6. LOS 23

1432 Words
MADISON Una dirección y hora, eso es todo lo que me ha dicho las dos últimas veces que nos vimos para que lo espere. Debo haber perdido la cabeza, más de lo que mi familia piensa, porque aquí estoy nuevamente. De pie, en este frío, esperando por un hombre del que no sé nada más que me encanta. - Paso por ti. Fue la última frase antes de besarme e irse por otro camino. Veo llegar un auto, lo reconozco. Cruzo la calle y subo antes de que alguien nos vea. Llegamos a un edificio de departamentos, entramos por el garaje subterráneo. Subimos por las escaleras, evitando el ascensor. Camina adelantándose un paso, abre la puerta, la sostiene para que yo entre y la cierra. A penas cruzamos la entrada toma mi mano jalándome hasta él, sostiene mi rostro y me besa apasionadamente, como si muriera de sed y mis besos fueran agua. Muerde mi labio inferior, sonríe a penas un poco. - Yo también te extrañé - digo sin separar mis labios de los suyos. Camina mientras me sigue besando, quitándose su saco y corbata que terminan en el suelo, me sostiene con ambos brazos, me alza, yo enrollo mis piernas alrededor de su cintura. Me recarga contra la pared, mi espalda se golpea un poco, mañana habrá un moretón ahí, pero no me importa. Acaricio su cabello, abro su camisa y la dejo caer. Me lleva hasta la cama, lanzándome sobre esta y se queda de pie, contemplándome con una mirada de deseo, orgulloso de lo que observa. Lanza su cinturón, se desabotona el pantalón sin perder contacto visual conmigo, le gusta jugar, nos gusta jugar. Yo hago lo mismo con mi blusa y mi brasier. Pronto toda su ropa termina en el suelo, toma mis piernas y me jala mientras baja a besarme nuevamente. Hace un lado mi ropa interior, juega un poco y de repente empiezo a llegar al cielo. Me despierto sudada, cansada y feliz, la combinación perfecta de los mejores momentos de la vida. - ¿Compraste todo eso? – señalo las fundas con ropa mientras comemos. - No puedes traer ropa debido a que te fugas, no tengo donde dejarla, así que es mejor. - Debió costarte mucho. - Algo – dice mientras bebe de su copa de vino. – ¿Segura no quieres llevarla? - Papá enloquecería si llego con regalos, haría demasiadas preguntas. - Puedes esconderlas. - Imposible… mi casa es que es muy pequeña, todo se descubre – me mira. - ¿Pensaste en qué agregar? – pregunta y mis ojos se iluminan, armo en una libreta itinerarios de cosas por hacer cuando nos vayamos. - Me encantan los caballos, así que pensé agregar montarlos junto al mar, al atardecer. Tú, ¿en qué pensaste? - Tomarme una foto en un café en parís, en el día – se emociona. - ¿Ah? - Nunca me he tomado fotos en los lugares que conozco, una vez… bueno, alguien me mostró una foto suya en un café en París y me pareció tan… normal. Se veía relajado en medio de la gente, tranquilo. ¿Muy raro? - Me encanta lo raro – le sonrío y lo veo iluminarse. – Soy excelente tomando fotos, así que llevaré mi cámara instantánea – me siento en sus piernas y lo beso. - Lo apruebo – sostiene mi cintura. - Sabes, nunca pude estudiar turismo. Mi papá cree… - pienso un poco las palabras que usaré. – No hay futuro en ese tipo de carreras. Los negocios dan de comer, lo demás son solo ilusiones que no aportan estabilidad. Necesito una carrera que me dé un trabajo seguro, a la que pueda renunciar para quedarme en casa como mamá… - me duele hablar de eso. - Te apoyaré – me sorprende. - Te apoyaré, dime cuánto necesitas para estudiar lo que quieres y te lo daré. - Jamás te pediría eso – sonrío, nunca nadie había creído en mis sueños. - Es enserio – me mira. – Voy a darte el dinero, vas a cumplir tu sueño y recorreremos el mundo para verlo a través de tus ojos – lo abrazo, odio mentirle, odio hacerlo. En algún momento llegamos a la cama, donde repetimos, y repetimos, y repetimos todo. A la mañana siguiente me despierto tarde, no soy una persona madrugadora. Lo veo sentado al filo de la cama abotonando las mangas de su camisa. - ¿Saldrás? – pregunto. - Debo ir a encargarme de un asunto del trabajo, pero regreso antes de la cena - asiento, con él solo queda confiar. - Está bien, pensé en ir comprar un par de cosas. Quizás preparar la cena juntos, ¿cocinas? - Aprendí un poco – dice. – No soy tan bueno, pero sé un par de cosas. - Igual yo, así que descargué una receta. Pensé que si aún no podemos viajar, pues traeremos algo de otro país acá – me mira. - Ok – al fin me da una sonrisa. – ¿Puedes esperarme para ir a comprar juntos? - Sí – sonrío. - Por cierto, ten – me pasa un paquete, lo abro y mis ojos se agrandan, es demasiado dinero. – Calculé cuánto necesitarías para la matrícula y el primer semestre de una universidad promedio, también pensé podrías encontrar un lugar para mudarte… así tu padre no te controlará. - Yo… - las palabras no salen de mi boca. – No sé qué decir. Gracias – lo abrazo. - Lo hago con gusto. Sé que no es normal tanto en efectivo, pero por mi trabajo… es lo mejor. - Claro... Vuelve pronto – vuelvo a abrazarlo con fuerza y lo beso. - Lo haré – me da otro beso y se va. Espero a que se aleje lo suficiente y enciendo mi celular, marcando un número muy conocido. - Soy yo, conseguí todo el dinero. ¿Cuándo puedo verte? – Sí, lo sé. Soy una perra. JAMES Un fin de semana, una vez cada dos meses. Ese es el tiempo que he pasado con ella desde que la conocí, siendo esta la tercera vez que estamos juntos. Creerán es poco, pero para mí, en mi mundo, es bastante. No sé su nombre, su número, o dónde estudia. Podría investigarlo, pero significaría que alguien más pueda averiguarlo y si algo me caracteriza es que soy un fantasma, desaparezco sin dejar rastro. Por eso no he preguntado ningún dato que pueda llevarme a averiguar quién es. Voy camino a ver detalles de un lugar donde llevar a mi próximo objetivo, usualmente tengo más de un plan y el tipo de hoy es experto en conseguir lo que requiero. Entro al lugar y reviso no haya nada sospechoso, todo está preparado para ser seguro. Tras una breve reunión, voy de regreso a verla. Quiero mentirme a mí mismo y decir que es por seguridad, pero no. Sus brazos son mi lugar favorito en el mundo, uno del que no me quiero ir jamás. Salgo analizado qué debo hacer, qué pasos seguir, mientras ella no se va de mi mente. Mañana debo despedirme nuevamente, lo cual me pone ansioso, se ha convertido en una droga tenerla cerca. Podría llevarla conmigo, descarto esa idea de inmediato, no puedo ser así de irresponsable. Igual despedirse no está mal, es cerrar tratos y me gusta hacerlo, es mi especialidad. Le dejé instrucciones de dónde encontrarnos para ir a hacer comprar. - Hacer compras – digo, sin evitar sentir la ironía de esa frase. No soy del tipo que hace planes, que va a un supermercado de la mano de alguien planificando qué preparar, se siente surreal, pero de alguna forma algo tan sencillo me hace feliz. Paso a la calle acordada, en la hora acordada, espero y ella no llega. - ¿Se habrá quedado dormida? – me pregunto. - Es dormilona. Camino al edificio, subo al departamento y ella no está. No hay rastros de su bolso, del dinero, solo quedan las cosas que compré. Vuelvo a esperar, jugando con mis dedos, nervioso, pensando en qué sucedió. Pasan un par de horas donde me invaden mil preguntas, donde analizo cada detalle, hasta que reacciono. - Soy un blanco fácil aquí. Tomo mis cosas, doy una última inspección para asegurarme de no olvidar nada y meto todo lo que compré en una funda de basura que desecho afuera. Me voy con la decisión de no volver a verla jamás, el destino así lo quiso y no correré más riesgos. - ¡Al diablo los 23! – digo con rencor.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD