Solo cinco años.

1191 Words
Me sube a su camioneta junto con él y esta arranca en cuanto la puerta se cierra, su mirada está fija en mí y me da miedo. —Estás contando— me dice. —Que te importa— contesto y sostengo mi cabeza, el dolor es más fuerte. —Ana— me dice en un tono de advertencia. —¡Que soy Keres!.— me mira. —Keres. —Elijah. Me jala pegándome a él y aprieta con toda su fuerza mi brazo, muerdo mi lengua para evitar gritar, intento moverme, pero su agarre es demasiado fuerte, Ana amenaza con tomar el control. El toque de cualquier hombre me da miedo, sin embargo, sin embargo… —Suéltame— le digo sería, pero no lo hace —Suéltame— vuelvo a decirle —¡Suéltame!— le grito tan fuerte como puedo. —¿¡Que te pasa!?— me suelta alterado. —No se nada— le digo recordando aquella vez que abusaron de mí, se acerca para tocarme —¡No! ¡No me toques!— me pego a la puerta y me protejo con mis piernas. —Jefe— le dice el conductor. —Sigue avanzando— le contesta. —¡No es real!, ¡¡no es real!!.— me pego en la cabeza —No sucede otra vez, nadie toca mi cuerpo, nadie lo hace, no es real, Ana, no es real— me repito una y otra vez. —Keres— me dice. —¡Shh!— digo mirándolo —Uno, no está dentro de mí. —Pero que mi… —Dos, mi ropa está puesta, tres— respiro profundo —Tres, no me tiene contra la mesa, cuatro, la tortura si funciono en mí, cinco, nunca entre a ese lugar con ese agente. No sangre, mi pómulo nunca estuvo abierto, sus manos nunca me tocaron… —Toma un poco de agua— pone la botella en mi mano —Keres, Ana, quien seas toma agua— me repite cuando no hago nada y solo veo por la ventana. —¿Qué tengo que hacer para que me dejes libre?— le pregunte entre lágrimas —¿Tengo que seguir tus órdenes?, Tengo que dejar que me toques, dejar que uses mi cuerpo hasta que te sacies, dime que tengo que hacer. —Serás libre cuando yo muera. —Utilízame, quieres hijos, te los puedo dar, quieres golpearme, hazlo, pero solamente déjame libre. —Keres. —No sabes lo que se siente querer morir, pero al mismo tiempo querer vivir libremente, quiero matarme cada día de mi vida— lo miro —Y ni eso puedo hacer— le digo con la voz entrecortada —Estoy atrapada nuevamente con el hombre que me compro cuando solo tenía 17 años. —Para el auto y baja— le ordena al chofer. No duda nada y lo hace sin importar si van carros o no, solo obedece, deja el carro y se baja dejándonos a los dos solos. —Solo úsame y déjame libre— le repito. —Solo serás libre si yo muero— repite otra vez. —No me ves, mírame, soy un desastre, no soy aquella joven que entro en aquel lugar impresionado por las botellas de tequila, estoy cubierta de cicatrices en todo mi cuerpo, no valgo ni una cuarta parte de lo que pagaste por mí. —No me importa, eres mía— me contesta como si no escuchara lo que acabo de decirle. —Sé que tienes que hacer uso de lo que compraste, puedes usarme y después tirarme, si lo haces prometo solo vivir cinco años, los mismos que viví en la cárcel, después de eso yo misma terminaré con mi vida— le suplico —Solo cinco años no más, no menos, por favor. —¿Por qué solo cinco años?— me pregunta. —Porque no sería capaz de vivir más, quiero llenar de vida esos años que pase en la cárcel, después de eso moriré como siempre quise. —No eres ni la sombra de lo que eras en ese entonces— me dice con asco. —No lo soy— le contesto —El sol se olvidó de iluminar mi vida e hizo desaparecer lo que era y ahora por más que se mantenga la sombra nunca aparecerá. —Si quieres morir, entonces morirás por mi mano— me dice sacando su arma —No vivirás esos cinco años, ni te llenarás de vida. Me acerco al arma que apunta y recargo mi cabeza, el frío metal en mi frente dejo de darme miedo después de ser amenazada, miles de veces y herida unas cuantas más, pero en esta ocasión se siente alivio. —Hazlo— agarro su mano —Jala el gatillo y llévate la vida de alguien que no la necesita. —¿Estás segura de lo que estás pidiendo?— me pregunta. —Tan segura como el hecho que siempre fui inocente de lo que se me acuso. —Voltéate, no quiero ver tú ojos. Lo hago, me doy la vuelta y escucho, es seguro ser quitado, cierro los ojos esperando el momento en que la bala impacte mi cabeza y me libere de esta tortura que siguen llamando vida, sonrió al escuchar que jala el gatillo, nunca pensé que la muerte me haría sonreír nuevamente. La bala pasa sobre mi cabeza, atravesando el pequeño hueco de la ventana, impactando en el centro de la frente de uno de los guardias de seguridad que vigilaban los alrededores. Me quedo sin palabras, mi sonrisa se desvanece, los demás guardias solo lo recogen y lo suben a otro carro, como si supieran lo que él iba a hacer. El dolor que siento al no ser yo quien murió es tan profundo, esa debía de ser yo, no él, sino yo. —¡Esa debía de ser yo!— le grito con fuerza. —Él sabía que te llevaron a la cárcel y jamás me lo dijo, aun sabiendo que te buscaba— me dice —Fue uno de los culpables de que Ana no exista— me dice en el oído —Y también uno de los que ayudaron a que naciera Keres. —¡Dispara!, matemos a Keres también— le digo —¡Mata a Keres, mata a Ana!. —Eres una maldita desquiciada. —No tienes valor para matarnos— le digo. —¡Vámonos!— grita. —Cobarde de mierda— le digo —Eres un maldito cobarde. —Sonreíste— me dice —Me gusto, tal vez Keres pueda sonreír. —Psicópata de mierda— le digo y solo me mira —Tengo hambre— le digo y se suelta riendo. Me es raro escucharlo, reír, pero agradable también al mismo tiempo, es esa clase de hombre que te provoca confusión por su forma de ser tan extremista. Me abrocho el cinturón y me giro a ver la ventana, ni siquiera me di cuenta en que lugar estábamos y el porqué pudo disparar sin que la gente llamara a la policía, era un lote baldío olvidado en medio de la nada
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