Mis ganas de comer el jodido pollo a la no sé qué mierdas que había pedido Caleb, se me habían desvanecido. Mi garganta estaba seca, y de pronto las palmas de mis manos comenzaron a sudar. Las pupilas oscuras de Caleb continuaban escrutando en las mías, a la espera de que dijese algo a su reciente confesión. Thiago... mi Thiago. ¿Cómo es que sabía de él? Cerré las manos en puños bajo la mesa, mientras me dedicaba a mirar a cualquier lugar, menos al rostro de Caleb. Había tratado de superarlo durante todo ese tiempo, y el simple hecho de que lo mencionara, no me estaba ayudando en nada. Aprecié a dos chicos caminar con una bandeja cada uno en dirección a nuestra mesa, aún podía sentir la atención que Caleb continuaba brindándome, por lo que hice lo más estúpido que podía hacer en una no