Capitulo 14

1996 Words
Andrés acarició sus manos arriba y abajo de mi columna vertebral. —Relájate, Adán no te hará daño. Apenas pude resistir las ganas de poner los ojos en blanco y apreté los dientes. Ése era el problema. Los besos y el orgasmo me habían dado una falsa sensación de normalidad. No era sexo casual con dos tipos buenos que había conocido en un bar. Me habían comprado y pagado, y me tratarían como a una sirvienta. Me usaban como querían y luego me desechaban como basura. Un líquido frío me golpeó el culo y salí disparada de la tumbona. Los brazos de Andrés me rodearon por reflejo en respuesta a mi movimiento brusco. —Tranquila hermosa Blanca—, calmó Andrés. Adán me roció el culo con lubricante, que se deslizó por mi raja, y exhalé un suspiro de alivio. Andrés me acarició la cara y me besó mientras se mecía suavemente dentro de mí, mientras Adán me masajeaba el anillo apretado y me introducía un dedo en el culo, estirándome y preparándome mientras seguía añadiendo más lubricante. Estaba casi mareada y desorientada, completamente fuera de mí. Todo lo que esperaba que ocurriera no sucedió. Paciente y despacio, se tomó su tiempo para introducirme un segundo dedo, empujando más allá, follando dentro y fuera de mí lenta y deliberadamente. La polla de Andrés estaba enterrada profundamente dentro de mi coño, y la plenitud añadida de los dedos de Adán se sentía increíble. Cuando me metió un tercer dedo en el culo, el deseo me recorría, líquido y caliente, mientras me mecía contra su mano. —A nuestra chica le gusta eso—. Andrés se rio mientras otro chorro de excitación nos cubría a los dos y Adán me follaba el culo con los dedos. Ignoré la pequeña emoción que sentí cuando me llamó nuestra chica. Me introdujo más lubricante en el culo y Adán presionó la punta de su polla sólo un centímetro, dejándome que me adaptara, mientras Andrés daba un largo y lento golpe en mi coño. Más lubricante y otro centímetro de su polla. Plenitud, presión, pero sin ardor ni dolor desgarrador. Repitió el proceso hasta que enterró su polla profundamente en mi culo. Sin nada más que una fina barrera entre los dos, me pregunté si podrían sentirse el uno al otro. No sabía dónde empezaba uno y terminaba el otro. Adán me folló el culo con unas cuantas embestidas lentas, sacando casi hasta el fondo antes de volver a entrar. A los pocos golpes, estaba relajada y disfrutando de la follada, gimiendo como una estrella del porno con mi coño apretándose alrededor de Andrés. Nunca había disfrutado del sexo anal, y ahora empezaba a entender por qué tanto alboroto. Las manos de Adán anclaron mis caderas y una ligera palmada en el culo me produjo una inesperada sacudida de placer. —Eso es, preciosa, toma mi polla—. Adán alabó. Me rodeó la cintura con el brazo y me colocó sentada, empalada en dos pollas. El cambio de posición me hizo jadear mientras la circunferencia añadida de la polla de Adán empujaba la de Andrés contra mi punto G. Adán me dejó controlar el ángulo y la presión, y yo fui bajando hasta que ambos me penetraron hasta las pelotas. Llena de polla y disfrutando cada minuto, los cabalgué sin reservas, rumbo al placer que ansiaba... —Oh, Jesús—, ronroneé mientras una oleada de placer me recorría como lava fundida. —Fóllate en nuestras pollas—, ordenó Andrés, con voz ronca y tensa. Sí, definitivamente podía hacerlo. Mis tetas desnudas rebotaban cada vez que subía y bajaba, deslizando sus pollas dentro y fuera de mí al unísono. Andrés levantó la mano y me tiró de los pezones, mientras la mano de Adán se deslizaba entre mis piernas y encontraba mi clítoris aplicando la presión perfecta y la cantidad justa de fricción, de modo que cada movimiento frotaba el pequeño manojo de nervios, llevándome más cerca del límite. Estaba imposiblemente mojada; mi deseo me rozaba el interior de los muslos y cubría a Andrés. El sonido de nuestra unión llenaba la habitación, el golpeteo de la carne y los gemidos hedonistas. Adán me enredó la mano en el pelo y tiró, arqueando mi cuello hacia atrás hasta que mi cabeza descansó contra él, mientras su otra mano hacía magia entre mis piernas. —Estás goteando, nena. Suéltate. Ven a por mí—. Su voz era un ronroneo seductor que vibraba cerca de la concha de mi oreja. Me recorrió una embriagadora oleada de adrenalina alimentada por el deseo, e hice lo que me decían. Me dejé ir y grité mientras mi liberación me recorría como un tsunami que llega a la orilla. La fuerza borró todo pensamiento racional y olvidé por un minuto que era una puta a sueldo mientras una oleada tras otra se abatía sobre mí mientras estos dos hombres seguían follándome en tándem provocándome lo que fácilmente podría haber sido el mejor orgasmo de mi vida. Poco a poco, el mundo dejó de girar y volví en mí, aspirando aire desesperadamente mientras me esforzaba por reducir el ritmo cardíaco por debajo del nivel de las pulsaciones. El estruendo de la suave risa de Adán contra mi espalda me devolvió a la realidad. —Mierda nena, estás ardiendo—. Adán susurró contra el costado de mi cuello antes de presionar con un beso el punto palpitante. Me llevó los dedos a los labios. —Pruébate. Saqué la lengua y lamí tímidamente sus dedos, probando mi sabor dulce y ligeramente salado con un toque cítrico. Pensé que Adán tenía razón. Sabía un poco a miel. Cerré los ojos, saboreando el momento. Momentos como éste eran una rareza en mi vida, donde follaba por placer, no por dolor y necesidad. Abrí los ojos y vi que Adonis se había materializado a nuestro lado sin hacer ruido. Una fisión de miedo me recorrió la espina dorsal. La forma en que me miraba era una combinación de lujuria y odio. No tenía sentido, pero su animosidad me asustaba. No había olvidado del todo que eran De la Cruz. Adán y Andrés empezaron a follarme al unísono, trabajando para su propia liberación. Demasiado saciada y sin huesos para ser de mucha ayuda, les dejé marcar el ritmo y hacer el trabajo. Aunque me resistía desesperadamente a mirar, la imponente presencia de Adonis atraía mis ojos hacia él como un imán. Se había bajado la cremallera de los vaqueros y había liberado su polla, acariciándola con la mano. Bajé los ojos y abrí la boca, formando una O. Puede que incluso gimiera un poco. Era un monstruo. Enorme y caliente. Y mi coño se apretó ante la idea de que me follara como a un animal con aquella enorme polla. Nunca había visto una tan grande, y eso era mucho decir, porque últimamente había visto muchas. Sin poder evitarlo, me quedé mirando mientras me relamía inconscientemente, deseando por primera vez en meses llevarme a un hombre a la boca. Sin una decisión consciente, mi mano se alargó para tocarlo, pero Adonis se apartó y apartó aquella polla de clase mundial de mi alcance. Hice un sonido de protesta, y mis ojos se dispararon hacia su cara, buscando respuestas. Su ceño se frunció en señal de desafío. Entrecerré los ojos, me recordé que era un imbécil y le di la espalda. Desde luego, no iba a rogarle que me dejara tocarle la polla. Tenía a dos hombres calientes metiéndomela en el coño y en el culo. Eso era suficiente. Cerré los ojos y me concentré en la sensación que crecía entre mis piernas. Adán me agarró por las caderas, sus grandes manos se clavaron en mi carne con la fuerza suficiente para dejarme una marca y me impulsó a acelerar el ritmo. El ritmo de su respiración se hacía más fuerte a medida que se acercaba. Por más que lo intenté, no pude mantener mis traidores ojos cerrados y volvieron a Adonis. Era un estudio de perfección física. Alto, musculoso, con rasgos propios de un dios esculpido y no de un simple mortal. Nunca había conocido a un hombre tan hermoso en la vida real. Adonis trabajaba su polla con creciente intensidad, con movimientos largos y duros, mientras su mano se deslizaba por la punta hasta la base. Sus ojos oscuros se clavaron en los míos y mi corazón tartamudeó de un modo extraño en mi pecho. Sin saber qué se me había metido dentro y me había robado el sentido común, abrí la boca y extendí la lengua en señal de invitación. Puede que no me dejara tocarle, pero yo deseaba desesperadamente saborearle. Sus ojos se dilataron hasta casi ennegrecerse y ardieron con un fuego incontrolado mientras sus fosas nasales se encendían. Pensé que volvería a apartarse, pero no lo hizo. Se acercó más. El primer chorro de su semen salado golpeó mi lengua, y mi coño se agitó desvergonzadamente y se apretó alrededor de Andrés, llevándolo al límite con un grito. El semen de Andrés inundó mi coño, pero mis ojos permanecieron fijos en los de Adonis. Los dos nos enzarzamos en una batalla de voluntades negándonos a apartar la mirada, mientras el siguiente chorro salado aterrizaba en mi lengua y me cubría los labios. El pecho de Adonis se agitaba con cada fuerte respiración mientras una oleada tras otra cubría mi lengua. Me miraba con las cejas fruncidas mientras la confusión y la ira se arremolinaban en su rostro. Me lo tragué y me lamí los labios, sin apartar los ojos de los suyos. Era extrañamente erótico, el deseo me recorría y el fuego salvaje de mis venas ardía con más intensidad. —Dios. Mierda—, dijo Adonis y se marchó. No tenía ni idea de qué iba todo aquello, y tuve poco tiempo para pensar en ello mientras Adán me empujaba hacia abajo, sobre el pecho de Andrés, para que pudiera follarme el culo con largas y completas embestidas. La intensidad era brutal, pero no desagradable. Todavía estaba en el lado correcto del placer sobre el dolor cuando encontró su liberación y su semen caliente se derramó profundamente en mi interior, llenándome. Permaneció enterrado en mi culo hasta que se calmó el último temblor y empezó a desinflarse. Andrés y Adán se ablandaron y salieron juntos, dejándome vacía. Satisfecha, pero aún deseosa, eché de menos la plenitud, y mi cuerpo tuvo espasmos y se apretó alrededor de la nada. Nuestra humedad combinada se derramó fuera de mí a borbotones, y me preocupé por manchar los muebles. Ninguno de los dos parecía compartir mi preocupación, y Andrés me acarició el cuello y Adán me besó suavemente a lo largo de la columna vertebral. Me quedé entre los dos mientras el semen de Andrés goteaba de mi coño y la semilla de Adán goteaba de mi culo. No me parecía sucio ni malo; era íntimo y extrañamente sexy. Intenté recordarme a mí misma que sólo era una puta a sueldo, pero mi mente rechazó esa idea y disfrutó de la calidez de su piel contra la mía. Sus cuerpos no tenían nada de suaves, pero resultaban reconfortantes. El cosquilleo del vello del pecho, la seguridad del cuerpo de Adán sobre el mío, apretándome firmemente contra Andrés. Pasaron unos minutos y nos quedamos así, pegados el uno al otro, bañados por la luz del fuego. Los latidos del corazón se sincronizaban mientras nuestros cuerpos procesaban el éxtasis. Andrés habló primero. —Duchémonos y luego llevemos esto al dormitorio. Murmuré que estaba de acuerdo e inmediatamente eché de menos el peso reconfortante de Adán cuando se levantó. Sentía todo el cuerpo como una gelatina temblorosa y agradecí que Adán se agachara y me tomara en brazos. No estaba segura de que mis piernas me hubieran aguantado. Escondí la cara en su cuello, demasiado cansada para fijarme en el esplendor de la casa que me rodeaba mientras me llevaba al baño.
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