Greta se miraba en el espejo de la habitación del hotel, ajustando los últimos detalles de su ropa.
Llevaba un traje de dos piezas, un conjunto de chaqueta y pantalón en un tono oscuro que acentuaba su figura sin ser demasiado revelador. La chaqueta tenía hombros ligeramente estructurados, dándole una apariencia más imponente, mientras que el pantalón caía recto, elegante y seguro. Sus tacones negros la elevaban unos centímetros, y cada paso resonaría con confianza en los pasillos del antiguo monasterio donde se llevaría a cabo el encuentro.
El cabello recogido en un moño pulcro, sin un solo mechón fuera de lugar, completaba el aspecto. Parecía una mujer segura, lista para enfrentarse al desafío más grande de su vida.
Pero por dentro, Greta sentía el peso del miedo.
Antes de salir, se
