Cambio de Aire

1979 Words
David Selvanegra al enterarse que Rubí salió herida de la misión, no dudo en viajar de inmediato hacia Massachusetts para corroborar que ella se encontrara bien, sin mayor peligro y así mismo para felicitarla por el trabajo realizado, no era costumbre que David se preocupara así por uno de sus trabajadores, pero Rubí no era cualquier trabajador, era su princesa de la mafia, esa misma que rescato de uno de los barrios pobres y la transformo en lo que ahora ella era para el mundo. Quince Años atrás. ~Rubí Echeverri~ Al observar a David parado frente a la cama donde me encontraba, los recuerdos comenzaron a llover en mi interior de cómo fue que conocí a David en la que quizás fue la situación más difícil de mi vida por la manera en la que vivía con mis padres, pero así mismo también era una situación diferente para David que no se escondía aun de las autoridades para realizar sus negocios como hoy en día, lo cierto es que mi vida cambio desde ese momento en el que el destino lo coloco como hoy ¡Frente a mí! Recordé entonces cuando desde los doce años conseguí vender mi primera pintura, que con mucho esfuerzo logre extraer del escritorio de mi maestra unos cuantos pinceles así como unos cuantos colores para llegar a definir el sentimiento que estaba atravesando en ese momento de mi vida, ya que recuerdo que precisamente en esa ocasión en la que me encontraba a la orilla de lo que solía ser mi barrio y vivir al fondo de la calle, que no contaba más que con dos caminos, uno de ellos directo al cementerio y otro a la cárcel ¡Nunca existió un tercer camino, nunca existió una verdadera oportunidad de vida en ese barrio! Sin embargo mi deseo de superación era más que solo un instrumento que respiraba oxido y que exhalaba miseria, es por ello que el dolor que sufrí al momento de desprenderme de ese primer cuadro que formado de varillas de bambú y un pedazo de tela vieja rota, pero no más que el alma que ahora llevo en mi interior, me decidí a forjar un cuadro para lograr trasmitir a partir de ahí el sentimiento de tristeza que me estaba invadiendo por no poder recibir de parte de mis padres un plato de comida digno o al menos que cubriera las necesidades básicas de una niña que necesitaba alimentarse de un buen pan del día o de una buena tortilla recién salida del comal. Debido a la situación en la que me encontraba, dibuje un comedor abandonado con una telaraña por encima de ella con dos platos vacíos y migajas de pan enmohecidas, ¡Quizás no era una experta en pintar detalles al óleo! Pero con toda seguridad puedo llegar a afirmar que la persona que lo compro ese día, momentos antes tuve el presentimiento que sería una noche más sin dormir con el estómago lleno, pero para mí en ese entonces, mi salvador apareció. —¡Niña! ¿Puedes venderme eso que estas pintando? Me preguntó el amable señor que lejos de ser un aprovechado o pervertido como en muchas ocasiones me lo hacían saber mis padres, diciéndome por dentro del hogar. —¡Nunca hables con personas mayores porque solo buscan hacer cosas sucias contigo! —era lo que constantemente escuchaba de mi padre. Ese día al ver la casa nuevamente sin un solo pan para comer y con mis hermanos llenos de hambre y con una madre que por más que mi padre le insistía que no se fuera de la casa, ella siempre salía cuando mi padre no estaba para dirigirse a la esquina del otro barrio y regresar con una bolsa de pan y una caja de leche para alimentarnos, ¡Pero lamentablemente su cuerpo costaba tan poco, que solo para eso le alcanzaba en cada ocasión que lograba salir! Ese día específicamente entendí que era mi oportunidad para decirle a mi madre ¡No te preocupes aquí hay para que compres pan y leche, no vayas a dejar tus vestidos a ese lugar! Ya que en cada ocasión regresaba diferente, ignorando por completo lo que ella hacía, lo primero que mi madre hacía, era cambiar su vestido que llevaba y regresar con otro. Pero ese día sin temor a ser rechazada, le respondí a ese señor que tiempo después se convertiría en mi única fuente de salida del lugar donde me encontraba. —¡Si le gusta el cuadro, se lo doy barato señor! Solo deme para dos bolsas de pan fresco y dos cajas de leche, de la más económica que pueda comprarme. No fueron más mis palabras ese día, de inmediato el señor me respondió diciéndome, con calma y serenidad que le caracterizaba. —Por favor no te marches de este lugar, espérame diez minutos y si alguien más viene y te pregunta ¿Cuánto cuesta ese cuadro? Debes decir ¡Lo siento, pero ya está vendido! ¿Has comprendido? —me respondió con una sonrisa en su rostro. Moviendo mi cabeza en señal de afirmación. Después de lo sucedido me he puesto a pensar ¿Cómo alguien más se iba a fijar en ese cuadro de bambú que estuvo tirado en la calle sin que nadie lo recogiera y un pedazo de tela mal trecha y con un dibujo queriendo expresar mis emociones de tristeza? Es más que obvio que nadie iba a llegar a ese lugar a querer comprar el pequeño cuadro que no media más que mi propia ilusión y esperanza a cenar algo fresco ese día. No tardó más de los diez minutos, cuando apareció con una bolsa aún más grande de lo que esperaba recibir, en su interior llevaba en efecto las dos bolsas de pan y las tres cajas de leche. ¡Una deliciosa leche que jamás hubiese logrado comprar con el sueldo de un año! Pero ahí mismo llevo consigo más alimento del que llegara a imaginar, de los cuales entre ellos no pudo faltar una caja de pollo ¡¿Una caja de pollo de la tienda de la esquina?! ¿Cómo es posible que este viejo cuadro y hecho por una niña de doce años valiera más que un solo triste pan? Pero lo cierto es que el cuadro no era lo valioso en lo absoluto, lo que en verdad era valioso era el esfuerzo y las lágrimas que derrame en cada una de las veces que repasaba el color sobre esa tela vieja y dañada. Entonces me preguntó —¿Dónde vives pequeña? ¿Podría acompañarte a tu casa? No me sentí en lo absoluto segura que el señor se acercara a mi casa, mi padre con toda seguridad me hubiese regañado y después hubiese sacado su cinturón para darme látigos hasta que sus manos se cansaran, ¡Algo así como lo hizo en una ocasión por haber llevado de la escuela una bolsa de galletas del gobierno que el profesor me obsequio para que desayunara todos los días y mi padre decidió no creerme, porque era más que prohibido entregar un paquete así a los alumnos! Le señale la vivienda en la que habitábamos, que por cierto no era propia, más bien antes de ser un lugar para vivir, eso era un basurero que mi padre arreglo para que al menos el lugar fuera habitable y no dormir entre más basura. —¡No señor, por favor no se dirija a mi casa! Mi padre podría golpearme si me ve que llego con un desconocido y aparte de eso llevo comida con usted, mejor déjeme la comida aquí que luego veo como me la llevo sin que mi padre me regañe y de golpes. El señor con algo de temor por lo que me podría suceder, me tomo de la mano y se dirigió hacia ese lugar al que llamaba hogar, al llegar a ese pequeño basurero que estaba rodeada de unas cuantas laminas y unos pedazos de cartón que cubrían los agujeros de las láminas, con una puerta de metal a medio remendar, se acercó con prontitud ¡Pero no iba solo! Tras el señor iban tres personas más que lo estaban cuidando, según mi punto de vista en ese momento de inocencia absoluta y en verdad así era, pero mi instinto me hizo creer que se trataba de algún familiar del señor. ¡Aunque no entendiera bien o para nada la situación! El señor con suma importancia y bien derecho llamo a la puerta para que de inmediato mi padre saliera a ver de quien se trataba, observándome como si de un criminal se tratara en ese momento con ojos de rabia por encontrarme acompañada con el señor frente a la puerta de la que solía ser mi residencia. —¿De qué se trata todo esto? ¿Ahora qué has hecho niña malcriada? Se expresó mi padre airado y con un mal humor de pronto, con una cerveza en la mano y un cigarrillo de monte verde en la otra, ¡Si, exactamente eso me pregunte tiempo después! ¿Por qué para una cerveza y un cigarro de la felicidad si tenía mi padre y no para comprar un dólar de pan fresco? Dudas e incógnitas que me surgían tiempo después. Pero específicamente entre escombros y una calle para nada segura, se encontraba una persona elegante que vestía un saco n***o, corbata color corinto y una camisa negra mate, ¡Muy elegante y sobresaliente desde todo punto de vista! pero mi padre en shorts y sin camisa, dejaba mucho que desear de un señor que decía que salía de casa a trabajar cada día y regresaba a medio día con una cerveza y un cigarro envuelto en papel para que no lo descubriera mi madre, pero que al final siempre terminaba viendo y dándose cuenta de todo y cuando mi padre estaba tirado en el suelo sonriendo y gritando, era que mi madre salía a buscar comida para nosotros. —¿Usted es el padre de esta niña? ¿Usted es el desgraciado que tiene a una niña abandonada a media calle pintando las tristezas de su alma? Debería de darle vergüenza y pena que una niña de su edad tenga que estar esperando a que la noche llegue para dormir y no sentir hambre de lo que no ha comido en todo el día, pero supongo que en su estado eso no le importa en lo más mínimo. —recrimino con enojo a mi padre. Mi padre se molestó inmediatamente al momento que se le reclamó por lo que estaba atravesando, a lo que dio respuesta inmediatamente. —¿Usted quién es para que venga a decirme que hacer y que no con mis hijos y mi familia? —Soy la persona que le ha comprado este cuadro a su hija y que con base a su esfuerzo se ha ganado la comida de un mes para su familia, específicamente para su madre y sus hermanos, ¡Usted no tiene el más mínimo derecho a beber una sola gota de esta leche y una sola migaja de este pan! Porque, así como ella se expresa en su pintura, así con toda seguridad es como usted tiene en esta pobreza a la que menciona que es su familia. Mi padre no podía creer lo que estaba escuchando y el señor tampoco dejaba de decirle unas cuantas verdades en su cara, pero aun así entre escombros y miserias mi situación no iba a cambiar por un mes de comida que mi cuadro me había ofrecido. Entonces mi padre volvió y preguntó con algo de desconcierto. —¿Quién demonios se cree que es para decirme todo esto? —¡Mi nombre es David Selvanegra y no le permito siquiera que me dirija la palabra en ese tono de voz!
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