Greta había estado evitando ese momento desde el día en que Simone fue llevado de urgencia al hospital. Las cámaras de seguridad que captaron lo que le sucedió a Simone estaban en su poder, bloqueadas detrás de la pantalla del teléfono de Simone. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarlo, pero hasta ahora había encontrado excusas para no hacerlo. El miedo a lo que descubriría la paralizaba. Esa tarde, sentada en su habitación, el teléfono estaba desbloqueado sobre la mesa de noche. El dispositivo le devolvía la mirada, inmóvil, esperando a que ella diera el paso que había estado evitando. Las lágrimas rodaban silenciosas por sus mejillas, mientras miraba la pantalla con una mezcla de dolor y temor. —Tengo que verlo —murmuró para sí misma, su voz apenas audible. Se levan