18. DÍAS ASÍ

1116 Words
NARRACIÓN Madison cubre su cabello por completo con un gorro de lana, van a salir a realizar compras y James le pidió sea lo menos llamativa posible. - Por favor – se detie él en la puerta, antes de abrirla. – Repite una vez más lo que acordamos. - Eres demasiado intenso – voltea los ojos ella. – No debo alejarme de ti, no debo usar mi nombre real, no debo hablar con extraños, no debo hacernos demorar. - De acuerdo, confío cumplirás con tu promesa. - Te di mi palabra, la cumpliré. Después de conducir algunos minutos llegan a un pequeño poblado en medio de la nada, las personas no se inquietan ante ellos, lo cual le confirma a Madison que James se ha infiltrado con éxito en el lugar, armando una historia desde antes. - Veo que eres bueno en tu trabajo – le dice en voz baja. - Mi vida depende de eso – contesta este. Entran a un viejo almacén, el cual tiene una enorme variedad de opciones desde comidas, hasta ropa y otros implementos para el hogar. - Vaya – Madison revisa un abrigo. – Tienen de todo. - Es común en los poblados pequeños de difícil acceso. - ¿Perfectos para ocultarte? – le susurra al oído, este asiente con la cabeza cuando son interrumpidos. - Hola – saluda una joven, quien se ve emocionada ante James. - Hola – contesta este con amabilidad, haciendo que Madison observe a ambos con el ceño fruncido. - Creí que no bajaría por provisiones hasta dentro de un par de semanas. - Me adelanté un poco – ambos ignoran a Madison, quien tose para llamar su atención. - Hola señorita – la chica saluda, percatándose de su presencia. - Hola también – contesta Madi fingiendo una sonrisa. - ¿Ella es su hermana? – le pregunta a James con una sonrisa amable. - Ah – este mira a Madison, listo para contestar en base a su guión. – Ella es… - Su esposa – lo toma del brazo, mientras la sonrisa de la chica se borra. James la observa, tratando de no de mostrar su sorpresa. - Oh – suelta esta con tristeza. – No sabía era casado. - Es nuevo – responde él. - Exacto – Madison lo mira sonriente. – Si nos disculpa, mi esposo y yo debemos hacer compras. - Cla… claro. Si necesitan algo me avisan - se retira cabizbaja, ante la sonrisa triunfadora de la otra. - ¿Por qué le dijiste eso? - ¿No querías que pasemos desapercibidos? ¿sin hablar mucho con la gente? - Podíamos decir somos hermanos. - Eso solo haría que todos esta señorita suba toda la montaña con la excusa de pedirnos azúcar. - ¿Azúcar? - Azúcar, café. Que le arregles una puerta, que le revises una llave de agua, da igual. Podría ser un problema. - ¿Le tienes celos a Carmencita? - Carmencita – ríe con ironía. - Así la llaman todos. - Pues qué horrible forma de llamar – una pequeña sonrisa se dibuja en el rostro de James. – No me mires así. - ¿Cómo? - Como si creyeras que de verdad sentí celos, cuando solo estoy cumpliendo con mi parte de comprometerme esta semana con tu misión. - Ajá. - Nada de ajá. Piensa un poco, nadie va a molestar a una pareja de recién casados. Tampoco levantaremos sospechas por no convivir con otras personas. - ¿Viste a tu alrededor? ¿crees es un lugar donde la gente convive? - Pues mi amiga la montañesa – señala con la cabeza – era capaz de inventarse algo para tenerte cerca. - Tratas de decirme que lo hiciste por eso – la observa. - Obvio, ¿por qué más? - Entonces, debemos seguir con el papel de esposos supongo. - Claro. Soy casi una actriz, ¿sabes? Así que no será problema para mí fingir estar enamorada y feliz. - Así de buena actriz eres. - Bueno, no quiero presumir, pero obtuve el papel protagónico en nuestra obra de teatro de sexto. - Y por eso eres actriz. - También por mi ncreible belleza y carisma – hace una pose. – Incluso me han dicho que me parezco a Alana Bolton – James no puede evitar reír. - ¿Te parece divertido? - Bastante. - Como si hubieras estado cerca de una mujer así – toma un cochecito y se aleja de él virando su cara. - Te sorprenderías del tipo de mujeres que conozco – susurra. El enojo de Madison desaparece conforme van avanzando en las compras. Para cualquiera que los obseve, son una típica pareja de recién casados que comparten miradas y sonrisas cómplices, divirtiéndose con algo tan simple como las compras del hogar. Madison coloca cosas en el carrito, las caul James saca debido a que no están dentro de la lista, provocando ella haga un par de pucheros que lo convencen con facilidad de volver a meter lo que sacó. James recuerda lo divertidos que fueron los días junto a ella, antes de que conocieran sus nombres, con esa personalidad natural, divertida, de una chica juguetona con la que podía conversar de las cosas más sencillas, que sentían tan importantes en sus labios. - ¿No crees que es mucho arroz? – le dice a ella, sosteniendo una funda mientras se la enseña. - Parece que sí, pero se me ocurrió podemos probar cada día una forma de hacerlo en base a la receta de un país distinto. - ¿Para qué? – deja la funda en una percha. - Para probar – la toma y vuelve a meterla en el carrito. – No te parece tan increíble que cosas tan simples y que las sientes básicas, tengan otro forma diferente, un sabor distinto en un lugar alejado de tu mundo. - No. - Qué aburrido. - El que me cueste entender tu obsesión no me hace aburrido. - No es obsesión, es experimentación. Como recordarás vivo en una prisión. - Tu prisión tiene dos piscinas, cancha de tenis y tu habitación una terraza del tamaño de este lugar. - Igual es prisión – le saca la lengua. – El punto es, que debía encontrar formas de distraerme, así que se me ocurrió encontrar otros usos a las cosas más cotidianas que encontraba. Especialmente en la comida. - ¿Cocinabas? - Pedía cocinen – hace una mueca. – Pero, guiaba a quien cocinara con la receta que encontraba. Así que pensé, podemos hacerlo. - Está bien, mientras no incendies la cabaña. - ¡Bien! Vamos a divertirnos mucho querido esposa – lo abraza, mientras James, aún sin quererlo, sonríe con emoción.
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