12. HÉCTOR

1553 Words
NARRACIÓN Al finalizar la cena conversan un poco más en la mesa, hasta que los hombres se retiran a la oficina de Arnaldo. Después de un par de horas, Héctor sube a despedirse de Madison y se marcha. En una zona del jardín, un par de ojos lo observan salir, analizándolo completamente con un interés que no pueden explicar. “Héctor Mendoza, 25 años, estatura de 1,76 con un peso de 65 kilos quizás. Cabello castaño, ojos miel, cicatriz en el labio. Sus hobbies son el tenis y cuidar su jardín, tiene un perro y es considerado un adicto al trabajo.” Se encuentra absorto en su análisis cuando una voz lo trae de regreso a la realidad. - También tiene un conejido al que yo nombré Lord Orejas, por si quieres agregarlo a tu informe – sonríe divertida. - No debería estar aquí señorita – responde con su tono frío de siempre. – Alguien podría verla – hay algo de sarcasmo en su voz. - Sé cómo moverme sin que me vean. Además, hay espacios donde mi progenicaptor no colocó cámaras. Quizás porque hice un par de shows medio de stripers, así que se enfocó en no dejarme salir, antes que sus empleados obtengan material xxx de mí – James cierra los ojos y respira, la mujer frente a él lo agota. - Si no necesita nada, me retiraré a mi habitación – hace una pequeña reverencia con su cabeza e intenta irse, pero ella lo detiene sujetando la manga de su traje. - En realidad… vine porque quería hablarte de algo. - Dígame. - Por favor, deja ese tono cuando estemos a solas – da unos pasos lejos de él. - Sabes perfectamente que no somos extraños. - ¿No somos extraños? – la mira. – Que yo sepa, ni siquiera sabíamos nuestros nombres, o en mi caso, hija de quién era. Así que aplicamos para extraños – Madison voltea los ojos y él da la vuelta para irse nuevamente. - Mañana saldré con él – se detiene. – Vamos a almorzar juntos, lo que significa que tú irás también – la mirada de James se vuelve oscura. – No quisiera que sea incómodo, así que quizás deberías renunciar – él voltea. - ¿Te preocupas por mí o te asusta él se entere de algo? - Puedes pensar lo que quieras – ahora es ella quien intenta irse, pero él la detiene sujetándola de la mano. - ¿A qué juegas? – pregunta molesto. - ¿Yo? – se molesta también, soltándose de su agarre. – A qué juegas tú, apareciendo frente a mí de la nada, actuando como si no me conocieras. Fingiendo no te acercaste a mí antes como parte de un plan. - ¿Parte de un plan? Por supuesto, porque mi plan es meterme con la hija del jefe de… - Shhh – lo calla. – No uses esa palabra. - Pues esa palabra describe a tu padre – pierde un poco la paciencia, algo que solo ella sabe lograr. - ¿Crees que soy s*****a? ¿estúpido? ¿Entiendes todo lo que está en riesgo para mí? – se acerca a su rostro. - Y tú, ¿entiendes lo que está en riesgo para mí? – se acerca más, quedando cara a cara. Sus respiraciones son agitadas, ella traga saliva y James da un paso atrás buscando calmarse. - Yo no te engañe. Tú por otro lado, mentiste. - Eso no es cierto. - El que huyeras sin dejar rastro con el dinero, ¿tampoco es cierto? - Las cosas no fueron así… es que… - No importa – ella guarda silencio. – Lo único que vale es el aquí y el ahora, yo estoy contratado por tu padre y tú vas a casarte – mira su anillo, haciendo que Madison también lleve su vista a este. – Lo que haya sucedido no cambia nada. Tratemos de mantener la cordura, hasta que mi tiempo aquí se cumpla y nuestros caminos vuelvan a separarse. Entonces tú te casarás, vivirás tu vida soñada y yo podré desaparecer a James. - ¿Solo eso importa? – lo mira fijamente. - Sí – la ve con frialdad. - Ok… - sus ojos son de dolor, de rabia. - Entonces prepara un buen traje para mañana, porque vamos a divertirnos muchísimo los tres – le sonríe y se marcha, empujándolo al pasar junto a él. James respira profundo, no solo para calmarse, quiere sentir su aroma un poco más. El destino lo ha colocado en una misión de la que no sabe cómo salir. Al día siguiente, Madison se arregla con más esmero que nunca. Usa uno de sus vestidos nuevos, estrenando también zapatos altos y bolso. Se coloca un labial rojo, lanzando un beso al espejo. Trata de convencerse que todo es por Héctor, a quien no ha visto en días, pero ese look está dirigido a alguien más. Baja por las escaleras con elegancia, observa a su novio, quien la espera sonriente con un gran ramo de rosas rojas. De reojo mira al hombre que espera de pie en la puerta, no logra descifrar su expresión debido a sus lentes oscuros. Héctor le abre la puerta a su novia y suben a la parte trasera del auto, James va conduciendo, custodiados por otros dos vehículos. En el restaurante, la seguridad se ubica en zonas estratégicas, mientras James es el único que permanece con ellos en el reservado. - No puedo comer así – suelta los cubiertos. – Me estás quitando los alimentos James, al velarme tanto – este se mantiene inmóvil, sin mostrar una expresión. - ¡Madi! – Héctor le llama la atención. - No seas grosera con las personas que nos ayudan, debes disculparte. - No quiero – hace un puchero, él acaricia su rostro. – Anda, la Madi que conozco es amable – ella sonríe. - Mil disculpas James, toma asiento por favor y almuerza con nosotros – recita en un tono de niña regañada cumpliendo con lo que le pidieron. - No se preocupe. - Insistimos – dice Héctor. - Es hora de almorzar, los platos están aquí y el olor debe llamar la atención de tu estómago. Podemos compartir la mesa, o si deseas, puedes sentar en otra. Así podrás seguir con tu trabajo. - Mi trabajo es permanecer cerca de la señorita Ferrer cuando estamos fuera de la casa. - Entonces toma asiento, anda hombre. O llamo a Arnaldo y que dé la orden, pero no está bien te quedes de pie viéndonos comer – James respira. - Gracias, señor – toma asiento. - Gracias a ti por cuidarla – mira a su novia, toma su mano y la besa. - Sé que puede ser muy difícil a veces – sonríe y esta rueda los ojos. – Así que valoro lo que haces – lo ve con amabilidad. Durante el almuerzo James se maldice por dentro, el tipo es tan amable. Se preocupa porque su vaso de agua no esté vacío, también que elija el mejor postre e involucrarlo en la conversación. La peor parte es cuando le hace cariños a ella, dirigiéndole miradas, besando su mano o mejilla, acariciando su rostro y acomodándole el cabello. Estas acciones lo hacen empuñar su mano bajo la mesa, estando al límite del autocontrol para no tomarlo del cuello y golpearlo contra el plato. Por momentos, imagina tantas formas de acabar con ese pobre infeliz, que sabe su único “error” es conocer a esa mujer antes que él. Al terminar nota la actitud coqueta de Madison, una actitud que en parte es por molestarlo, pero que también disfruta. - Sabes… – acaricia los labios de su novio. – He pensado si de aquí en lugar de irnos a mi casa, podríamos ir a la tuya – susurra, no lo suficiente para que James escuche. - ¿A la mía? – le sigue el coqueteo. – Bueno, es un lugar seguro. - Exacto – guiña un ojo. James agradece tener puestos de nuevo sus lentes, para que no noten su mirada asesina. Pide a todos los dioses existentes él diga que no, es imposible que soporte eso, le tocaría estar afuera mientras ella y él, ella y él... Se imagina tantas cosas y su mandíbula se tensa. - Me gusta el plan – siente un balde de agua fría. Van en el auto, Madison besa a Héctor y este cierra la división con la parte delantera para tener privacidad. James ya ha renunciado 20 veces en su mente cuando el vidrio baja nuevamente y observa a Madison molesta. - Arnaldo me llamó con urgencia a la oficina, vamos para allá – le dice. En unos minutos llegan al edificio, donde una molesta Madison no voltea a despedirse de novio. Conduciendo de regreso una ligera sonrisa se dibuja en su rostro. Ya en la casa, sale a abrirle la puerta, pero esta se baja molesta, la sigue hasta su habitación llevándole su bolso. - ¿Es muy divertido? – le reclama en la puerta. – ¿Piensas que causo mucha gracia? - le lanza la puerta en la cara y este se retira. - Pienso que a mí no me detendría una llamada – susurra para sí mismo, marchándose con una pequeña sonrisa de satisfacción.
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