Mr. Thorner ya le había enviado los datos a su guardaespaldas Saúl y este había viajado a encontrarse con la niñera recomendada por Blanquita. —Jefe la señora Blake, esta irremediablemente enferma, pero ha postulado a su nieta y ¡no vas a creer lo que me ha contado! —dijo Saúl en tono divertido.
Arthur Thorner no solía ser un hombre paciente así que gritó:
—¡Di lo que sabes sin rodeos!
—Es una domadora de caballos salvajes, si es capaz de domar un animal de esos, ¡es capaz de mantener a raya a tus hijos!
Mr. Thorner puso la mano en su mentón analizando la situación y ordenó, —Tráela hoy mismo, ofrécele tanto dinero que no pueda negarse. ¡Mi paciencia está a punto de agotarse con estos niños!
—Claro que sí, sabe que nunca le he fallado. —Saúl estaba a punto de colgar la llamada cuando Arthur le pidió que esperara un segundo—. ¿Qué ocurre jefe?
—¿Sabrás cómo se prepara el pescado frito? —interrogó con un hilito de voz, como si la pregunta fuera inmoral.
—¡Claro que sí! Limpias el pescado y luego lo pones a freír en abundante aceite. —Mr. Arthur se sorprendió de que sonara tan fácil la preparación, después de eso colgó sin avisar.
—¡Mi jefe no fue diseñado para la cocina! Debo convencer a esta mujer hoy mismo, cueste lo que cueste. —Saúl se apresuró a dirigirse a la dirección que le habían proporcionado, era una hacienda ganadera, al parecer los padres de Juliette trabajaban en ese lugar y ella aún vivía con ellos.
Saúl llegó a la hacienda la Sultana y, al no ver a nadie, decidió bajar del auto para curiosear por la gran casa.
El silencio del lugar lo envolvía, y la brisa cálida del campo hacía crujir algunas hojas secas bajo sus pies.
Justo cuando estaba a punto de acercarse al porche, un leve ruido detrás de él le puso los pelos de punta.
Volteó lentamente, y su corazón dio un vuelco: dos enormes rottweilers lo observaban con los dientes al descubierto, sus cuerpos tensos, listos para saltar.
La respiración de Saúl se volvió más pesada mientras se quedaba inmóvil, intentando no provocarlos.
Entonces, detrás de los perros, apareció una chica rubia con los brazos cruzados, el rostro impasible y una ceja levantada en clara señal de desconfianza.
—¿Quién eres y qué haces en esta hacienda? —preguntó con voz firme, sin mover ni un músculo, como si su sola presencia bastara para mantener a los perros al margen y a Saúl completamente paralizado.
—Vengo de parte de la señora Alba Blake. Debes ser Juliette —Saúl hizo una pausa y la joven asintió—. Soy Saúl. Ella me envió para hablar contigo sobre un trabajo… de niñera —dijo Saúl con voz rápida y nerviosa, sin apartar la vista de los perros.
Juliette aflojó sus brazos y soltó una carcajada sarcástica, —¿Niñera? Debes estar equivocado. Yo no tengo la mínima idea de cómo cuidar niños.
—Por favor… ¡Necesito que aceptes! Es una gran oferta, y además habrá un buen p**o. No encontrarás otra oportunidad como esta —dijo Saúl con un notable desespero en su voz.
Juliette se encogió de hombros y declaró, —No me importa cuánto paguen. Ese no es mi problema. Puedes buscar a alguien más.
Justo en ese momento, la madre de Juliette apareció en la puerta de la casa y empezó a acercarse. Era una mujer de rostro amable pero cansado, con las manos ligeramente agrietadas por el trabajo duro.
—Juliette, estuve oyendo todo, acepta ese trabajo. Tu sueño de ser cirujana puede estar detrás de esa oferta —suplicó con un tono humilde y amoroso.
—Mamá, no es para tanto… —Juliette frunció el ceño y miro con desespero a su madre.
—Sabes bien que con lo que le pagan a tu padre no podemos costear la universidad. Esta puede ser la única oportunidad que tengas y el hacendado Urquiola eh… —No dijo más nada, pero insistió a modo de ruego.
Juliette mira a su madre durante unos segundos, luego desvía la mirada hacia Saúl, claramente molesta por la situación.
—Por favor, necesito que aceptes. Alba Blake te recomendó, y esta es una gran oportunidad. El p**o es generoso —suplicó Saúl.
—No. No pienso tolerar groserías de niños malcriados. Yo no nací para cuidar mocosos —Juliette sacudió la cabeza y empezó a alejarse.
—Si llego sin ti a la mansión Thorner, mi trabajo podría estar en peligro —dijo Saúl con sus manos temblando.
Juliette se detuvo, miró la reacción de aquel hombre y levantó una ceja, divertida —Ah, ¿sí? ¿Y por qué tanta desesperación? Hay niñeras que se preparan para eso, ¿sabes? Yo solo sé domar caballos, no criaturas caprichosas.
Saúl respira profundo y decidió jugar su última carta, la madre de Juliette había revelado su principal deseo y se iba a afianzar de eso para convencerla —Escucha… tu nuevo jefe pagará cada semestre de tu universidad. Medicina, cirugía, lo que quieras. ¡Esta podría ser tu oportunidad!
Juliette soltó una carcajada —¿De verdad estás tan desesperado? Mira, atender animales es una cosa, pero los niños malcriados son otro nivel.
Saúl no deja de observarla con una mezcla de ansiedad y esperanza.
Juliette sabe que no está capacitada, pero la mención de la universidad y la posibilidad de alcanzar su sueño hacen que titubee por un segundo, aunque no quiere dárselo fácil a Saúl.
Juliette cruzó los brazos, fingiendo desinterés —Y si acepto, ¿qué? ¿Piensas que con dinero se resuelve todo?
Saúl sonrió, viendo que había captado su atención —No, pero con un título de cirujana tal vez sí.
Juliette resopló, pero ya no lo rechazó. La idea de poder cumplir su sueño empezó a rondar su mente, aunque todavía no se lo pondrá tan fácil.
Saúl cambió su rostro dibujando una sonrisa astuta, —Sin embargo, hay una condición.
—¿Condición? ¿Qué clase de condición? —Frunció el ceño Juliette con indignación.
—Para conseguir que mi jefe pague tu carrera sin descontar un solo dólar de tu sueldo, tienes que aguantar tres meses en la mansión sin renunciar.
Juliette lo miró con desconfianza —¿Tres meses? ¿Eso es todo?
Saúl asintió con seriedad —Eso es todo. Si aguantas esos tres meses, Arthur Thorner empezará a pagar tu carrera.
Juliette esbozó una sonrisa desafiante —Tres meses… parece fácil.
—Esa es la única condición. Tres meses sin renunciar. —Saúl sintió que había sido una idea inteligente.
—Está bien. ¡Acepto!
Saúl dejó escapar un suspiro de alivio, aunque sabía que lo más difícil apenas comenzaba.
Por su parte, Juliette se sintió intrigada: «tres meses, eso no puede ser tan complicado…» o al menos eso piensa ahora.
—Bueno, Saúl… Si yo tengo que soportar a dos niños malcriados durante tres meses, también tengo algunas condiciones.
—¿Qué condiciones? —interrogó Saúl.
Juliette se cruzó de brazos, disfrutando del poder en esa negociación —Primero, quiero un horario flexible. No pienso quedarme día y noche atrapada con esos niños.
—Hecho.
—Segundo, quiero que el auto de la mansión esté disponible para mí cuando lo necesite. No voy a vivir ahí sin poder moverme.
—Vale, tienes el auto.
—Tercero… quiero algunos domingos libres. Necesito descansar.
—De acuerdo. Lo que tú digas.
Juliette se inclinó un poco hacia él, disfrutando cómo él cedía a cada capricho —Y por último… quiero que cada domingo me traigas un café con pastel de crema de limón. Porque, Saúl, si voy a sobrevivir esos tres meses, necesito mis motivaciones.
Saúl ya exasperado, pero sin otra opción asintió, —Café y pastel… Está bien, lo que sea.
Saúl accedió a todo atrapado entre la desesperación y la necesidad de cumplir con su tarea de llevarla a casa.
—¿Algo más que agregar? —interrogó Saúl blanqueando los ojos.
—Por ahora eso es todo. Tres meses, Saúl. Prepárate, porque no pienso rendirme —dijo esto y le guiño un ojo.
Saúl sabe de memoria que no será fácil, pero ella es una mujer hermosa, con una mezcla intrigante de obstinación y encanto, si alguien puede con el reto de esos niños… definitivamente tiene que ser Juliette.
……….
Saúl ayudó a Juliette con su pequeña maleta, llevándola hasta el segundo piso, a la habitación que sería suya durante su estadía en la mansión Thorner.
Al llegar, Juliette se detuvo y observó el espacio, con su decoración elegante y una gran ventana que dejaba entrar la luz del sol.
Juliette sonrió y se volvió hacia Saúl —Gracias, de verdad. Pero ahora estoy un poco cansada… No quiero conocer a ningún niño en este momento. Buscaré la forma de conocerlos más tarde.
Saúl asintió aliviado de que no hubiera una confrontación inmediata —Está bien. Tómate tu tiempo.
Con un gesto de despedida, Saúl salió de la habitación, dejando a Juliette sola. Al cerrarse la puerta, ella se recostó en la gran cama, sintiendo la suavidad de las sábanas y el confort del colchón.
Se permitió un momento para respirar profundamente, reflexionando la forma como también había escapado del matrimonio al que su padre estaba empecinado en concretarle.
Juliette sonrió para sí misma —Lo siento papá, pero querías casarme con un viejo tan gordo, que cada vez que necesita ir al baño, estoy segura que necesita un mapa para encontrarse su propio pene. Mi carrera no merece tanto sacrificio.
El hacendado Urquiola era el dueño de una de las haciendas vecinas, había creado amistad con los padres de Juliette y se había ofrecido a pagar la carrera universitaria de Juliette a cambio de que ella se casará con él. Juliette renegaba de esa oferta todos los días, por eso debía quedarse a como diera lugar los tres meses en la mansión.
La imagen de la universidad y el sueño de convertirse en cirujana danzaban en su mente, recordándole por qué había aceptado el reto.
Sabía que podía resistir, que los niños malcriados y las travesuras no la detendrían. Ella era fuerte, aguerrida, y ahora tenía un objetivo claro: su futuro.
Con ese pensamiento en mente, Juliette cerró los ojos y se dejó llevar por el cansancio, preparándose para lo que vendría.