14. JAULA

1509 Words
NARRACIÓN James enciende un cigarrillo en la ventana del pasillo, observa el exterior, analizando dónde se burló la seguridad. Como sospechaba, existe un informante adentro. La pregunta es, si solo informa o tiene otras órdenes. Busca en su mente detalles, momentos, ángulos, necesita descifrar lo que está pasando, cuando la puerta de la habitación de Madison se abre. Lleva una pijama corta, un pequeño short y una diminuta blusa que muestra su abdomen, ambos se observan. - No voy a huir, solo tengo hambre – se explica. Camina en silencio a la cocina seguida por James, va con la mirada perdida, se nota ha llorado. Abre la refrigeradora y prepara dos sánduches, sirve dos vasos de jugo, dos postres de chocolate y ubica todo en una bandeja. - Ey – llama la atención de él, señalando con su canbeza la bandeja. – Está pesado, ¿puedes llevarla o me dirás de nuevo no eres mi mayordomo? James la observa en silencio, nota su tristeza, así que decide no pelear y obedecerla, cargando la bandeja. Caminan de regreso a su habitación, esta le abre la puerta invitándolo a entrar. Hay una mesa cerca de la ventana, ubica la bandeja ahí y se dirige a la puerta. - Hice suficiente para los dos – se detiene. – No me gusta comer sola, lo hago siempre, pero no me gusta. - No creo su padre. - No hay cámaras en esta parte del pasillo, la ventana tiene alarmas, yo solía mostrar mis pechos al salir de la habitación, así que papá decidió era una zona “segura” – hace comillas con sus dedos, este voltea sus ojos. - Está bien – toma un sánduche y lo come de pie. - Siéntate – señala una silla. – Mi nana dice que comer de pie no es bueno para la digestión. - Gracias. Comen en silencio, James observa a su alrededor. Hay un gran mapa en una pared, con lugares señalados por tachuelas de colores y papeles con escritos a mano. Sobre el escritorio reconoce la libreta que ella solía cargar. - La reconoces – nota ella lo ha estado observando. – Aún la tengo – él asiente. – Tengo pensado pagarte todo tu dinero, enserio. - Ya no importa. - Ok… - agacha la cabeza y siguen comiendo en silencio. – Quizás no lo entiendas, pero… yo solo, quiero estar lejos de aquí. - Lo sé – lo mira, una pequeña, aunque triste sonrisa se forma en su rostro. - ¿Me ayudarías a huir? – susurra. - ¿Aunque eso signifique pueda morir? - Por lo menos moriríamos en libertad. Sus ojos se dicen todo lo que sus labios callan, con amor, con resignación a lo que están viviendo. James vuelve a revisar la habitación, más que por seguridad, por huir de su mirada que lo tenta. Ve un collar colgando junto a su cama, le intriga, lleva un símbolo parecido al escudo Harris y siente lo ha visto antes. - Era de papá – es como si ella leyera sus pensamientos. – Me lo dio cuando era pequeña, lo usaba todo el tiempo. Pero ya no lo cargo. - ¿Por qué? – la pregunta solo sale de sus labios. - Porque amo a mi padre, pero me resiente ser su hija. Así que decidí no llevarlo, aunque él trate siempre de que vuelva a tenerlo en mi cuello. - Debe ser importante para él. - Es un símbolo de que siempre estará conmigo. De niña, solía decirme que si lo necesitaba a mi lado o lo extrañaba mucho, podía apretar con fuerza mi medallón y él lo sentiría, porque dentro de este estaba su corazón. - Una historia tierna para… - se detiene. - Para un hombre como él, lo sé. No lo parece, pero mi papá era muy dulce, cariñoso, amaba jugar conmigo. Hablábamos por horas, sobre lugares que visitaríamos juntos, sitios que poca gente conocía. El papá más divertido… O lo era. Después del evento de mamá, las cosas cambiaron y fueron cambiando aún más. Hasta ser el hombre posesivo y temperamental que es ahora. - Quiere protegerte. - Su protección va a terminar matándome – lo ve y su mirada de tristeza regresa. - El mundo puede ser muy peligroso, lo digo por experiencia. - Supongo… pero nunca lo sabré. Después de otro momento en silencio nota los ojos de ella se están cerrando, se acerca y la observa. En momento así se ve tan indefensa, tan dulce, tan parecida a la mujer que conoció y no a la lunática que lo atormenta hace semanas. - Sé que soy linda – sonríe. – ¿Me llevas a mi cama? Estoy muy cansa – James la toma en brazos, por un momento todo se siente perfecto. - Creo las pastillas hicieron efecto. - ¿Pastillas? – pregunta alarmado. - Las de dormir, creo que tomé 20. - ¿Qué? – la mira atónito. - Es broma – sonríe. La expresión de James cambia a enfado, soltándola de golpe, haciéndola caer como un costel de papas. Camina hasta la puerta. - Eres un idiota – le grita desde el suelo. – Recuerda que somos enemigos, no me rendiré hasta que renuncies. James regresa a la ventana del pasillo, enciende otro cigarrillo y deja salir el humo. Debe dejar de bajar la guardia, la mujer que conoció una vez no existe más. Las siguientes semanas, con Madison impedida de salir de casa, su comportamiento empeora. Música a todo volumen en cada parte de la casa, lanzamiento de platos o cualquier objeto que encuentre a la vista, vandalismo en las paredes, con la frase liberen a MadiF escrita con spray. El personal parecía perder la cabeza con la locuras de la señorita Ferrer. Su padre a gritos, su tío Víctor con charlas seria sobre su comportamiento y Héctor explicándole lo inmadura que se veía así, todos buscaban a su manera calmarla, sin éxito. El que parecía recibir la peor parte, además de su padre, era James. Quitarle los botones a todas sus camisas, cortar sus corbatas, rayas sus leyes de sol, llenar su cama con polvo pica pica, cuidar a Madison Ferrer era un estrés constante del que no podía escapar. Parecían estar en un bucle sin fin, donde chocaban constantemente entre ellos hasta que una noche James entró en su habitación. - Despierta – le susurró. - ¿Ah? – dice esta sin entender. - Querías huir, ¿cierto? – sus ojos se iluminan, asintiendo. - Sí. - Vamos. - Voy a empacar – se levanta de un brinco de la cama. - Debemos ser rápidos – le pasa una chaqueta y unos zapatos deportivos. – Solo tenemos unos minutos hasta que el sistema se encienda de nuevo. - Tienes razón, no hay tiempo – se coloca la chaqueta y los zapatos, toma su mochila, mete su libreta, el collar de su papá y su celular. - ¡No! – exclama este. – Sin teléfono. - Tienes razón de nuevo, hay que dejarlo todo atrás – asiente emocionada. - ¿Estás lista? – la mira, ella lo besa, ante la sorpresa de James. - Nunca en mi vida he estado más lista. James toma su mano y la guía, pidiéndole guarde silencio. Bajan por las escaleras de servicio, escuchan un par de guardias, así que se colocan tras una columna. Caminan por un pasillo, que da a las lavanderías y habitaciones del personal, usan un ventanal para salir a una parte del jardín. En un extremo del cercado, usa sus manos para impulsarla y que llegue a un pequeño descanso, él sube por sí mismo. - Vaya que estás en forma. - Shhh, no hagas ruido. - Ok, solo quería admirar tu físico - este voltea los ojos, solo ella en un momento así piensa en eso. Van por por el muro, deslizándose sin hacer ruido, hasta que dan con un hueco, ¡bingo! Pueden salir sin ser vistos. Caminan por un callejón totalmente oscuro, parece han dañado el poste de luz de esa área. Avanzan un poco más hasta una especie de bodega donde dan con una moto, se suben y van a toda velocidad por las calles desiertas. Tras casi una hora, en una nueva bodega, esconden la moto y se suben a un carro. James conduce a toda velocidad fuera de la ciudad, mientras Madison estira sus brazos feliz. - ¿Dónde vamos? - A un lugar seguro. - ¿No puedes decirme? – pregunta juguetona, James no pierde la seriedad. - No. - Está bien, cualquier lugar es bueno si vamos juntos. - Él saca un pequeño teléfono, presiona un botón. - Tengo el objetivo conmigo, el plan B ha dado inicio – la sonrisa de Madison se va. No es por ella, es solo trabajo. - Entendido – responde la voz de Arnaldo. - Cambio, señor – lanza el teléfono a la vía, que se rompe en pedazos. Madison se encoge en su asiento, esta vez James sí le ha roto demasiado el corazón.
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