THIAGO
Paso la camiseta sobre mi cabeza, hago una bola con ella para después lanzarla al sofá.
Atravieso el pequeño living de la choza en la que vivo desde hacía un tiempo atrás, para ir a la cocina. Abrí el refrigerador para así obtener una botella de cerveza. Me senté en uno de los taburetes de la cocina, llevando la botella hasta mis labios para después dar un largo sorbo, permitiendo que el alcohol escociera en mi garganta.
Apoyo mi cabeza contra la pared y dejo salir un largo suspiro.
Mi vida desde hacía seis meses atrás, hasta el día de hoy, se había convertido en una completa mierda; amaba a Sky con toda el alma, pero si justo en el momento en que había puesto los ojos en ella hubiese sabido sobre el asunto en el que estaba involucrada, ni siquiera hubiera tratado de coquetearle.
Ésta no es la vida en la que me hubiese gustado terminar; sólo deseaba poder devolver el tiempo para no haber tomado la decisión de valerme por mí mismo. Justo ahora deseaba teletransportarme a Denver, a la casa de mis padres y decir "lo siento", mientras esperaba sentado frente a la chimenea, a que mi madre me preparase un delicioso chocolate caliente.
Pero ahora eso era muy tarde. Me había convertido en un maldito burro (porque el término "mula", no me gustaba utilizarlo), jalando mercancía por los barrios de Chicago, esperando el momento en que un balazo perforara mi corazón, o a que me atrapara la policía y me metieran un montón de años tras esos barrotes.
Sostuve la botella entre mis dedos, mientras una sonrisa de medio lado asomaba en mis labios.
Tres mil putos dólares... ¿Cómo carajos iba a conseguir esa cantidad de dinero en una semana?
Suspiré, elevando la botella otra vez para así tratar de no pensar en lo jodida que estaba mi vida.
Saqué el móvil de mi bolsa y busqué entre mis contactos a la única persona en todo los Estados Unidos, capaz de ayudarme.
Le di llamar y después acerqué el móvil a mi oído. No había dado el segundo tono cuando él me había tomado la llamada.
—¿Thiago? —habla con sorpresa.
—Thommy... ¿Cómo estás? —pregunto, mordiendo mi labio inferior.
—Pues sorprendido. Hace mucho no sé nada de ti, primo.
—Sí. Siento perderme por tanto tiempo; he estado algo ocupado.
—¿Estás en Denver, o sigues de rebelde en Chicago?
Hice una mueca, dejando la botella sobre la isla de la cocina.
—He tenido ciertas cosas que hacer aquí en Chicago.
—Siempre me he preguntado qué es eso que tanto haces ahí. La tía ha llamado muy preocupada a mamá en varias ocasiones.
—Necesito un favor —solté sin preámbulos, desviando el tema de la familia preocupada—. Siempre te ha gustado mi Harley ¿Cierto?
—¿Sí?
—Es tuya Thommy. Sólo necesito tres mil dólares.
Un frío silencio le siguió. Pude escuchar a mi primo cubrir el teléfono con su mano, para pedirle a alguien a su lado que hiciese silencio.
—¿Acaso estás demente? —Prácticamente gritó, ganándose las carcajadas de otro sujeto a su lado—. Digo... Tú amas a ese bebé. ¿Por qué te quieres deshacer de ella?
Sonreí, sacudiendo la cabeza.
—Porque estoy enamorado —dije sin dudarlo.
Un nuevo silencio se hizo presente por algunos segundos... Para que después la línea se llenara de dos pares de escandalosas carcajadas.
—¿Acaso estás permitiendo que el idiota de tu mejor amigo escuche lo que digo? —cuestioné, frunciendo el ceño.
—No —dijo sin dejar de reír.
—¡Venga, Thom! ¡Ponlo en altavoz, ya se dio cuenta! —escuché a Gael hablar, sin dejar de reír—. ¡Mierda, Thiago! ¿Ya no te dejarán venir a Tennessee para irnos de borrachera?
—Ya su tarjeta de macho, ha sido revocada por una dulce nenita —continuó hablando Thomas con diversión.
Solté una carcajada, negando con la cabeza.
—Creo que lo de ser dulce, no es su estilo, idiota.
—¡Oh! ¿Le gusta lo duro? Pues tienes suerte, Robles —agregó Gael.
—¡Oh por favor! ¡Cierra tu maldita boca, Green!
Hice una mueca de asco, ante las incesantes teorías que salían de las bocas de ese par de idiotas, de cómo mi chica se había convertido en una tal Anastasia, para mí.
¿Anastasia? ¿Quién carajos era esa tal Anastasia y por qué estaban comparando a Sky con ella?
Desordené mi cabello con mi mano libre, comenzando a armarme de paciencia hasta que a ese par se le antojara dejar de burlarse de mí. Suspiré una y otra vez, inclusive, la idea de encender uno de los cigarrillos que caminaba en mi bolsa, pasó por mi mente.
Estaba comenzando a desesperarme a tal punto que si no estuviera tan necesitado, hubiese terminado la jodida llamada desde el momento en que soltaron la primera carcajada.
—¡De acuerdo! —Volvió a hablar Gael, quien al parecer le había quitado el teléfono a Thomas—. Técnicamente... ¿Quieres vender tu único medio de transporte a un precio tan bajo porque eso es lo que la chica te cobra para que puedas follar con ella?
—¿Qué tan retorcida tienes la cabeza, pendejo? —llevé una mano hasta mi estómago y cerré los ojos soportando las ganas de vomitar—. ¡Thomas! ¿La quieres o debo de buscar a alguien más para venderla?
—Te daré cinco mil dólares por la Harley, Thiago. Tampoco quiero verme como un puto estafador.
Sonreí, chasqueando la lengua. Sabía que Thomas nunca me diría que no, incluso mi propia madre podría darme la espalda, pero mi primo... Nunca.
—Te debo una, Thomas.
—No. Me debes una Harley, primo. Mañana tendrás tu dinero, podrás ir al banco por la tarde.
Terminé la llamada y levanté la botella de cerveza otra vez, haciendo un falso brindis en honor a mi bella Harley. Salté del taburete, dejando la botella sobre la isla de la cocina, y después me retiré de ahí, haciendo un pobre intento en imitar a Michael Jackson.
SKY
—Skyler —suspiré y apoyé la espalda contra la puerta cuando escuché la voz de mi padre, provenir desde la oscuridad.
Estiré mi mano y encendí la luz, él estaba sentado en uno de los sofás pequeños, viéndome con el ceño fruncido.
—Son casi las dos de la mañana, ¿Dónde estabas? —la molestia en su tono de voz era muy evidente. Esta vez, sabía que ni por más que tratara de sacar mi mejor sonrisa de niña inocente, conseguiría librarme de su castigo.
—Estaba con Thiago, papi —le contesté, sosteniendo su mirada—. Se nos fue la noción del tiempo, mientras estábamos dando vueltas por ahí.
—¿Dónde es ahí?
—Estábamos escuchando música clásica en la escuela de música de los barrios altos —sonreí—. Sabes que eso me recuerda a mamá.
—¡Oh, cariño! —mi padre se puso de pie, para después caminar hacia mí—. Aún la extrañas, ¿No es así?
Me dejé envolver en sus brazos, mientras ese dolor que se instalaba en mi pecho, cada vez que engañaba a mi padre, me impedía respirar con normalidad. Mentirle cada vez me resultaba más fácil, lo cual no me hacía sentir orgullosa.
—Creo que nunca dejaré de extrañarla, papá —dije, tratando de alejarlo—. Me voy a la cama, debo de ir a Fairfield mañana.
—Descansa, amor —besó mi frente y retrocedió—. Por cierto, deja de amenazar a Chleo con que la vas a matar —amenazó, señalándome con su dedo índice. Puse los ojos en blanco.
—Esa bruja no hace otra cosa más que fastidiarme la existencia. Y sus dos pequeños demonios... —crucé los brazos a la altura de mi pecho e hice un puchero—. Algún día terminarán sin cabello.
El viejo negó con la cabeza, dejando salir un largo suspiro de exasperación.
—Trata de llevarte bien con ellas, Cielo. Hazlo por mí, ¿Sí?
Levanté las manos en señal de rendición y torcí una sonrisa.
—No prometo nada, viejo.
Caminé hacia mi habitación, mientras sacaba mi celular, pasé mis dedos por el táctil y abrí un nuevo mensaje que tenía por parte de Thiago.
De: Thiago
Ya conseguí el dinero, cariño ;) te dije que lo dejaras en mis manos en esta ocasión. Y lo sé, no hace falta que lo escribas; tu sexy novio es el mejor. XOXO
Me dejé caer de espaldas en mi cama, sin poder borrar la tonta sonrisa que había iluminado mi rostro. No sabía cómo lo había conseguido, no es como que fuese a preguntárselo después de todo, pues temía por una desagradable respuesta.
De: Skyler
Para: Thiago
¿XOXO? ¿En serio? ¿Cuántos años tienes, sexy novio?
Su respuesta fue casi inmediata, lo que me hizo reír.
De: Thiago
Supongo que en mi vida pasada fui una chica fresita ;)
¡Descansa, amor! Recuerda que te amo.
De: Skyler
Para: Thiago
Yo te amo el doble. Eres el mejor (:
Acerqué el móvil a mi pecho y lo abracé con fuerza, mientras mordía mi labio inferior.
Esos pequeños detalles por parte de Thiago hacía que me diera cuenta de algo: Nunca podría llegar amar a alguien más, a como lo hacía con él.