—No podemos más, Simone —dijo Francesco Lombardi con frustración evidente en la voz—. Hemos perdido demasiados hombres en las últimas semanas. Angelo Queen ha sellado Palermo como una fortaleza. Las rutas alternativas hacia España y Portugal solo nos llevan a pérdidas. Simone, sentado en la cabecera de la mesa, escuchaba a sus hombres sin levantar la vista. Los informes estaban sobre la mesa, y cada uno de ellos confirmaba lo que ya sabía: Angelo Queen había cerrado Palermo, y lo había hecho con tanta precisión que sus operaciones estaban paralizadas. Todo lo que habían construido durante años se desmoronaba poco a poco. —Non possiamo fermarci —respondió Simone con frialdad—. Si nos detenemos, todo lo que hemos hecho se pierde. Si mostramos debilidad ahora, estamos acabados. Giovanni Es