El mismo día
Provins, Francia
Leroy
Los imbéciles conquistan a las mujeres con palabras cursis, flores y chocolates, pero la realidad es que ellas son como yeguas salvajes retándonos a domarlas, entonces si agachas la cabeza como un sumiso, lo único que conseguirás es convertirte en su títere, atrapado en sus caprichos y anhelos. La clave no está en ser condescendiente, sino en la estrategia. Aquí lo ideal es mantener la mira en el objetivo con cierta indiferencia, marcando tu territorio con la astucia de un cazador y la precisión de un relojero, esperando el momento exacto para lanzar la red y asegurarte de que no escape de ti.
En lo personal, disfruto de un encuentro s****l sin ataduras, sin las estúpidas citas, menos enamorar a una mujer, ¿Cuál es el fin? ¿Echarme la soga al cuello? No gracias, me gusta mi soltería, y mucho más en mi posición. Trabajó en las empresas de los Fournier, pero no soy un simple empleado, más bien poseo acciones del grupo, aunque el viejo Pierre vivía posponiendo darme el cargo de presidencia, tenía la leve esperanza que el idiota de su hijo Paul pudiera llevar las riendas de su fortuna. Pero siendo sincero es un inútil que apenas entiende de finanzas. No tiene ambición, ni un gramo de coraje para tomar riesgos. Para colmo estuvo desviando fondos, robándole al viejo de su padre y no me hubiera importado que lo hiciese, aunque todo cambio de la noche a la mañana cuando conocí de la llegada de otro heredero de los Fournier, alguien que podía fastidiar mis planes para tener el control de las empresas.
Allí estaba en la sala de sesiones estrechando las manos de los ejecutivos cuando me quedé solo con el idiota de Paul.
–Ya me enteré de que se te acabó la fiesta. No podrás seguir robándole a tu padre. A Pierre le dio un arranque de culpa y se hará cargo del hijo de Charlotte, lo que significa que tendrás que seguir las órdenes de tu sobrino, porque tú nunca te sentarás en la preciada silla de la presidencia a dirigir el imperio de los Fournier. Te queda grande el puesto –espeté con mi voz cargada de desdén y malicia, viendo cómo su rostro se amargaba.
–Leroy, tus fuentes cometieron un pequeño error. Charlotte no tuvo un hijo, sino una hija, una muchacha sin modales, sin educación, una fiera salvaje que jamás se sentará en mi silla. Por supuesto, mi padre me nombrará su sucesor– informó con un tono de confianza. Solté una sonrisa forzada.
–Si a Pierre ya se le ablandó el corazón con su nieta, ¿por qué sigues pensando que te quedarás al frente de su empresa? –señalé con voz inquieta, viendo su sonrisa triunfal.
Supongo que el desgraciado ya conocía la enfermedad de Pierre, y por eso su confianza y seguridad. Sin embargo, el viejo siempre fue una cajita de sorpresas. Nunca podías prever sus decisiones; debías estar preparado para el peor escenario. Así que, jugando con astucia, decidí conocer a la muchacha apenas llegó a la mansión.
Aquella mañana estaba estacionando mi auto en la entrada cuando los gritos y los insultos me inquietaron. Bajé rápido de mi vehículo para contemplar a una hermosa mujer con cabello castaño ondulado, ojos expresivos marrones, piel bronceada, esbelta, vestida con unos jeans, blusa y botas como una vaquera, de unos 20 años de edad, golpeando al muchacho encargado de los establos.
–¡Viejo infeliz! ¡Aprovechado! No vuelvas a ponerme la mano encima porque la próxima te echaré a patadas de la mansión, ¿entendiste? –gritaba la muchacha mientras lo golpeaba con sus puños.
–Señorita, mi deber es ayudarla a montar. Fue un gesto de caballerosidad, nunca tuve intenciones de aprovecharme de usted –alegó el hombre, y ella seguía echando chispas por los ojos.
–¡Qué gesto de caballerosidad ni qué nada! ¡Viejo infeliz! Vuélvelo a intentar y te saco los ojos –gruñía la fiera, y el tipo estaba encogido en el suelo, asustado por sus amenazas.
Observar a Tassia fue como contemplar una tormenta en el horizonte: poderosa, impredecible y fascinante. Su espíritu indomable fue como un imán; su carácter rebelde y arisco, sumado a su belleza, me atrajeron. Allí estaba, queriendo conocer más de esa mujer. Me acerqué lentamente, sin perder la calma, sin mostrar la fascinación que me embargaba.
–Tassia, ¿todo bien aquí? –pregunté con una sonrisa calmada, aunque mis ojos se clavaron en los suyos, tratando de leer cada reacción, cada chispa de su espíritu combativo. Ella se giró, aún con los puños cerrados y el fuego en su mirada.
–¿Y tú quién eres? ¿Otro que viene a darme órdenes? –espetó con desconfianza, sus palabras afiladas como cuchillos.
–Soy Leroy. Trabajo con tu familia. Estoy aquí para ayudarte, no para darte órdenes–respondí, midiendo mis palabras con cuidado.
Ella me observó por un momento, como si sopesara la sinceridad en mis palabras. Su respiración aún era agitada, pero noté un leve cambio en su postura, una pequeña apertura que podría aprovechar.
Lo cierto es que llegó el día del funeral de Pierre y con ello la lectura de su testamento, es decir, conocer el destino de sus empresas. Lógico estando un paso adelante conozco su contenido, por lo cual el idiota de Paul tomo cartas en el asunto para evitar la partida de Tassia de Francia. Y debo reconocer que disfruto verla entra la espada y la pared, ante todo quiero estar en primera fila cuando le saque los ojos a Paul por obligarla a aceptar su voluntad.
Mientras el auto avanza en silencio, con Tassia sumida en sus pensamientos. Su ceño fruncido y los ojos llenos de duda reflejan su incredulidad hacia mis palabras. Sin embargo, pronto confirmará la canallada que le hizo su tío, pues estamos llegando a la mansión. Apago el motor, retiro el cinturón de seguridad y abro la puerta del vehículo, pero no tengo tiempo de comportarme como un caballero y ayudarla a bajar, ya que sale disparada con el rostro rojo de rabia y un andar apresurado. Inclusive la observo ignorar los saludos de los sirvientes a su paso. La verdad está cegada por su furia, y será un espectáculo ver como destroza a Paul y la perra de Caroline, ni loco me pierdo este momento.
Así avanzo con paso firme a la puerta principal, pero apenas entró escucho resonar el chillido de las botas de Tassia, quien se dirige a la sala de estar, donde Paul nos espera junto a los abogados de la familia. En segundos el rostro de Paul se tuerce en una sonrisa forzada al verla entrar, pero sus ojos revelan su nerviosismo.
–Tassia, me alegra que hayas llegado– dice Paul, intentando mantener la calma–. Necesitamos hablar sobre el testamento de mi padre.
–No tengo nada que hablar contigo, tío. O mejor dicho sí, ¿Por qué mierda no puedo volver a Texas? ¿Acaso me lo vas a impedir? –espeta Tassia, su voz cortante como un cuchillo–. ¿Tiene que ver con el puto testamento de mi abuelo? ¿Cuáles son cláusulas que debo cumplir para tener mi libertad?
–¡Tassia! Ese lenguaje no está permitido en la casa, menos delante de mi presencia. Le debes respeto a tu tío, a mi esposo– interviene Caroline con su voz chillona llena de reclamos y su pose de superioridad, pero es como desatar a la fiera en Tassia. Ella camina enfurecida para enfrentar a la perra.
–¡Cállate bruja! Porque estoy segura de que estás detrás de esta trampa, ¿Qué quieres para darme mi libertad? –brama la fiera al rostro de Caroline y un silencio opresivo nos envuelve sumergiéndome en mis pensamientos más oscuros.