17. DESDE CERO

1537 Words
NARRACIÓN James ubica una almohada y una cobija en el suelo junto a la cama, donde se acomoda para dormir, ante la mirada atenta de Madison. - Va a darte frío y te dolerá la espalda – le dice. - Estoy acostumbrado a dormir así – responde sin quitar su mirada del techo - no necesitas preocuparte. - ¿Y si te enfermas? - Vaya, hace unas horas me maldecías y ahora te preocupas por mí – la mira, una pequeña sonrisa sarcástica se dibuja en su rostro. - Me preocupa que si te mueres, no sabré cómo salir de aquí – se acomoda en la cama, mirando al techo también. – Con tanto cambio de medio de transporte, además de mi momento dentro de un maletero, no tengo idea de cómo regresar. - Regresar… - dice con sarcasmo. – La mujer que ha intentado huir de todas las formas posibles, habla de regresar al mismo lugar. Cualquiera creería extrañarás tu casa – regresa a su posición con la mirada en el techo. - Claro que la extrañaré, igual que a papá y a los demás – su voz es triste. - Entonces, ¿por qué quieres huir de ahí? - No quiero huir de ahí… o sea, sí quiero, pero no como todos creen. - Eres más complicada de lo que creí. - Nadie lo entiende – sonríe. – Yo solo… quiero poder elegir, quiero poder elegir salir o quedarme, a dónde iré. Quiero poder decidir sobre mi vida – se acomoda de lado, viéndolo. - ¿Nunca has sentido que no tienes ningún control sobre tu vida? – James se ubica de lado también, viéndola fijamente, pensando. – Lo hiciste – sonríe. - Tu padre tiene sus razones. - El miedo no puede ser una razón para quitarle a otros su libertad. - Te protege. Si entendieras lo que ha visto, le darías la razón. - Pero no lo he visto, no lo he vivido. No puedo pagar el precio de una vida que él aceptó – por un momento James siente debería contarle sobre las amenazas, lo descarta. No ganaría nada más que asustarla, al saber todo lo que han descrito en cartas que quieren hacerle. - Lo entiendo – responde tras un gran silencio. – Pero necesito me dejes hacer mi trabajo, por lo menos esta semana. - Te di mi palabra y la cumpliré – sonríe. - Entonces, buenas noches – se ubica boca arriba para dormir. - Buenas noches – dice ella, dándole la espalda para hacer lo mismo. A la mañana siguiente, James se despierta con los primeros rayos de sol. Sale de la casa habitación hacer ruido, dedica una hora a ejercitarse y como parte de su rutina decide trotar alrededor del lugar para verificar todo su equipo que le permite monitorear el lugar esté instalado correctamente. Madison suele despertar tarde, así que calcula el tiempo disponible. En su regreso, a penas abre la puerta del lugar se encuentra con una gran nube de humo proveniente de la cocina. Ingresa cubriéndose la boca y la nariz, sostiene un extintor que se encuentra a la entrada y lo usa para detener el fuego que sale de lo que parece ser un sartén en la cocina. Cuando todo se disipa ve a Madison, que tose atrás de él, mientras mueve sus brazos para tratar de alejar el humor a su alrededor, él abre la ventada de la cocina y la mira. - ¿Qué carajos pasó? - Sorpresa – dice esta abriendo sus brazos, para volver a toser. – Nos preparé el desayuno – ambos observan la sartén totalmente quemada. – Bueno, lo intenté – se encoge de hombros sonriendo. - Casi acabas con la montaña entera. - Un poquito, pero no fue mi culpa. Es culpa del sartén. - ¿Del sartén? - Sí – señala. – Me atacó. - ¿Te atacó? - Me atacó – asiente. – Intenté preparar un tocino que encontré en el refrigerador, lo coloqué en un sartén y la grasa del tocino empezó a atacarme. Mira – le enseña pequeñas quemadas. – Yo quería acercarme porque empezó a quemarse, pero seguía atacando. Entonces, intenté apagarlo sacudiendo un trapo. - ¿Y qué pasó? - Se quemó el trapo, luego me armé con la tapa de una olla – enseña la tapa. – Pero seguía saltando y luego, ¡más fuego! – abre los brazos de forma dramática. – Luego llegaste tú y lo apagaste. ¿No tienes una alarma o un sistema de riego? Es peligroso eso – James la mira intentando procesar todo. - ¿Cuánto tocino pusiste en el sartén. - Todo el paquete – él respira, cerrando los ojos. - ¿Todo el paquete? - Tenía mucha hambre. - Pensé que sabías cocinar, una vez te ofreciste a hacerlo. - Eso es chistoso, sé hacer algunas cosas. Pero no sé freír. - ¿Y por qué decidiste preparar tocino? - Porque tenía ganas. - Aish – respira. – Déjame ver tus quemaduras – le revisa las manos. – Ven, déjame curarte. Luego limpio la cocina y preparo el desayuno. La hace sentarse en el comedor, mientras trae un botiquín del baño. Le limpia las heridas y luego le aplica una pomada. - Ni 48 horas juntos y ya tienes la cabeza partida, las manos quemadas y casi incendias una montaña. Jamás había tenido tantos errores en una misión. - En cambio a mí siempre me pasan cosas así – se sumerge en sus pensamientos. – Mira, esto fue con las primeras rejas de la casa – enseña una minúscula cicatriz en la muñeca. – Papá las cambió por temor a que sea peor, también me golpeé aquí pasando por un tubo de metal que conectaba a la calle – le enseña su nuca. – Creo que papá ha invertido más en borrar mis cicatrices que en mi educación – ríe. - Prométeme que intentarás no sumar más cicatrices mientras estés aquí – dice mientras organiza el botiquín. - No puedo prometer lo que no sé si podré cumplir. - Muy graciosa. - El trato es 1 semana, no todo el tiempo que esté aquí. - Debí cobrar más – dice este mientras observa a la nada. - Todos dicen eso – lo mira con una sonrisa. Después de limpiar la cocina, desechar el sartén y preparar unas tostadas con huevos revueltos, comen con tranquilidad. - Para que las cosas funcionen aquí, necesito que conozcas un par de detalles. Además del tema de la cocina – habla James con seriedad. - ¿Hay reglas ahora? - Obviamente. Cerca de aquí hay un pequeño pueblo, vamos a ir mañana a realizar unas compras, revisa qué necesitas y prepara una lista. - Ok. - No puedes hablar con ningún extraño, responde lo básico y mantente cerca de mí. Solo puedes dejar este lugar conmigo, además de animales salvajes, alguien puede rastrearte. - Huy sí, un montón de gente debe andarme rastreando – responde con sarcasmo, James respira. - Para todos seré tu hermano, estamos aquí por la temporada de caza. - ¿Caza? - Caza. - Yo no lastimo animales – se molesta - tampoco disparo armas. - No te dije que lo harías, solo necesitamos mantener un bajo perfil – su molestia no se, quedándose en silencio. - Tienes bien armada la historia – cruza los brazos. - Me pregunto, ¿cuánto tiempo llevas preparando este lugar? - Los detalles no son de tu incumbencia – la ve molesto. - Eso quiere decir que es desde que nos conocimos. Vaya, pensabas entonces desaparecer y ya. Así yo no fuera yo, ibas a abandonarme. - ¿Qué importa eso ahora? Creí que ya hablamos de eso. - Pues no, estoy molesta. - ¿Estás molesta? - Estoy molesta, pensabas abandonarme. - Te recuerdo que tienes no vio. No, un prometido, ¿pensabas llevarme de luna de miel? - Eso, no tiene que ver con eso. - ¿Cómo no tiene que ver? - Porque es mi prometido por tu culpa. - ¿Por mi culpa? - Sí, tu culpa. Y sabes, ¿qué? Por lo menos él no es un abandonador, siempre se ha mantenido a mi lado. - Uy sí, como está aquí – mira a su alrededor. – O, como cuando cambia sus planes por miedo a tu papá. - No le teme, lo respeta. - Sí, claro. - Ja – ella ríe con sarcasmo. – Acaso, ¿te dan celos? - ¿Celos? De alguien que ni siquiera puede mantener su palabra, sí claro. Solo que te digo, hay algo extraño en ese tipo. A parte de su cobardía. - ¿Cobardía? ¿algo extraño? Extraño es que seas la única persona que no le cae bien, me pregunto por qué – sonríe victoriosa. - Sabes qué, te tocan los platos. Yo voy a continuar revisando el perímetro – se pone de pie y sale de ahí. Odia que ella lo haga perder su calma, odia que lo haga sacar un lado de él que no puede controlar, pero más que nada odia que tenga razón sobre Héctor, la única persona en la vida a la que realmente ha querido matar.
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