—¿Noche de bodas? —dijo para sí mismo con burla. En la oscuridad de la noche, Simone salió de la mansión, donde uno de sus hombres lo esperaba junto a un sedán n***o. La caza había comenzado. Ginevra había logrado escapar por segunda vez en un tiempo récord, pero Simone sabía que no podía haberse ido muy lejos. Ella no tenía los recursos para desaparecer completamente, y cada vez que lo intentaba, él siempre encontraba una pista, por pequeña que fuera. Era como si dejara migajas para que él pudiera encontrarla y eso le encantaba. —¿Qué sabemos? —preguntó Simone mientras se subía al coche. El hombre que estaba al volante, uno de sus más leales, miró por el retrovisor antes de responder. —Todavía estamos investigando, padrone. Los contactos en Catania no han oído nada, pero enviam