10. PACIENCIA

1577 Words
NARRACIÓN A las 5 de la mañana James se encuentra listo con su traje y gafas oscuras, esperando iniciar el primer día de cuidar a Madison. Tras analizarlo mucho decidió que nada se interpondría en su objetivo de finalizar exitosamente esta misión, ni siquiera ella. De pie frente a su habitación, espera pacientemente. El reloj da las 10 de la mañana, sin que hayan rastros de la mujer, se pregunta si debería tocar o entrar, esta forma de trabajar es nueva para él. Ve acercarse al hombre mayor que le dio el recorrido por todo el lugar el primer día, lo saluda con cortesía. - Buenos días Sr. Ortega. - Buenos días James – responde con el mismo tono serio. – Somos compañeros ahora, puedes llamarme Mario. - Así será entonces, Mario. - ¿Qué haces aquí? - Esperando a la señorita Ferrer, me dijo que esté listo a las 5 - el hombre mayor esboza una sonrisa. - ¿Madison despierta a las 5 de la mañana? – James frunce el ceño. - Esa fueron las ordenes que me dio. - Tienes que aprender tanto – palmea su hombro. – Cuidar a Madison no se trata de cuando sacar tu arma, sino de cuando no hacerlo – se va. A las 11 de la mañana Madison sale de su habitación bostezando, lleva una salida de cama y pantuflas de osito. Da un brindo cuando nota a James de pie afuera de su habitación, sonríe. - Veo que te entraron bien, puntual y paciente. ¡Me gusta! – camina con entusiasmo hasta el comedor seguido de él. Frente a su silla carraspea , moviendo la cabeza para señalar su puesto. James frunce el ceño sin entender qué trata de decir, ella mueve los labios, los ojos, señalando el sitio donde va a sentarse sin que este capte la indirecta. - ¿Le pasó algo? – finalmente pregunta. - La silla, ¿no piensas abrirme la silla? - Yo vine a custodiarla, no a ser su mayordomo. A menos que la silla tenga explosivo, no voy a tocarla. - Wow, qué genio – se queja, tomando asiento. – Supongo tampoco desayunarás conmigo. - No puedo compartir mesa con usted. Además, ya desayuné a las 4 de la mañana. - Pero son las 11, han pasado 7 horas. Puedes almorzar. - No se preocupe, por favor infórmeme el horario. - Pues… pensé salir de compras. Así que desayunaré, me arreglaré y te aviso para salir. Ve a comer y prepara el carro – mueve la mano. - Como ordene señorita – se retira. Madison lo sigue con la vista, camina despacito para ver en el pasillo no haya nadie. Corre al otro lado, pasa por un pasillo cerca de la cocina, entra a un armario donde busca una especia de pasadizo escondido. Se quita la bata luciendo un short y una camiseta, en el lugar encuentra unos zapatos deportivos los cuales se coloca, al igual que una gorra. Sale de ahí en medio de un arbusto, llegando a un área del jardín bastante escondida. Mira a ambos lados, corriendo a otra zona, escala una enredadera, subiendo a una pequeña terraza donde respira un poco. Va gateando por la terraza, arriba de esta se observa un grupo de guardias que caminan de un lado a otro custodiando el lugar, hablan por radio. Se lanza sobre otro arbusto, escupe una hoja de se quedo en sus labios y sacude su cabello. Mete la mano en un grupo de plantas buscando algo, saca de ahí una pequeña cartera y celebra emocionada, camina de espaldas a una pared despacio, se topa con uno de los perros, le da un premio y este mueve la cola, ella lo besa. Le hace “shhh” al can para que no ladre, quien parece entenderla haciendo mucho silencio. Escala un par de metros por una pared de piedra, para pasar por encima de una ventana donde se ve a un grupo de seguridad en una reunión. Pasa la venta, corre por otra área desolada del jardín donde se ve los elementos de mantenimiento del jardín, da un pequeño brinco de emoción, tantea con su mano la pared de arbustos hasta encontrar lo que necesita, pequeñas piedras sobre salidas que le sirve de escaleras, las escala y al llegar a lo alto se lanza, cayendo en un montón de fundas de basura. Sonríe. - Otro escape exitoso – se felicita, poniéndose de pie mientras se sacude. Baja del contenedor, arregla su ropa, saca un pequeño perfume de la mini cartera que había escondido y se lo lanza. Corre un par de cuadras, hasta que entra a una calle que se ve poco transitada, empieza a caminar con emoción, dando brinquitos cuando se detiene al sentir hay un auto atrás suyo, da la vuelta y ve a un sonriente James. - Excelente acto de circo señorita Ferrer – aplaude. – Me divertí muchísimo viéndolo, no soy de r************* , pero creo que si lo hubiera filmado sería viral. - La sonrisa de Madison se borra, hace un intento de correr. - Yo de usted no correría, tengo un taser que puedo usar. - Mi papá te mataría. - Su papá me ordeno hacer todo para mantenerla a salvo y le sorprendería lo que significa todo para gente como yo – sonríe más. - ¿Sube? – quita los seguros, ella permanece de pie. - ¿No vas a abrirme? - Soy su custodia, no su chofer – esta toca la manija del carro y él hace al carro avanzar un poco, haciéndola dar unos pasos. Lo ve molesta, vuelve a tocar la manija y este repite la acción. - ¿No querías que entre? – pregunta enojada. - Sí, solo que después de su ejercicio pensé sería bueno estirar para no dañarse un músculo. - Idiota – se sube, mientras este sonríe. - ¿A dónde voy? - Al infierno – se cruza brazos. - Bueno, vamos juntos – avanza, esta será una lucha de dos. Llegan a un centro comercial conocido por sus tiendas de lujo, caminan hasta una de estas donde las vendedoras le ofrecen champaña a Madison quien acepta emocionada mientras toma asiento. Pronto van mostrándole diferentes piezas de su nueva colección, una a una. James recuerda la ropa que le había comprado en sus encuentros, entendiendo el por qué no hizo el intento de quedárselas, después de todo, junto a la ropa que está acostumbra a usar, esas eran baratijas. Al llegar el medio día, Madison hace un pedido de sushi, las dependientas corren para conseguírselo, es bastante obvio es una cliente que buscan complacer. Pasan las horas, en la que Madison habla, bromea, luce feliz. Las mujeres ríen de cada chiste que hace, elogiando su humor, su belleza, su inteligencia y carisma. James empieza a sentir es una tortura ver este desfile de egocentrismo. - Qué dices ¿llevo el blanco o el n***o? – le muestra un modelo de vestido a James, este pone sus ojos en blanco. - No sé señorita, no entiendo de moda. - Es como el número 40 que te muestro y sigues dando la misma respuesta. Elige uno. - Bueno, el blanco. - Mmm – mira el vestido. - ¿Seguro? - Entonces el n***o. - Mmm – vuelve a analizar el vestido, moviendo sus labios. - ¿Lo tienen en rojo? – él cierra los ojos con molestia. Es la vez 40 que le pregunta algo, es la vez número 40 que vuelve a preguntar por otro color después de elegirle uno. - Sí lo tenemos – responde la vendedora sin perder la sonrisa. – Tiene usted un gran gusto. - Lo sé – sonríe complacida. Después de 50 vestidos salen del lugar, James carga todos los paquetes. Usó la carta de no soy su mayordomo, pero después de que Madison hiciera una escena de llanto llamando la atención de toda la tienda porque él no cargaba sus paquetes, no le quedó otra que ceder. - Bien, ahora podemos irnos. - ¡No! faltan los zapatos – lo jala a otro lugar. En la nueva tienda repiten la acción una y otra vez, con un James eligiendo cosas al azar por el aburrimiento, esperando puedan salir pronto de ahí. Esta vez acepta la comida, por lo menos con eso puede entretenerse. Al llegar al carro tanto la cajuela, como todos los asientos de atrás quedan llenos de cajas, teniendo Madison que sentarse junto a él. Van en silencio observando el camino. - ¿Cuándo será el evento? – le pregunta. - ¿Ah? - El evento para el cual compró tanta ropa, necesito saberlo para que coordinar su seguridad. - No voy a ningún lado. - ¿Por qué compró tanta ropa? - Porque puedo – él rueda los ojos. - La próxima traiga una amiga entonces, porque no entiendo para qué hacerme tantas preguntas – su tono es de fastidio. - No tengo amigas – su voz parece triste, se quedan en silencio el resto del camino. Uno de los hombres abre la puerta del carro para que Madison salga, otros ayudan a cargar los paquetes. - ¿Dónde los dejamos? – pregunta James. - Me da igual – se encoge de hombros mientras avanza. – Bótenlos, quémenlos, regálenlos. Da igual lo que hagan con ellos – camina sin voltear, subiendo las enormes escaleras y desapareciendo en el pasillo que da a su habitación.
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