Ver ese par de zapatillas me revolvió la mente, sumando puntos a este mar de emociones que surgieron desde que mire a mis hermanas, creo que es todo lo que mi mente puede soportar.
—Quiero irme— le digo.
—Pero aún no terminamos de comprar.
—Elijah, es mi límite— le digo esperando a que lo entienda.
Su mirada recorre mi cuerpo y después pasa a mirar al empleado, no lo espero y salgo de la tienda, camino hasta la barandilla y miro hacia abajo, ¿Si me tiro de aquí moriré o solo me romperé algo?.
Esa clase de pensamientos se han vuelto comunes en mi mente desde que me llevaron a la cárcel, ¿Si el carro choca y salgo estampada moriré?, ¿Si me pegan asi puedo morir?, todo lo que pienso es en las formas en las que puedo morir esperando a que algún día pase.
—Vamos a casa— me dice Elijah.
—¿Tengo casa?— pregunto sin dejar de ver abajo.
—La mía— me dice al mismo tiempo que me retira de la barandilla.
—Esa es una clase de prisión para mí.
—No lo es— me dice mientras me tira de la mano para avanzar.
—¿Puedo irme cuando quiera?.
—No.
—¿Puedo salir cuando quiera?.
—No.
—¿Puedo traer a amigos?.
—No.
—Ves es una cárcel, no tengo libertad.
Lo escucho hablar, pero mientras bajamos por las escaleras eléctricas, mi mente comienza a imaginar que es lo que le pasaría, si lo empujo y cae, el camino es largo ¿Morirá? ¿Su cabello se atascara y le arrancara el cuero cabelludo?. Muero de ganas de hacerlo, tal vez no moriría, pero al menos saldría bastante herido, entraría en coma, asi podría huir y…
—¡Ana!— grita con fuerza
¿¡Lo aventé sin que me diera cuenta!?, mi corazón late de emoción solo por espera a que lo hubiera hecho.
—¡Te estoy hablando!— grita de nuevo.
Grita mucho para estar herido, pero el que lo haga significa que todo quedo en mi mente otra vez.
—Lo siento, tanta estupidez no entra a mis oídos— le contesto molesta, por el hecho que esté bien.
—Yo no sé cómo pude ser capaz de comprar a alguien como tú— me dice mientras me aprieta del brazo para meterme a no sé donde.
—Por estúpido, baboso, pendejo— suspiro —Tienen muchos sinónimos del porqué.
—Maldita psicópata— me dice molesto.
—¿Por qué compras menores de edad?— le pregunto —¿Tienes un fetiche? ¿Eres un pedófilo?— su respuesta fue una dura cachetada —Tengo razón entonces.
—¡Que sea la última vez que me llamas asi!.
—Pero eso es lo que eres, un pedófilo que sé excita acostándose con menores de edad, hacerlas sus sumisas o esclavas.
Su respuesta fue un golpe con su puño en su cara y entre más me golpeaba, más ganas me daban de seguirle diciendo sus verdades.
—Vas con la persona que más necesita dinero, compras a la hija menor que te llame la atención y las alejas de todos— golpe. —¿Si no hay madres que haces? Las compras y facilitas, la trata de blancas o solo secuestras a las menores en la escuela…
Esta vez su golpe fue más fuerte, pero ni loca lloro frente a él y si no lloro, rio, me suelto riendo con ganas, burlándome de él tanto como puedo.
—Llévenla al sótano, nada de agua o comida.— les ordena a sus empleados.
—¡Qué triste es no soportar la verdad!— le grito mientras me arrastran —¡Psicópata de mierda!.
Lo veo quedarse quieto mientras me bajan, rio para no llorar, rio hasta que me tiran a un lugar y escucho unas cadenas.
—Debiste obedecer— me dice una voz cuando todos se van.
—¿Quién eres?— le pregunto a la mujer que miro encadenada a unos metros de mí.
—Alguien que lo reto— me contesta —Sea lo que sea, discúlpate y obedece.
—¿También te compro?— pregunto.
—Mi padre le debía al de él, fui su p**o y me casaron con su hijo.
—La que era madre de Ana me vendió.
—¿Quién es Ana?.
—Esa era ¿yo?— le digo —Pero murió y ahora soy Keres.
—Entonces tu madre te vendió— me dice.
—La de Ana, hace cinco años— le contesto —Legalmente soy huérfana y me llamo Keres.
—¿No te duele?— la miro —Los golpes, apenas…
—No siento la cara— le digo riendo —Pero puedo decirte que he estado peor.
—No suele golpear a las personas— me dice.
—¿Lo estás justificando?— le pregunto.
—No, es solo que cuando sus mujeres llegan, no les toca ningún cabello, suele respetarlas…
—Pero al fin de cuentas estamos las dos aquí— la interrumpo —Compra mujeres, les pega, las mantiene encerradas ¿No es muy poco respeto?.
—No lo conoces, si tiene reglas, pero no hace nada para dañarlas, cuando ama…
—No dejes que se enamore de ti, no te enamores de él y nunca te cases con él— le digo —Esas fueron las advertencias que Tabita me dio hace unas horas, ¿Esas advertencias no se hicieron por algo?.
—No lo conoces, realmente no lo conoces, cuando él se enamora y ama lo hace de verdad, lo hizo conmigo, yo puedo decirte la verdad.
—¿Entonces porque estás aquí? No dices que cuando se enamora y ama lo hace de verdad ¿Por qué estás en el sótano en esas condiciones? Ni cuando estaba en la cárcel me miraba asi y sé dé lo que hablo.
—¿Eres la hija de una de las trabajadoras?— me pregunta sorprendida.
—Era.
—Lamento que estuvieras en la cárcel, yo no quería hacerlo, el agente dijo que…
Se abre la puerta y entran varios guardias con Elijah.
—Fue mi culpa…
—Llévatela— ordena Elijah.
—El agente dijo que…
Me levantan y me sacan lo más rápido que pueden, impidiendo que escuche lo que esa mujer quiso decir.
—¡Esperen! Déjenme escuchar lo que… — el sonido de una pistola suena tan claro —¡Nooo!— grito —¡Maldito hijo de puta, debía saber lo que estaba diciendo!.
—Desháganse del cuerpo— le ordena.
—¿¡Porque lo hiciste!?— le reclamo.
—Tabita, trae el botiquín.
—¡Contéstame maldita sea!— le grito.
—Sea lo que sea estaba loca, ya no sabía de lo que hablaba.
—No soy tonta Elijah, ella sabía algo de mí y cuando supiste entraste para impedirlo.
—¡Es mi puta casa y hago lo que se me dé mi puta gana!— me grita.
—Eso lo tengo claro, pero cuando se trata de mí, ¡Me vale madres si es o no tu maldita casa!.
—Señor— le dice Tabita al mismo tiempo que le entrega el botiquín.
—¿Ella planeó?— no termino la frase, él se acerca con algodón y alcohol —Quita esa mierda y contéstame ¿Fue ella responsable?.
—Te dije que estaba loca.
—¿Si estaba loca como sabía eso? ¿Cómo sabía lo del agente y de quién era hija?— le pregunto.
»¡Grita!«
»¡¡Grita!!«
»¡¡¡Grita!!!«
»¡¡¡¡Grita!!!!«
»¡¡¡¡¡Grita!!!!!«
Lo hago tan fuerte como puedo, grito exigiendo una respuesta a algo que quisas no quiero saber, a algo que quisas sea mentira, aunque dentro muy dentro de mí sé que sea lo que ella quería decir, es verdad y murió por ello.
»Que envidia«.