El plan de Dante

984 Words
Al príncipe lo arrastraron entre forcejeos y lo arrojaron junto a Sabina, quien se removió intentando observar si él estaba muy malherido. El silencio que las personas hicieron llamó la atención de ambos, y voltearon a ver a los nobles en el momento justo en que les descubrían los rostros. Y Dante se desesperó. Intentó levantarse y más golpes cayeron sobre él, lo sujetaron de los brazos para inmovilizarlo, mientras se retorcía tratando con todas sus fuerzas de zafarse. —¡Catalina! —la voz desgarradora que surgió del pecho de Dante conmocionó a Sabina. ‹‹¿Catalina?››, pensó la princesa, con su corazón quebrándose aún más. Y allí, frente a sus ojos, fue testigo del porqué Dante estuvo distante con ella desde la boda. Él amaba a otra mujer. Y ahora, aquella mujer estaba a punto de morir frente a sus ojos. Pero la mujer, Catalina, no dejaba de sonreírle a Dante. Con su expresión trataba de tranquilizarlo a pesar de los metros que los separaban, y él sólo la observaba, con lágrimas cayendo sin parar. Con la angustia sofocándola, Sabina observó a los demás nobles de Sendulla que estaban siendo colocados bajo las cuerdas. Se les veía aterrados, y sólo algunos estaban ya serenos, tranquilos con la cercana muerte. El rey se levantó del trono, y todos acallaron. Desenvainó la espada y apuntó hacia los prisioneros. —¡Esto es lo que les pasa a los traidores! Gritos de aceptación resonaron en todo el lugar, y la impotencia quebró por completo el corazón de la princesa. La señal fue clara para los guardias, que procedieron a colocar las sogas a los prisioneros. Las mujeres no dejaban de rezar, mientras que los hombres intentaban darles las últimas miradas de consuelo. No había niños, y eso fue un ligero alivio para Sabina. Ahora quedaba que ella los encontrara y los salvara, en memoria de sus padres. —Y si alguien más osa desafiar la corona de Chenery, ¡esto es lo que le espera! Bajó la espada con una sonrisa triunfal, y la señal fue clara para los guardias. La palanca bajó, y el piso se abrió de par en par bajo los llamados traidores. Los cánticos y gritos de victoria y de celebración no tardaron en llegar, y para ese entonces ya no quedaba nada de la esperanza y amabilidad de la princesa. Al fin la crueldad y frialdad de su padre tocó su corazón, y lo congeló. Con la horrenda imagen aún impregnada en sus ojos, levantó la cabeza con firmeza hacia el rey, quien la observaba atento, con una sonrisa burlona. Dante, por su parte, estaba en completo shock. Su madre y hermana permanecían a un costado, sostenidas por varios guardias, en espera de recibir órdenes… Y las órdenes vinieron de quien menos se esperaba. —¡¡Ahora!! El guardia Alfonso salió desde la entrada del castillo con varios guardias siguiéndolo. Todos con un pequeño estandarte con el emblema de Sendulla, una flor de lis plateada. Las compuertas del castillo se abrieron, y un gran número de guardias ingresó: todos con el mismo estandarte. Sabina miró sorprendida a Dante, quien en silencio se levantó, con la mirada impregnada de odio. Uno de los guardias que lo sostuvo antes le pasó una espada, y ambos acabaron con los otros dos en segundos. La batalla comenzó en menos de un pestañeo. El rey gritaba órdenes mientras blandía su espada a diestra y siniestra, asesinando a quien se interpusiese en su camino para llegar con Dante y Sabina. Otro grupo de guardias, dirigidos por Alfonso, protegían y llevaban a la reina Isabel y a su hija hacia la entrada del castillo. Dante también intentaba mantener el camino libre, peleando con los guardias de Chenery y descargando toda su ira en ellos. Cuando estuvo junto a Sabina, la agarró fuerte del brazo y la comenzó a arrastrar hacia la salida, sin decirle ni una sola palabra. Ella no puso resistencia, entre el estado de shock y el miedo que sentía por el estado de Dante… sólo quería que todo aquello terminara. —¡Sabina! ¡Deténganse! Henrique intentaba acercarse a ellos, pero varios guardias de Sendulla se interpusieron, enfrentándose tres a uno. Y aún así, él dio pelea, gritando el nombre de la princesa. —Qué predecible —murmuró Dante entre dientes. Observando fijamente a Henrique, y sosteniendo con firmeza a Sabina en sus brazos, apretándola contra él. Sabina le vio sonreír con malicia hacia la dirección en donde su hermano estaba peleando, y un escalofrío recorrió su cuerpo. —Dante. ¿Qué…? —¡Alfonso! —ordenó Dante ya cerca de la salida— Llévatela, que nadie le toque un solo cabello. —Pero… —Sabina intentó hablar, pero la gélida mirada que Dante le lanzó la acalló. ¿En qué momento se convirtió en ese hombre? Alguien con una mirada tan fría que parecía no tener alma. La crueldad que reflejaba le recordó al rey Ricardo, y fue ahí cuando comprendió todo. Tenía que huir. A como diera lugar. —¡¡No!! —el grito del rey los sacudió a los tres, y Alfonso comenzó a jalarla del brazo hacia la salida. Dante caminó completamente decidido hacia el rey, y Sabina se esperó lo peor. —¡No, Dante! ¡No! Intentó forcejear con el guardia, pero fue en vano. Todos los guardias estaban en retirada, y sólo podían oírse los gritos de agonía y el choque de las espadas. La imagen de Dante y el rey alzando espadas, listos para matarse, fue su límite, y colapsó. Entre gritos y sollozos cayó al suelo, arrastrándose y pegándole manotazos a Alfonso, desesperada por acercarse a los dos hombres que más quería, a pesar de todo. —Lo siento, princesa. Pero es por su bien. Y eso fue lo último que escuchó antes de que todo se volviese n***o.
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