Greta se miraba en el espejo mientras terminaba de abrocharse la blusa. El reflejo que le devolvía la mirada parecía el de una mujer fuerte, elegante y segura, pero por dentro estaba destrozada. Pasó la noche anterior junto a Simone en el hospital, vigilando cada pequeño cambio en su respiración, en sus movimientos, pero lo único que resonaba en su mente era ese nombre que había salido de sus labios al despertar. Ginevra. No pudo dormir ni por un segundo desde que lo escuchó. ¿Por qué ella? Las manos de Greta temblaban ligeramente mientras ajustaba su falda. No importaba lo que hiciera, el dolor era constante, como una daga en el pecho que nunca dejaba de torcerse. Simone estaba vivo, pero parecía que su corazón nunca le había pertenecido, lo sabía, pero eso no hacía que doliera men