Angelo entró en su casa y el silencio lo golpeó de inmediato. Era un silencio incómodo, uno que no había notado hasta ese preciso instante. La casa, normalmente llena de la energía inagotable de Renata, ahora parecía más grande, más vacía de lo que recordaba. Durante toda la semana, Renata había estado en casa de sus padres, y aunque en un principio pensó que disfrutaría de la paz y la tranquilidad, la ausencia de su hermana lo hacía sentir... extraño. Cada rincón de la casa parecía estar vacío de vida. No había gritos, risas, ni las interminables conversaciones que Renata siempre traía consigo. Incluso los escándalos que solía montar por las razones más triviales eran parte de la vida cotidiana de Angelo, y ahora, sin ella, la casa parecía un cascarón hueco. Como antes. No lo s