Sabina despertó adolorida. Las heridas aún ardían en su piel, pero al verse en una habitación en donde la luz del mediodía calentaba las sábanas, se sintió en calma, protegida. Desde la ventana, no distinguió la vista hacia los jardines. Supo que la habían llevado a otro castillo. Su hermano la había rescatado, pero… ¿Él aún no habitaba Chenery o Sendulla? Volvió a observar con más detenimiento la habitación, y sonrió al ver los vestidos tendidos sobre un baúl abierto, lleno de ropajes y accesorios diferentes. Pero lo más llamativo era la delicada tiara que se encontraba reposando sobre los vestidos. La tomó entre sus manos, y los pequeños diamantes y amatistas contrastaron contra su pálida piel. Fue allí donde notó su real deterioro. Sus brazos y piernas estaban demasiado delgados, y p