Angelo Queen estaba sentado frente a dos hombres que representaban algo más grande que el simple poder de Palermo. Estos hombres eran los encargados de transmitirle las decisiones de quienes realmente manejaban los hilos del poder en Sicilia. Aunque Angelo, como underboss de la familia Rizzo, ejercía control sobre Palermo, sabía que aún respondía a un orden superior. No obstante, el peso de su nombre y su autoridad no podían ser ignorados. Aun así, esta conversación no iba a ser fácil. —Simone ha movido sus fichas —dijo uno de los hombres, Aldo, con un tono firme—. El sabotaje en el puerto de Trapani no es un simple aviso. Nos está diciendo que está dispuesto a llevar esto más lejos de lo que cualquiera de nosotros pensaba. Angelo permaneció inmóvil en su silla, sus ojos grises observa