Simone caminaba de un lado a otro en su despacho, inquieto. El día había comenzado con la misma rutina de siempre, pero algo dentro de la casa se sentía mal. Ginevra llevaba varios días sin hablarle, pero esta vez era diferente. Ella no había salido de la cama, no había comido en todo el día, y Simone comenzaba a notarlo. Por lo general, su naturaleza dominante y firme lo llevaba a no ceder ante lo que él consideraba simples caprichos, pero esto... esto lo tenía preocupado. Se detuvo frente a la puerta de su habitación, el ceño fruncido mientras debatía entre entrar y exigirle que comiera o intentar una aproximación más suave. Finalmente, empujó la puerta con cuidado y entró en la habitación. Ginevra estaba tumbada en la cama, su rostro hacia la pared, ignorándolo por completo. Había