Un chico malo enamorado

19. SIN MIEDO

NARRACIÓN

Transcurren tres días sin incidentes entre Madison y James, días en los que ambos ven nuevas formas de preparar arroz y pasan a recordar la diversión que tenían juntos. Madison dibuja un gran mapa del mundo en medio del salón, donde marcan lugares de los cuales van conociendo recetas y tradiciones con este ingrediente que ha dado paz.

Empiezan a investigar nuevas formas de comerlo, de utilizarlo, como sus usos en el skin care. Esto incluye una sesión de mascarillas de la que James intenta huir sin éxito, sometiéndose al final a una tortura que no pensó tener: darle forma a sus cejas con pinzas. Siendo tolerante al dolor, no imaginó podían sacarle lágrimas en un proceso como ese.

- Y terminamos – Madison aplaude, mientras le pasa un espejo a James para que vea el resultado. Este parpadea intentando abrir su ojo derecho, el cual aún tiene lágrimas

- Recuérdame por qué deje me hagas esto.

- Porque soy linda y divertida – responde acomodándose el cabello.

- Ok…

- Además, estábamos aburridos. No hay mucho que hacer.

- Pensé en eso – la mira. – Podemos entrenar.

- ¿Entrenar? – lo ve como si hubiera dicho una estupidez.

- Sí, lo pensé y sería bueno aprendas un poco de defensa personal. Quizás podamos ver unos golpes, o lo básico del uso de un arma.

- Olvídalo – niega con la cabeza poniéndose de pie. – Yo no pienso toca un arma, ni golpear a nadie.

- Es bueno para ti… - lo interrumpe.

- Es bueno para mí alejarme de todo ese mundo.

- ¿Por qué no lo intentas? Yo en tu lugar encontraría la forma de cuidarme.

- Tú en mi lugar ya habrías huido. Mira, pasé un evento traumático de niña y a partir de ahí mi vida se resume a estar encerrada, rodeada de mil guardaespaldas y con un padre paranoico que necesita controlar cada segundo de mi existencia. Me rehuso a contribuir en su fantasía, no quiero volver a seguirle sus locuras.

- ¿Seguirle sus locuras?

- Lo creas o no, una época confié ciegamente en todo lo que me decía. ¿Sabes cuál fue el resultado? Nunca tuve amigos, nunca asistí a ningún evento escolar, graduación, juego, fería. Ninguna compañera me invitó a fiestas, cumpleaños y pijamadas, tampoco tuve citas porque todo el mundo temía estar mío, sea por cien guardaespaldas, mi papá o las historias sobre él – respira.

- Entiendo, pero…

- No lo entiendes, tampoco lo harás. Tú, al igual que él, quizás elegiste vivir aislado del mundo por tu… “trabajo”, yo no. Yo sí quiero una vida normal, donde vaya por un café, camine a tomar el metro, el bus, el tren, da igual y tenga a un lugar donde llegar. Poder saludar a un grupo de amigos, conversar de la fiesta del día anterior, hcer planes para el fin de semana – se limpia una lágrima. – Quiero vivir, no solo sentir que estoy sobreviviendo.

- Lo siento – sus palabras salen del corazón. Quisiera decirle que la entiende, que él también está cansado de la vida que tampoco escogió.

- No es tu culpa, no es culpa de nadie supongo. Voy a irme a dormir temprano.

Madison se encierra en su habitación. Cuando llega la cena James arregla la mesa, espera animarla un poco con el risotto que preparó, pero esta no sale. Decide comer su porción y guardar lo demás por si le da hambre más adelante, llegada la madrugada una fuerte lluvia empieza a caer, las gotas golpean los cristales de las ventanas y el techo, mientras un par de relámpagos, con sus respectivos truenos dan aviso de la tormenta que está cayendo.

En medio de sueños, James se queja un poco. Hay días donde aún su pasado lo sigue en pesadillas, está en medio de una cuando siente lo observan, abre los ojos y ve una fantasmagórica figura de blanco, con un abultado cabello oscuro. Reacciona de forma inmediata, apuntándola con su arma.

- ¡Alto al fuego! – grita Madison, quien sostiene frente a ella una almohada.

- ¿Madison? – baja el arma. - ¿Estás loca? Pude…

- Matarte, ya sé. Me has dicho eso muchas veces, más de las que deberías – un trueno provoca un gran ruido, haciendo que esta salte sobre él.

- ¿Le temes a los truenos?

- No – se incorpora, buscando peinar su cabello con sus dedos, cuando otro trueno suena y se acerca a él nuevamente. – Bueno, un poquito. Algo chiquito.

- Tan chiquito que te trajo a mi habitación.

- Verás, técnicamente también sería mi habitación. Porque como mi papá está pagando todo, pues la casa entera sería mía – le sonríe. – ¿Puedo dormir aquí?

- Oh – la ve con una sonrisa. – No – de un solo movimiento la deja de pie junto a la cama y él queda sentado.

- Wow, eso te salió increíble. Vi un movimiento similar en un show de stripers, pero tu movimiento tuvo mejor técnica – le aplaude, este la ve con el ceño fruncido.

- Ve a tu habitación – le señala la puerta, esta niega con la cabeza.

- No quiero.

- Te recuerdo estabas enojada conmigo, tanto que ni siquiera saliste a cenar. Así que sigue disfrutando de tu habitación – se pone de pie y sostiene la perilla de la puerta.

- Primero, no estaba enojada. Estaba resentida – abraza la almohada. – Segundo, no quiero irme – se lanza en la cama.

- ¡Sal! – se acerca y la toma del tobillo, buscando sacarla.

- ¡No! – se aferra al barandal.

- No puedes quedarte aquí.

- Acaso… - regresa a verlo con picardía. - ¿Te pongo nervioso?

- Claro que no – sí, se siente nervioso. – Solo que soy un profesional, debo mantener una distancia profesional o tu padre va a matarme. DE FORMA LITERAL.

- Tienes un fetiche con mi papá, ¿o algo así? – James rueda los ojos. – Solo lo pasas nombrando y él no está aquí. Anda – le da una palmadita a la cama – yo no le diré nada, por fis. Odio dormir sola cuando hay truenos.

- Odias dormir sola cuando hay truenos, odias dormir sola cuando no conoces el lugar. Creo que te vas a casar por no dormir sola – se queda callada, buscando huir de su mirada. - ¿Te vas a casar por no dormir sola?

- O sea… no solo por eso – él respira profundo, esta mujer está más loca de lo que pensaba. – Mira, es complicado. Solo puedes dejarme dormir aquí y ya, prometo ser una almohada más.

- Una almohada más, con distancia.

- Toda la que quiera, te prometo que no pasará nada que no quieras – le sonríe, cuando un trueno cae y se cubre con la cobija, este se ríe al verla.

- Está bien, pero si tu papá pregunta.

- Juraré por mis hijos imaginarios que pasé en mi cuarto como la señorita decente que mi papá cree que soy.

James se acuesta en el otro extremo de la cama, acomoda su almohada y se queda boca arriba, sobre su brazo derecho. Madison lo observa y lo imita.

- ¿Enserio vas a casarte por no dormir sola? – le dice.

- Además de que es mi mejor amigo, mi único amigo en realidad… - regresa a verla. – Te lo dije, mi papá no permite que nadie se acerque. Desde lo de mamá mi papá se volvió demasiado extremista, así que todos los que estudiaban conmigo me temían. Nadie me hablaba, o interactuaba, ni siquiera los maestros. Héctor era el único que jugaba conmigo, venía a casa, me prestaba atención.

- ¿Por eso te vas a casar con él?

- En parte… yo, le debo mucho.

- ¿Qué le debes? – ella regresa a verlo, ambos se observan a detalle.

- No huí, ese día no huí con tu dinero. Mentí, pero no huí.

- ¿Ah?

- Iba a encontrarme con un contacto que me ayudaría a obtener documentos nuevos, para poder irme – sonríe. – Creí que era muy inteligente, como en las películas. Pero solo soy una tonta… La persona con la que me iba a reunir me robó, durante el robo me golpeó un poco. Caminé hasta un lugar seguro donde llamé a Héctor, le pedí que vaya por mí, que no le avise a mi papá – James la observa, la mirada de ella se aleja – tenía miedo si llegaba cerca podía saber de ti y hacerte daño, tenía miedo si volvía contigo al buscas ayuda mi papá podía hacerte daño. Héctor llegó, me llevó al hospital y le mintió a papá… No me hizo más preguntas, solo me cubrió igual que siempre.

- Si hubieras regresado conmigo…

- No sabía quién eras, tú no sabías quien era yo – vuelve a mirarlo. – Ahí me di cuenta éramos dos extraños, pero Héctor no lo era, él siempre estuvo conmigo, siempre de mi lado. Mientras no pueda huir de mi padre, jamás podré elegir mi camino y tú tampoco podrás hacerlo – la última frase la dice con tristeza. – Buenas noches James – se da la vuelta.

- Buenas noches Madison – se voltea también.