Destino
La vida ha llegado a un punto de quiebre en el cual nunca considere imaginar estar preparada para afrontar este tipo de situaciones en la vida, ¡Nunca imagine llegar a enamorarme de la vida misma y de aquel hombre el cual en algún instante preciso de mi vida, me lleno de entera satisfacción!
Siempre hay un precio que pagar, siempre existe una consecuencia que queda pendiente en los caminos que se eligen sin remedio alguno en muchas de esas ocasiones, siempre nos enamoramos de la persona incorrecta que nos atrapa en diferentes mundos y que nos hace creer que un buen y excitante amor nos hará cambiar de vida, si es que la nuestra es un completo desastre.
¡Qué iluso llegar a creer que en el amor no hay que pagar las consecuencias de nuestros actos y que será la cura perfecta para el mal que nos aqueja o la solución de todo aquello que hemos hecho mal toda la existencia! Siempre llega a nuestra vida el pensamiento de creer que todo estará bien, cuando desde el principio lo único que hemos hecho ha sido malograr nuestra vida y hacer todo de la manera equivocada. ¿Por qué es que en ocasiones en las que deseamos apartarnos del mal, simplemente es más que imposible remediar un pasado que nos persigue incluso hasta la tumba? Quizás no obtenga la respuesta a ese tipo de circunstancias y preguntas de la vida, quizás simplemente el amor, ¡Nunca estará hecho o disponible para una mujer que ha vivido en mis circunstancias!
Recuerdo que desde niña soñé con ser empresaria y dedicarme al arte de la pintura, soñé en muchas ocasiones en convertirme en la próxima artista del momento y llegar a ser tan famosa como aquellos que sobresalieron en el arte de la pintura o la escritura sin lugar a duda fue mi fuente de inspiración para aquellos retratos que en ocasiones dejaba plasmados en las paredes de aquellos hoteles por los que pernoctaba en noches de soledad y tristeza, en muchos de ellos ¡Solo llegaba para ocultarme de ese día intenso que atravesé o incluso para esconderme de aquellos enemigos que me perseguían para asesinarme!
La verdad de todo es que en cada pintura o retrato que dejaba abandonado en una de esas paredes, plasmaba el sentimiento de miedo de enfrentarme a la muerte una y otra vez, dejaba el sentimiento de llegar a perder aquello que en ese momento amaba más que a mi propia vida, pero, bueno, he de suponer que no siempre funciona el dicho. “Que Dios vaya contigo” porque en lo personal; Dios me abandonó desde el mismo momento en el que llegue a esta tierra a sufrir y que solo me esperaba una vida de fracaso y de miseria desde que tengo memoria al respecto y de la cual me perseguía a pesar de mis esfuerzos de hacer o dirigirme por el camino correcto.
Rubí Echeverría es mi nombre y esta es mi historia con Ariel Montes, misma que comenzó con un atardecer hermoso en Massachusetts y que muy posiblemente su final nunca llego a ser cierto. Ariel cree que mi vida expiro en el enfrentamiento en contra de David Selvanegra, pero solo sucedió así, para proteger a la persona que jamás imagine que podría cambiar mi manera de vivir y de sentir en esta vida.
En efecto, ella es Rubí Echeverría, la princesa de la mafia, bautizada así por el jefe de la mafia más importante y poderoso de la región de Guatemala, mismo que pensó que Rubí nunca lo abandonaría por un hombre que fuera completamente ajeno a la mafia, sin embargo, el amor se encuentra en cualquier parte del universo y ese es precisamente el sentido de la vida, encontrar el amor en el lugar menos esperado.
Ariel Montes, un poderoso empresario de los autos deportivos modificados, su pasión se centró específicamente en modificar autos deportivos que solo eran diseñados para los magnates de la ciudad y extranjeros, convirtiéndose de esa manera en el CEO del centro deportivo de su familia, llevando ese título por más de tres años consecutivos en un mundo donde la carrera por ser el mejor, es más que importante para los grandes empresarios de la región.
Tras conversaciones con sus proveedores, Ariel Montes decidió viajar a Massachusetts en Estados Unidos, debía presentarse a recibir su primer embarque desde el continente europeo, por lo que su presencia era más que necesaria, aterrizando tres días antes en la ciudad no encontraba nada para distraerse en concreto, pero un paseo era lo que el destino le conservaba al CEO obsesionado con la moral y lo correcto en la vida.
Ariel Montes, CEO de carácter reservado y recio, no era fácil de convencer e influenciar y hasta el momento no encontraba en su camino una mujer que cautivara sus sentimientos o llamara simplemente su atención, pero eso cambiaria muy pronto.
Su contraparte, Rubí Echeverría, la princesa de la mafia, por temas de negocios relacionados con el cártel del norte, debía saldar unas cuentas pendientes con algunos deudores de su patrón; David Selvanegra era su nombre. Ante las autoridades de Guatemala, era un poderoso empresario dedicado a la caridad y ayuda humanitaria, competía de igual manera con la familia Montes por conseguir el anhelado título de “Empresario del año” el deseo de David Selvanegra era de llegar a la presidencia para desde ese lugar controlar sus negocios del narcotráfico sin restricción alguna, situación que definitivamente no era nada sencillo de conseguir.
De igual manera, David Selvanegra llamo a su despacho a Rubí, para encomendarle la misión que debía de cumplirse en un tiempo no mayor a tres días, casualmente coincidía con el viaje de negocios de Ariel Montes.
—Mi hermosa Princesa, creo que es momento que nos encarguemos del ratón que no cumplió con nuestras expectativas, ¿Crees que puedes encargarte de este trabajo?
La princesa de la mafia con su traje pegado a su piel, n***o como el cielo sin la luz del día y la belleza del universo en su cuerpo, atendió el llamado de quien en ese entonces era como su padre.
—¡Por supuesto que si padre! Puedes confiar que se realizara el trabajo a la perfección, ¿Cuándo es que hay que salir de viaje?
—El vuelo sale hoy mismo princesa, de igual manera te acompañará Salomón, estará a cargo de lo relacionado con la seguridad, ¿No hay ningún problema con eso verdad?
Ahí estaba Salomón, González era su apellido, mismo que durante años siempre mostro interés en Rubí, mismo que no dejaba ni a sol y sombra a Rubí, era su escolta y su jefe inmediato en ausencia de David Selvanegra; Este hombre era la mano derecha de David, por lo que la confianza entre ambos era más que insuperable y difícil de corromper.
—¡Hola Rubí! En el camino te explicare todo lo que tienes que saber sobre el trabajo que realizaremos en Massachusetts.
Tanto Rubí como la escuadra de rufianes de David Selvanegra, emprendieron el vuelo hacia la hermosa ciudad de Massachusetts, mientras que desde la parte privada del aeropuerto la Aurora de Guatemala, el CEO de los autos deportivos, Ariel Montes, subió a su vuelo privado y se dirigió hacia la misma ciudad, solo que a unos cuantos kilómetros de distancia entre ambos destinos.
A su llegada a la ciudad; Ariel Montes fue conducido hacia la residencia de unos de sus familiares con el cual recibiría el cargamento de autos, en tanto que Rubí con su compañía, se dirigieron hacia la casa de seguridad que arrendo Salomón González para su estadía en el lugar.
Ariel Montes, congraciado de encontrarse con su familiar, Anesha Montes, eran primos y su relación era más de hermanos o cómplices, siendo el único que le impulso a construir la empresa de autos, por lo que era por demás mencionar que su relación era más que especial y con un fuerte lazo entre ellos.
—¡Es un placer que te encuentres aquí primo! ¿Pero porque has venido tres días antes?
—¡El placer es para mí Anesha! La verdad es que sabes perfectamente que me estresa y soy muy apartado de la vida familiar, por lo que decidí viajar antes para llevar el control que esto amerita.
—Sin duda eres una persona que cuida en extremo su negocio y manera de ser, primo, lo importante es que te encuentras aquí y espero que no te desesperes como la última vez.
—De eso no hay porque preocuparse, deseo que me lleves a conocer uno de esos lugares que frecuentas a menudo, solo que primero debo relajarme un poco y para ello me he dado cuenta que existe un parque muy relajante a escasos kilómetros de aquí, creo que lo visitare esta tarde.
Ariel, era el tipo de persona que todo debía ser impecable, sin macha alguna y con extremo cuidado en todo lo que realizaba, por lo que dentro de su familia lo catalogaban como ¡El raro de la familia! sin embargo era una especie de costumbre que desarrollo y su estilo de vida siempre fue conducido por ser correcto en todo lo que emprendía, lo que no sabía para entonces, es que el destino le estaba preparando algo muy distinto a lo que acostumbraba llevar y vivir en su vida habitual.
Salomón González, no apartaba su mirada de Rubí en lo absoluto, celaba a cualquiera que se le acercara, a pesar que David Selvanegra, le prohibió acosar y obligar a Rubí, acceder a sus intenciones, aunque Rubí en definitiva no era la clásica mujer que se dejaba manipular y tratar como podría Salomón conseguirlo con otra mujer.
—Estoy aburrida, saldré a recorrer el área y observar el panorama, además creo que sería bueno conocer el lugar y contar con alternativas de escape.
Salomón de inmediato intento frenar el impulso de Rubí.
—No Rubí, no puedes salir, además ya se hace tarde y no creo que sea conveniente que nos expongamos de esa manera.
Rubí no obedeció como era habitual que lo provocara en contra de Salomón, por lo que montando su motocicleta y colocándose el casco de seguridad, salió de inmediato de la casa de seguridad y se dirigió a recorrer el lugar hasta llegar a ese preciso lugar donde el destino estaba escribiendo el futuro de dos seres humanos que se necesitaban a pesar que ellos aún no lo pensaban o consideraban de esa manera.
Ariel Montes se encontraba en ese parque que observo al llegar a la residencia de Anesha, prefería en todo momento mantenerse completamente alejado de todo ser viviente que no reconociera o llegara a establecer algún tipo de negocio con su persona, por lo que era demás decir que se encontraba en completa soledad, sentado en una de las bancas del parque, esperando que el sol se ocultara para retirarse del mismo, hasta que todo comenzó con un saludo desprevenido a sus espaldas.
—Perdona, ¿Puedo sentarme a tu lado?