Mi destino
Actualidad
Provins, Francia
Tassia
Alguien mencionó que es un milagro vivir en plena libertad, tener la valentía de hacer tu voluntad e ir contra la corriente en busca de tu felicidad. Ser libre es más que no vivir encerrado en una celda; es también no permitir que nadie te domine ni influencie tus decisiones, especialmente en una sociedad donde la vanidad, la hipocresía y el egoísmo están a la orden del día. Aunque para tener esta libertad, puede ser necesario renunciar a tu propia familia, a tus raíces y a lo que conocías como tu hogar, porque es más fuerte ese deseo.
Supongo que mi madre fue una mujer valiente, porque tuvo la firmeza de no acobardarse ni dudar de su decisión de casarse con mi padre, pese a la oposición de su familia y las amenazas de mi abuelo Pierre de desheredarla. Para ella, su amor por mi padre fue más importante que cualquier fortuna o estatus social, aunque eso significara renunciar a su familia y sus raíces. Ella tuvo que adaptarse a otro estilo de vida en otro país, en un ambiente completamente diferente, lejos de los lujos y las riquezas de su familia. Mi difunto padre era un vaquero, dedicado a participar en rodeos en Texas, domando al más salvaje de los caballos. Sí, eran polos opuestos: él, un hombre rústico, y ella, una dama de la alta sociedad francesa, proveniente de una de las familias más ricas e importantes.
En fin, creí que nunca tendría que cruzarme con los snobs de mis parientes, pero el destino me arrebató a mis padres hace unos meses en un accidente de autos. Además, mi abuelo insistió en que pasara una temporada en Francia. No sé si fue producto de la culpa, una manera de redimirse o simple curiosidad por conocerme, hasta ese momento no entendía sus razones, aunque con el transcurrir de los días lo descubrí, estaba muriendo a causa del cáncer en el pulmón. Sin embargo, no espere que le quedará tan poco tiempo de vida.
Y aquí estoy en su funeral rodeada de desconocidos quienes me escudriñan de pies a cabeza como si fuera un bicho raro. Admito que no llevo trapos elegantes como ellos, pero no estoy desnuda, más bien uso pantalón, blusa, mis botas y me saque mi sombrero de vaquera, en respeto al difunto, entonces no entiendo sus miradas invasivas, pero no son los únicos que me miran con desagrado. A un costado está mi tío Paul vestido con su traje n***o, un sujeto manipulado por su esposa, Caroline. A mi tío le falta carácter, endereza y coraje, además no me gusta su manera servil de tratarme, es como si buscará complacerme y ganarse mi confianza algo que me desconcierta, aunque es un poco más civilizado que la bruja de su mujer. Ella vive dando órdenes, controlando hasta el aire que respiran los empleados y lo peor metiéndome por los ojos al imbécil de Leroy Roux.
–Tassia no pierdas a semejante partido, Leroy es un hombre educado, culto, hijo de una de las familias más prosperas de Francia y sobre todo recuerda que es uno de los accionistas de las empresas de tu abuelo.
Juro que estoy cansada de sus insinuaciones, poco me importa el estirado, puede ser guapo con su cabello rubio, su barba rebajada y su porte atlético, no digo lo contrario, pero esa sonrisa segura, su mirada extraña, su manera pretenciosa de hablar de sus cualidades, no me sirven. Un hombre no puede ser vanidoso, es sinónimo de egocentrismo, de narcisismo y a la larga es un peligro su ego de superioridad. Además, si todavía no le he dado un par de bofetadas es porque el idiota no ha hecho méritos, es demasiado cauteloso y mañoso para mi gusto.
Sin embargo, una de las cosas que más detesto es esa necesidad de vivir tratándome como si fuera una salvaje e inculta, es cierto que no tengo sus modales finos y muchas veces digo lo que pienso sin filtros, pero debería ser lo óptimo poder ser sincero. Para ellos es un escándalo que hable sin pudor, al punto de escuchar sus reclamos:
–No puedes decirle al tipo que su esposa es demasiado joven para él, menos que se caso con él por interés, así sea verdad, ¿No comprendes que no debes ser sincera? No puedes siempre hablar lo que piensas, no es correcto– me reprochó mi tío y torcí la boca.
–Lo lamento, pero no puedo ser hipócrita. Encima alguien debería abrirle los ojos al pobre viejo, la zorra lo está engañando con su chofer– refuté y me clavó su mirada intimidante.
–Tassia debes comportarte, tampoco es admisible tu lenguaje. Enderézate y usa los cubiertos para alimentarte– intervino la bruja de su mujer y a propósito comía con las manos, sorbia la sopa y hacía todo clase de ruidos en la mesa.
Además, tampoco me gusta que quieran vestirme como una muñeca de porcelana y eso me ha traído algunos problemas. Hace dos semanas atrás la bruja de Caroline se atrevió a revisar mi closet. La perra estaba rompiendo mis ropas sin preguntarme mi opinión.
–¡Bruja! ¿Qué mierda haces en mi habitación? ¿Con qué derecho te atreves a revisar mis cosas? –reclamé a los gritos y ella me devolvió una mirada indiferente mientras agarraba mi ropa con la punta de sus dedos con su cara llena de desprecio y repugnancia.
–Esta ropa de campesina no es la adecuada para una Fournier. Debes vestir de acuerdo a tu nueva posición, no puedes exponernos al ridículo público usando estos trapos, ¿qué dirá la sociedad francesa? –espetó con su voz fría y llena de desdén, lo que me hizo estallar. Estaba con mi rostro rojo de la rabia, apretaba mis nudillos con fuerza y respiraba alterada. –Te estoy haciendo un favor y deberías darme las gracias, no sacar las garras como una fiera salvaje– añadió la bruja mientras tiraba mi ropa en el piso.
–Seré una campesina, y todo lo que quieras, pero no una vividora como otras perras, tampoco me importa lo que piensen esos estirados de los amigos de mi tío Paul– admití, y la bruja abrió los ojos escandalizada.
–Muchacha malcriada para qué pierdo el tiempo queriendo educarte, es imposible hacer milagros contigo si eres una salvaje igual al rústico de tu padre. No sé qué vio Charlotte en él.
La furia burbujeaba dentro de mí, una corriente abrasadora que me quemaba desde adentro. No podía permitir que esta mujer me humillara así, que pisoteara mi dignidad como si fuera una alfombra vieja.
–¿Sabes qué, Caroline? –le respondí, acercándome hasta quedar a solo unos centímetros de su cara. Sentía su perfume caro mezclado con su desprecio, pero no me detuve–. Puede que no tenga tus modales ni tu “sofisticación”, pero al menos tengo algo que tú nunca tendrás: integridad. No necesito esconderme detrás de vestidos caros y falsas sonrisas para saber quién soy. No soy un títere de nadie, y no necesito tus favores ni tus malditas lecciones de etiqueta.
La bruja me miró con una mezcla de incredulidad y asco, y su boca se curvó en una mueca despectiva. Sin embargo, antes de que pudiera replicar, la puerta se abrió de golpe. Mi tío Paul entró en la habitación, su rostro una máscara de seriedad y preocupación. Sus ojos pasaron rápidamente de Caroline a mí, y luego a la ropa desparramada por el suelo.
–¿Qué está pasando aquí? –preguntó con una voz que intentaba ser calmada pero que no podía ocultar del todo la tensión. Caroline se enderezó, adoptando de inmediato su pose de mártir ofendida.
–Paul estaba tratando de enseñarle un poco de decoro a esta salvaje– dijo la bruja con voz fingida. –Simplemente no entiende lo que significa ser una Fournier.
Mi tío suspiró, pasando una mano por su cabello canoso. Me miró con una mezcla de cansancio y algo más, algo que no podía identificar. ¿Desilusión? ¿Frustración?
–Tassia, por favor, intenta entender nuestra posición –dijo finalmente, su voz baja pero firme–. Aquí no solo se trata de ti, sino de toda la familia. La sociedad tiene expectativas y debemos cumplirlas.
–Me importa un carajo, soy ave de paso, no viviré aquí eternamente, tampoco me interesa cambiar por unos snobs. He dicho– bramé y di media vuelta para encerrarme en el baño.
Al final, estoy aceptando las condolencias de estos snobs ante el ataúd con el cuerpo de mi abuelo cubrirse de tierra, pero me canse de los ojos fríos y calculadores de los asistentes, más bien necesito escapar de este escenario opresivo e hipócrita. Así avanzo unos pasos en dirección a la salida, deseando escapar de este escenario opresivo. Escucho la voz del estirado de Leroy y, forzada, me detengo. Suelto un suspiro de frustración y me giro para contemplarlo.
–Tassia, te llevo en mi auto a la mansión, así me cuentas un poco lo que tienes pensando hacer después de la lectura del testamento de Pierre– habla el estirado con su voz afable, le lanzo una mirada profunda y desafiante.
–La pregunta es tonta, Leroy. Volver a América, no me interesa quedarme en Francia, ¿Cuál es el propósito? ¿Soportar a la bruja de Caroline? –respondo con mi voz irritada y él frunce el ceño por mi tono.
–Supongo que Paul no te informó de tu situación. La casa en la que vivías estaba hipotecada. Para colmo, tus padres estaban atrasados con las cuotas. Como consecuencia, es del banco. No tienes ninguna posesión, ni siquiera tu caballo. Es decir, no tienes dinero para volver a Estados Unidos– informa el estirado con su voz de desdén, y mi rostro se contrae con incredulidad y rabia.
–No me importa, puedo trabajar de lo que sea. Reuniré el dinero para mi boleto de avión y me regresaré a Texas, pero no me quedo un solo día más en Francia– argumento y miro la incredulidad en su rostro.
–Paul no lo permitirá. Estás bajo su tutela, aún no cumples los 21 años de edad y para sumarle debes cumplir ciertas cláusulas que dejó Pierre en su testamento para tener tu libertad. Pero si no crees en mi palabra, escuchemos a los abogados, ¿Te parece? –comenta con su pose formal y me deja con el rostro desencajado. Abro los ojos de par en par por sus palabras, sumergiéndome en una espiral de dudas y desesperación.