierre, ni siquiera tenía derecho a exigirme que cumpla sus estúpidas cláusulas. Lástima que no pueda reclamarle nada, ni como está muerto. Y esa es la razón de creer que esta jugarreta debe ser idea de la bruja de Caroline para fastidiarme, para seguir torturándome, igual necesito escuchar cuál es el precio de mi libertad, antes de que explote a los gritos y agarre a bofetadas a la bruja. Mi respiración sigue alterada, mis ojos siguen echando chispas mientras muestro mis dientes como una fiera salvaje al rostro de la bruja, quien me observa con esa pose de superioridad y desdén, hasta que el breve silencio opresor se corta con la voz nerviosa de mi tío Paul.
–Tassia, por favor, cálmate. Todo se explicará en la lectura del testamento– responde mi tío Paul, con un temblor que revela su inseguridad.
No estoy para juegos ni respuestas vagas. Mi paciencia, ya de por sí escasa, se está agotando rápidamente. Siento la rabia burbujear dentro de mí, una mezcla peligrosa de frustración y determinación, entonces es hora de presionar, de defender mis derechos.
–¡No me vengas con esas, tío Paul! Quiero saber ahora mismo por qué no puedo dejar este maldito país– espeto, dando un paso adelante, con el corazón latiendo con furia y mis ojos llameantes de determinación, en cambio él me observa vacilante, una sombra de conflicto cruzando su rostro.
–Eres menor de edad, no tienes dinero para volver a Estados Unidos y, lo más importante, mi padre nos impuso una estúpida cláusula en su testamento. Escuchemos a los abogados para que entiendas lo que está en juego– responde con su voz cargada de malestar, su rostro endurecido como una máscara de frustración, mientras la bruja de Caroline nos observa desde un rincón, sus ojos brillando con maldad contenida, y el estirado permanece apoyado casualmente contra una pared, con una expresión que combina interés y satisfacción. Su presencia me irrita, pero tengo problemas más urgentes que su actitud condescendiente.
–Escucharé el maldito testamento porque me obligas, pero no significa que tengo intenciones de cumplir alguna idea descabellada de mi abuelo– bramo, con mi voz colérica y mis ojos desafiantes. Me dejo caer en el sillón, cruzando los brazos con una mezcla de rebeldía y resignación, sintiendo la furia hervir por todo mi cuerpo.
El murmullo de los abogados llena la sala, susurrando entre ellos y cruzando miradas de complicidad, hasta que un leve carraspeo rompe el silencio, anunciando el inicio de la lectura del testamento de mi abuelo.
–Procederé a la lectura del testamento de Pierre. Por favor, les pido silencio y si tienen alguna duda, al final responderé sus inquietudes– dice el abogado Martin con voz firme y profesional. Continúo con el corazón lleno de furia y la mente ansiosa, deseando que todo esto termine de una vez por todas.
–En pleno uso de mis facultades, yo, Pierre Fournier, dejo mi patrimonio repartido de la siguiente manera: mis propiedades en Francia y España son para mi hijo Paul, menos el pent-house en París. Ese será para mi nieta Tassia, al igual que la casa de la campiña debido a su amor por los animales. A mi querida nuera Caroline, conociendo su pasión por Italia, le dejo la mansión en Toscana. Las acciones de mis empresas se dividirán de la siguiente manera: el 60% para Paul, el 35% será para Tassia y el 5% restante para Caroline. El dinero en las cuentas bancarias será todo para mi hijo, pero existe un fideicomiso que me tomé la libertad de poner a nombre de Tassia con una cuantiosa suma. Sin embargo, existen cláusulas para poder efectivizarse el testamento. Para empezar: es mi deseo que mi nieta sea una dama de sociedad como corresponde, también que forme parte de la junta directiva de mis empresas…– lee el abogado con su voz profesional, y estallo a gritos. De un brinco me incorporo de mi asiento.
–¡¿Qué?! El abuelo enloqueció por culpa de su enfermedad. Ese testamento es invalido. Además, no me interesan sus malditas empresas y ¿qué se supone que significa ser una dama de sociedad? ¿Cree que soy una salvaje? ¿Es eso? –grito con mi voz indignada, mi rostro enrojecido, mientras Caroline interviene con su voz llena de desprecio.
–Guarda silencio, Tassia, si no quieres que te llamen salvaje. Deja que el abogado continúe con la lectura. Por favor, Claude, prosigue– dice Caroline, y la fulmino con la mirada.
–Sí, por supuesto, retomemos la lectura. Es importante continuar con mi legado, tener descendientes, y la única manera es que Tassia contraiga nupcias antes de cumplir 21 años de edad. Si mis cláusulas no se cumplen, mi fortuna será donada a entidades caritativas. Adjunto un listado con las sumas, pero no dejaré a mi familia en la miseria. Dejo un fideicomiso que será entregado en cuotas mensuales a mi hijo Paul para los gastos de la mansión en Provins, y una mínima manutención para Tassia– informa el abogado, y siento que estoy a punto de un colapso nervioso.
No me casaré, no pienso permitir que impongan su voluntad. Tampoco me interesa ser parte de una junta de snobs, más bien que donen la puta fortuna de mi abuelo, que sirva para algo el maldito dinero, aunque para ellos sería una catástrofe, una tragedia y ya quisiera verle la cara a la bruja de Caroline, se moriría viviendo en la pobreza con las ínfulas de mujer de sociedad que se gasta.
–Gracias, Claude. Déjame un momento a solas con Tassia. Necesito explicarle la seriedad del asunto, lo que ocasionará el testamento de mi padre si no cumple con las cláusulas– pronuncia mi tío Paul y los músculos de mi rostro se contraen.
El abogado asiente, da unos pasos hacia la puerta acompañado por la bruja de Caroline mientras Leroy disfruta en primera fila de nuestra disputa. Pero antes de que mi tío Paul pueda envolverme con sus palabras estudiadas, mi voz sale impulsada.
–Esto es una trampa –digo, mi voz temblando de furia–. Una vil y cruel trampa. No voy a consentir tales imposiciones, ni siquiera piensen en "educarme". No me interesa ser una snob, tampoco me voy a casar con cualquier idiota que me presenten. ¿Fui clara? – mis palabras se deslizan con determinación y rebeldía mientras su rostro se tensa.
–Tassia, mi padre estaba pensando en tu bien. Además, no puedes ser tan egoísta después de todo lo que hemos hecho por ti. No puedes dejarme en la miseria por un capricho, estás en la obligación de ayudarme– presiona mi tío Paul con su voz de reproche y me deja con el rostro desencajado.
–¿Mi bien? ¡No me hagas reír! Esto es solo una forma de controlarme, de mantenerme aquí contra mi voluntad, para colmo quieren casarme con cualquier imbécil que ustedes elijan como si fuera normal– respondo con mi mirada fija y desafiante en mi tío, quien resopla frustrado.
–No me obligues a usar mi potestad de tutor. Por último, me tendrás que pagar lo que gaste en los arreglos del entierro de tus padres, tu estadía en la casa. Te quedarás sin un centavo y llena de deudas. Entonces debes ser sensata, pragmática e inteligente, darte cuenta que no es un castigo ser una Fournier, es un privilegio y tú lo eres– brama con su voz furibunda, sus ojos clavados en los míos, mientras mi respiración sigue agitada. Aprieto los nudillos para controlarme.
–¡Ah... es un privilegio! –mi voz sarcástica se presenta y miro su rostro cansado, frustrado, y termina resoplando. –Entonces, si es una fortuna, ¿por qué carajos me siento como una cautiva en esta puta mansión? ¿Por qué quieres obligarme a casar con un desconocido? ¿Te parece justo? –exclamo con mi voz indignada, pero antes de que pueda responderme, quien interviene es el estirado de Leroy.
–Tassia, mira las ventajas de cumplir las cláusulas del testamento de Pierre. Serás una mujer adinerada y respetada. A tu corta edad, tendrás la vida resuelta. Y por la boda, puede ser momentánea, no tienes que amarrarte a ese hombre. Haz de cuenta que es un contrato de negocios que tiene fecha de vencimiento, aunque puedes cambiar la situación si lo deseas o te llegas a enamorar de ese...– señala con su voz ronca, su mirada lujuriosa y llena de malicia recorriendo mi silueta. En un reflejo, le clavo mis ojos endiablados, obligándolo a callarse.
Leroy da unos pasos hacia atrás mientras mi tío se sirve un trago de whisky en el bar. Las dudas asaltan mi cabeza: ¿a qué vino eso? ¿Acaso el estirado está interesado en mí? Pero que no crea que caeré en sus redes. No pienso casarme con él, aunque fuera el último hombre sobre la faz de la tierra.
En un segundo, mi tío Paul deja su trago a un lado, da unos pasos en mi dirección, y su voz áspera llena el ambiente.
–Tassia, tenemos menos de seis meses para cumplir las cláusulas o perder toda la fortuna de mi familia. Así que te vuelvo a preguntar: ¿colaborarás conmigo y todos ganamos? ¿O preparo tus valijas y te echo a la calle? ¿Qué prefieres? –amenaza con su voz furibunda y me deja arrinconada, sumiéndome en mis pensamientos.