Capítulo 03| "La propuesta"

1624 Words
—Hoy debo de ayudarle a tu padre en el taller —comunica Thiago, dejándose caer a mi lado bajo el enorme árbol de corteza que adorna el centro del patio de Fairfield, besa mi mejilla y golpetea mis dedos con los suyos—. Después iré por un par de cervezas, ¿Quieres acompañarme, cariño? Niego con la cabeza, dejando salir el humo del cigarrillo por mi boca. —Sabes que no tomo. Arqueó una ceja, viéndome fijamente con un destello de diversión en su mirada gris. —¿Quieres recordarme otra vez por qué no lo haces? —No quiero morir de cirrosis a como lo hizo mi madre. —Irónico —musita, sonriendo—. No quieres morir de cirrosis, pero ves más atractivo morir de cáncer de pulmón. Lo miro fijamente, tratando de encontrar el chiste en su oración. Pero en vez de renegar y discutir con él, hago lo que Sky Blue acostumbra hacer cuando alguien trata de decirle que hacer, doy una calada al cigarrillo y suelto el humo en su rostro. Thiago comienza a toser, alejando el humo con sus manos con desesperación. Me echo a reír, dejándome caer de espaldas en el césped. Aun recordaba la primera vez que lo vi, llevaba un paquete de cigarrillos en su bolsa, pero aun así nunca había probado uno, cuando le pregunté el por qué los cargaba, su respuesta me había sacado de onda y no dejé de burlarme de él por los siguientes ocho días: —¿Has visto bajo la misma estrella? Quería probar si la metáfora de Augustus me ayudaba a conseguir una linda chica —fue lo que había dicho. —No vuelvas hacer eso, Sky —gruñe, fulminándome con la mirada. Vuelvo a sentarme, elevando las comisuras de mis labios en una media sonrisa. —¿Qué? ¿Esto? —indago, haciendo exactamente lo mismo. Un chillido dejó mis labios cuando él inmovilizó mis manos y aplastó mi cuerpo con el suyo en un rápido movimiento. Traté de removerme, pero mi baja estatura no me era de ayuda ante su enorme cuerpo. Él sostuvo mis manos sobre mi cabeza, mientras una petulante sonrisa se abría paso en sus labios. —Te dije que no lo hicieras, Cenicienta. —Thiago... si el director nos ve, estaremos en problemas —arguyo, tratando de liberarme. Su cabeza bajó, hasta esconderse en la curva de mi cuello, donde sus labios comenzaron a besar suavemente hasta llegar a mi oído. Apreté los labios con fuerza, tratando de no jadear, odiaba que me hiciera esto estando tan expuestos. Sabía que no pasaría mucho tiempo, antes de comenzar a escuchar murmullos a mí alrededor. —Thiago, mi amor. Por favor, deja de hacer eso —espeto, cerrando los ojos a la vez que trago con fuerza. —¿Qué? ¿Esto? —cuestiona, utilizando el mismo tono de voz que yo había utilizado con él, antes de que sus labios volvieran a atacar mi punto débil. Mi piel se erizó, cuando su lengua lamió el lóbulo de mi oreja—. Deberíamos de saltarnos las siguientes clases, ¿No crees? —murmuró a mi oído. —No, no lo creo —dije, encogiéndome y echándome a reír cuando su nariz hizo cosquillas en mi cuello. —No me culpes —rio, acostándose a mi lado—. Tú —me señaló, apoyándose en uno de sus codos—, me tienes hechizado, pequeña Cenicienta. Sonreí, apagando el cigarrillo contra el suelo. —Suelo causar ese tipo de sentimientos en la gente. Sus labios se curvean en una sonrisa, la cual me sorprende con la facilidad que es borrada de su rostro, dando paso a un ceño fruncido y a que de su boca salieran unas pequeñas maldiciones. Muevo mi cabeza para mirar lo que ha ocasionado en él ese repentino cambio de ánimo. Mi mirada se cruza con la de Carlos, el chico que es la mano derecha de Leo en el asuntito de la distribución de drogas, lo que ocasiona que mi estómago se encoja, al darme cuenta que tal vez Leo ya se dio por enterado sobre el fallido intercambio de la noche anterior. —Robles, Blue. Es bueno encontrarlos juntos... no es que alguna vez estén separados, después de todo —dijo encogiéndose de hombros, sentándose frente a ambos. —¿Qué quieres, Carlos? —espeto, sentándome correctamente. —Leo supo lo de anoche... ese pequeño trabajo nos ha dejado pérdidas, chicos. —No volverá a pasar, la próxima vez seremos más cuidadosos —murmura Thiago, entrelazando sus dedos con los míos. —No me queda duda de ello, muchachones —asiente el otro—. Es solo que Leo quiere verlos a ambos a las 5 pm en el depósito. —Tengo que trabajar en el taller de mi suegro, ¿No puede ser después? —No. Y será mejor que no lo hagas enojar, Robles. Leo anda muy sensible últimamente —advierte, antes de levantarse y seguir con su camino. Thiago jadeó, dejándose caer de espaldas en el césped otra vez. Llevó una de sus manos a su frente y tragó con fuerza. Desvié la mirada, odiándome por haber sido la causa de que ahora él estuviera en esta maldita banda. Jugueteo con el pañuelo que llevo en mi muñeca y luego jalo de él con fuerza, arrancando ese pedazo de tela para luego tirarlo lejos de mí. Un sentimiento de repulsión pronto se había apoderado de mí. Y el deseo de poder salir de esa vida me invade; no quería seguir trayendo y llevando drogas por toda la ciudad, ya no quería seguir escondiéndome de la policía, solo anhelaba ser una adolescente normal, la cual llevaba un romance normal con el chico que amaba. —Podríamos escapar —miro a Thiago, quien tenía su mano extendida hacia mí. La tomé y acomodé mi cabeza sobre su pecho. —¿Escapar? —respondí riendo—. ¿Y a dónde iríamos? —Tennessee —dijo sin dudarlo—. Ahí viven mis tíos y mi primo. —No sabía que tienes familia en Tennessee. —Ajá. La hermana de mi madre contrajo matrimonio con un sujeto proveniente de ese estado. Viven allá desde que nació Thomas, que por cierto tiene tu edad, linda. Apoyé mis manos sobre su pecho y lo miré fijamente. —¿Hace cuánto no los ves? Dirigió su mirada hacia las nubes, quizás pensando en el tiempo que había transcurrido. —Como unos ocho meses, poco antes de conocerte había pasado una temporada con ellos. —¿Y ahora saben lo que haces? Rió, sacudiendo su cabeza. —Mis tíos me matarían si lo supieran. —Odio haberte arrastrado a esto —arguyo, escondiendo mi rostro en su pecho. —Tú no me obligaste a nada, mi amor —susurra, acariciando mi espalda suavemente—. ¿Entonces qué dices? Es una grandiosa idea, ¿No es así? —Lo es... solo que sabes que no puedo dejar a mi padre; lo atacarían a él. Dejó salir un lento suspiro de decepción. —De acuerdo —murmuró. Permanecimos en esa posición por el resto del tiempo que teníamos de descanso; hasta que la molesta campana que nos mostraba el inicio de la siguiente lección, hizo que nos pusiéramos de pie y volviéramos a separarnos. (...) En cuanto puse un pie en el living de mi pequeña casa, mi madrastra dejó de limarse las uñas para después repasar todo mi cuerpo con su mirada. Una mueca de asco se formó en sus finos labios. Mantengo su mirada, esperando el momento en que comience a soltar una sarta de porquerías en mi dirección, nada de eso lograba ya perturbarme, pues lo hacía más el rollo de mierda en el que estaba metida. Así que solo me dedico a aspirar una bocanada de aire y me preparo para ignorarla. —No entiendo cómo eres capaz de usar esos harapos. ¿Te has visto en un espejo? Pareces una pordiosera. Volteé los ojos, y avanzo hacia mi habitación sin decir una sola palabra. —Aún no termino contigo, niña —dice, cruzándose de brazos—. ¿Te has metido drogas hoy? He pensado que sería fantástico si te internamos en un centro de desintoxicación. —Claro, así te deshaces de mí, ¿Verdad, mami querida? —suelto, dándome la vuelta. Me lanza una mirada de hielo con esos ojos marrones que aborrezco tanto, y se pone de pie. —Lo digo por tu bien, Skyler. Las metanfetaminas son perjudiciales para el organismo, sería una lástima que tu vida acabe tan pronto como la de tu madre. Trago el nudo que se forma en mi garganta con fuerza, y aprieto las manos en puños a mis costados. —¿Qué? ¿Vas a golpearme? ¿Por decir la verdad? —Sonrió, yendo hacia la cocina—. Deberías de darle gracias a la vida por quitarte a esa vaga. Avanzo hacia ella y en un rápido movimiento la empujo, presionándola contra la pared. Chleo jadea, haciendo una mueca de dolor mientras aprieto su cuello con una de mis manos. —Skyler... suéltame, me-e estás haciendo d-daño —jadeó, en busca de aire. —Tú dices que necesito ayuda, quizás si te mato ahora mismo, pueda decir que lo hice debido al problema psicológico que poseo. Sus ojos casi se salen de sus órbitas, mientras intentaba alejar mis manos de su garganta. —¿Cómo? ¿Ahora no crees que soy capaz, cuando te la pasas repitiéndome que soy una delincuente? Yo de ti, cuidaría lo que esa lengua de serpiente te hace decir, ¿Qué tal si un día de estos tus sueños se hacen realidad? Suelto poco a poco el agarre y después doy dos pasos atrás, disfrutando de la mirada de terror que la pelinegra me dedica. —Púdrete, Chleo —pronuncio antes de desaparecer en mi habitación. Dejo caer mi mochila en el polvoso piso de tablas y me tiro de espaldas a mi cama. Cierro los ojos, tratando de calmarme, Chleo no es una de las chicas con las cuales había tenido una simple pelea callejera. ¡Era mi madrastra, joder! Ni siquiera podía pensar en hacerle daño. Aunque mis manos picaban por hacerlo Pero había mencionado a mi madre. Yo conocía todos los errores a los que ella había sido arrastrada, por lo que no soportaba que una bruja como ella, se la pasara recordándomelo como si fuese su pasatiempo. Justo ahora la propuesta de Thiago se veía tentadora, no quería pasar toda mi vida compartiendo la misma casa con esa mujer. Me senté y rebusqué en mi bolso por mi teléfono, me había llegado un nuevo mensaje, lo que ocasionó que mi respiración se atascara en mi pecho. De Leo: Tienes nueva entrega hoy, Sky. Y será mejor que hoy no tengas inconvenientes. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD