Un chico malo enamorado

15. DESAPARECER

NARRACIÓN

Tras un par de horas de recorrido fuera de la ciudad, Madison piensa más sobre lo que está viviendo y pronto la tristeza se transforma en rabia.

- ¿Dónde vamos? – finalmente pregunta con molestia.

- Lejos de aquí.

- ¿Qué es el plan B?

- Llevarte a un lugar más controlado.

- ¿Más controlado? ¿Piensas meterme en una prisión acaso? ¿Dónde me llevas?

- Vamos a ir a un lugar, es todo lo que necesitas saber.

- ¿Por qué?

- Órdenes de tu padre.

- Ja – se burla. – Es a mí a quien llevas, merezco una respuesta.

- No estoy autorizado a darla.

- Déjame adivinar, amenazas. ¡Años recibiendo amenazas! Y mírame, sigo viva y casi completa.

- ¿Casi completa?

- No estoy autorizada a darte información – responde con sarcasmo, James respira. – Quiero saber.

- Ya te dije que no puedo decirte.

- ¡Y yo te dije que quiero saber! – se desespera, golpeando con sus pies la guantera del carro, como una niña haciendo berrinche.

- Basta – dice James con menos calma.

- ¡No! – grita, continuando con los golpes. Él intenta detenerla con una mano.

- ¡Basta!

- ¡No! – sujeta su mano y la muerde, provocando casi pierda el control del carro. Derrapan un poco y terminan detenidos a un lado de la carretera.

- ¿Estás loca? – le reclama. – ¡Casi nos matas!

- Eres un matón y te asusta un pequeño accidente de carretera.

- ¡Eres una demente!

- ¡Tú eres un psicópata igual a mi padre! – se baja del carro, lanzando la puerta.

- ¿Dónde vas? - James la sigue mientras Madison camina al borde la carretera.

- Regreso a mi casa.

- Todas estas semanas querías huir, ahora resulta que buscas volver. Decídete, ¿qué quieres? – ella se detiene, da la vuelta y lo enfrenta.

- ¡Irme por mis propios términos!

- ¡Tus términos harán que termines muerta!

- Prefiero estar muerta que seguir órdenes de alguien que quiere controlar mi vida, para calmar su conciencia – da la vuelta y sigue caminado.

- Por favor, Madison. Regresa – la sigue, intentando convencerla.

- No quiero – dice de forma caprichosa.

- Mis órdenes son llevarte por las buenas… o por las malas.

- Adelante – se voltea, enfrentándolo fíjamente con mirada. – Te reto a hacerlo.

Unos minutos después, Madison se encuentra en el maletero del carro atada de pies y manos, con cinta en su boca. Mira a James con furia, una mirada que le da la seguridad a él que está planificando su venganza.

- Debemos avanzar rápido – le dice. – Cuando lleguemos a un área segura, donde no puedas escapar, volveremos a hablar – cierra la puerta.

En el maletero Madison patea, o por lo menos intenta. Usando toda su flexibilidad pasa sus manos atadas en la espalda, hacia adelante. Se concentra en recordar cómo abrir un maletero desde adentro, ¡bingo! Quién diría que las enseñanzas que su mismo padre un día le dio le sirvan para huir de él. Intenta e intenta hasta que lo logra, quedan la puerta semi abierta. Patea con dificultad un par de mochilas que están cerca, haciéndolas caer. Verlas despedazarse al tocar la carretera la hacen concluir que no es una buena idea lanzarse de un carro en movimiento, peor estando atada.

Piensa un poco más, quizás venga otro carros atrás de ellos y al notarla puedan ayudarla. Sus esperanzas duran poco, cuando al saltar un muro la puerta vuelve a cerrarse, mientras ella termina golpeada. Su cabeza arde, siente algo caliente rodar por su rostro.

- Genial, sangre – piensa.

Aparta un poco la sangre de su ojo, respira profundo y decide que en casos así es mejor ahorrar energía. Cerrando los ojos y procurando dormir, después de todo, no es su primera vez así en un maletero de un carro. Con los primeros rayos de sol, han llegado al primer punto marcado por James, es momento de un cambio de vehículo.

Sostiene la puerta del maletero sin abrirla, respira profundo, envocando calma y serenidad para razonar con esta mujer. Al abrir, se topa con una escena que no esperaba, el rostro de Madison luce ensangrentado y ella parece estar inconciente.

- Madi – sostiene su rosotro, dándole pequeñas palmadas. – Madi, por favor reacciona – saca una navaja y le quita las amarras, de un tirón remueve la cinta y esta grita.

- ¡Ay! – estira la mano y le propina un golpe en la nariz. - ¿Qué te pasa? ¡psicópata! – se frota la boca con dolor. - ¿Por qué me quitaste esa cinta así?

- ¡Creí que estabas inconciente! – grita, sujetando su nariz que también sangra.

- Estaba dormida, ¡estúpido!

- ¿Dormida? – la mira como si hubiera escuchado una idiotez. – Tienes la cabeza partida, el rostro con sangre – las palabras se atoran por la rabia. - ¿Quién duerme estando atada en una cajuela?

- ¿Conoces el término ahorro de energía? Pues bien, yo puedo hacerlo en cualquier circunstancia. Además, no es mi primera vez en una cajueta estando atada.

- ¿Y me dices psicópata a mí? – saca un pañuelo del bolsillo de su pantalón y detiene su sangrado.

- ¿Quién de los dos ató al otro y lo encerró en la cajuela? Y dudo mucho haya sido tu primera vez – este la ve con molestia. – A las pruebas me remito.

- Déjame ver tu herida – se acerca y la revisa. – No necesitarás puntos, pero hay que desinfectarla. En mi maleta – observa el maletero vacío, Madison desvía la mira. - ¿Dónde están las dos mochilas que dejé aquí? – ella observa para el otro lado. – Contéstame.

- Logré abrir el maletero y las lancé – murmura.

- ¿Qué?

- Las lancé, ¿ok? Iba a lanzarme yo, pero me di cuenta era mala idea hacer eso con un carro en movimiento.

- ¿Tú crees? - pregunta con sarcasmo, como si hubiera escuchado la mayor estupidez.

James camina de un lado al otro, ha planificado cada detalle de este plan, cada parte y aún así no contempló esta mujer pudiera hacer algo así.

- Esas maletas contenían ropa, cepillos de dientes, todo lo que necesitaremos para la siguiente parte del plan.

- Ups – se ríe.

- ¿Ups? Cuéntame, cómo piensas andar por la carretera, por las montañas, con esa pijama – ella se mira, recién observa que su pijama es un short muy corto con conejitos y una blusa bastante transparente.

- No debí hacer eso.

- No – contesta con sarcasmo. – No debiste. Es que, no entiendo. ¿Por qué? Por qué creías en una huida es buena idea lanzar una mochila sin revisar qué hay en ella.

- Porque soy pendeja y hago cosas sin pensar.

- Es que… ¿tienes algo en tu bolso que sirva para limpiar tu herida?

- Tengo agua y gel antibacterial.

- Ok, eso funcionará por ahora.

Con quejas, gritos y manotazos, James logra limpiar la herida de Madison. Piensa unos minutos cómo resolver la falta de materiales, que incluían un tinte de cabello y ropa menos llamativa. Le da su abrigo a Madison para cubrirla del frío, deja el carro para su contacto encargado de desaparecerlo, se colocan cascos y suben a una moto para avanzar la siguiente punto.

En una zona apartada, dejan la motocicleta escondida y caminan hacia la entrada de un pequeño pueblo, en la gasolinería hay una tienda donde ven algo de ropa. Le da intrucciones a Madison de no quitarse el casco para que no se note su cabello y van a la sección de ropa, hay pocas cosas.

- Bien – dice James cargando un par de prendas. – Vamos.

- ¿Quieres que use eso? – señala los pantalones estilo hippie de colores marrones y una blusa a juego.

- ¿Qué tiene?

- Me queda horrible ese color. Además, esos pantalones no le van a mi cuerpo – este pone los ojos en blanco.

- Elige algo rápido.

- Esto es lindo – señala un vestido con el mismo patrón, pero en colores lilas. – Claro que parece voy a trabajar en una esquina vendiéndome, pero se ve bien.

- Nos queda un largo camino en moto, usa eso y te congelarás.

- Ok, ok. Estos – le muestra unos jogger verde aceituna y un top blanco.

Toman implementos de higiene, algo de medicina y pasan a la caja registradora, el señor mayor observa las manos de Madison que tienen una sutil marca de ataduras y la nariz golpeada de James, parece sospechar. Ella le sonríe.

- Nos gusta jugar rudo en la cama – le dice, guiñandole un ojo.

James cierra los ojos avergonzado, haciendo que el hombre niegue con la cabeza. No entiende la juventud de hoy con sus juegos raros. Terminan de pagar y salen, caminan hasta la moto, junto a la cual se cambian y continuan su camino en dirección a la nada.