Tu y yo.

Capitulo 5

Nada más quedarse solos Luisa se siente muy nerviosa pero a la vez confiada pues algo le dice que con su esposo estará a salvo, ya no teme a lo que sus padres puedan hacer pues siempre tuvo aquella duda sobre si la cuál de cierta forma le generaban inconformidades y desazones amargos que acostumbraba a ocultar bajo la imagen de la mujer fuerte que se empeñaba en mostrar pero que en realidad es todo lo contrario, una mujer sensible que en el fondo de su corazón lo que más desea es ser amada y poder hacer las cosas libremente, a un cuando es una mujer casada siente que con su marido no será necesario mostrar aquella careta, además él le ha recalcado que quiere que ella sea feliz y que su matrimonio sea basado en la confianza, una que anhela con todo su corazón experimentar.

Luisa se siente tan emocionada con todo lo que su marido le puede ofrecer, no solo a nivel económico pues eso para ella es solo una añadidura ya que seria capaz de estar con Luis aunque no tuviera un real que ofrecerle sino también a nivel emocional pues en lo profundo de su corazón siente que ese hombre será todo para ella, también a nivel físico pues según ha escuchado podría llegar a gustarle, se persigna mentalmente pues no quiere decir o hacer alguna impertinencia, y lo que su esposo le transmite hace que se olvide de los sentimientos que la embargan al pensar en "eso" que hacen los esposos al estar solos y consuman su matrimonio.

Luis cierra la habitación con seguro pues no quiere que nada ni nadie interrumpa ese momento que sin duda marcará un antes y un después para ellos dos como pareja pues aunque confía en que su esposa es una mujer virtuosa como todo hombre de la época necesita reiterarlo, sale de sus pensamientos y nota como su mujer se pone un poco tensa y nerviosa decide ofrecerle una copa de vino, pero ella la rechaza explicando que sus padres no le permitían hacerlo y no le parece correcto hacerlo precisamente esa noche. 

Una contestación que a él le encanta pero que también le hace pensar en la clase de educación que recibió y se espanta solo de pensar lo insegura que se volvió su esposa a raíz de semejante situación, se acerca lentamente y toma aire, por sus gestos puede notarla más nerviosa de lo usual lo cual le empieza a colmar la paciencia pues como todo hombre de la época empieza a pensar que no es verdad eso de ser una mujer "virtuosa". No tiene una basta experiencia con las mujeres pero si es tan remilgosa le hace pensar que por algo será con lo cuál decide salir de la situación de manera rápida para evitarse dolores de cabeza en un futuro próximo.

-Dime una cosa Luisa - se comporta un tanto brusco - ¿has estado o estuviste con algún hombre? - ella le mira horrorizada, con ganas de cachetearlo pero con ello solo ganaría que la castigara entonces opta por negar incapaz de articular palabra alguna - dime la verdad, puedo comprobar si me mientes - le muestra la sabana - si esto no sale manchado solo será una prueba de... - ella solloza sintiéndose indefensa - te devolvería enseguida con tus padres, pues no serías una mujer digna de llevar mi apellido y menos de ser madre de mis hijos - ella llora.

-No - parece una niña regañada y asustada ante el panorama poco alentador que ve en su matrimonio, parece que todo lo que creyó de su ahora esposo solo fue un espejismo pues él es igual a su padre - no nunca - baja la cabeza con inocencia y él se vuelve a acercar pero esta vez solo desea resarcir su error.

-Luisa - se tranquiliza e intenta consolarla, la deja sobre la cama sentada y se arrodilla limpiando sus lágrimas - perdóname no era mi intensión, pero debes entender que tu actitud es...

-Solo comprueba lo que quieres y déjame en paz - logra decir indignada limpiándose el rostro - usa la sabana y comprueba que es verdad eso..., que yo nunca he estado con nadie más que - evita mirarlo - con usted don Luis.

Toma aire antes de hacer o decir algo más pues aquella contestación le ha herido ya que no desea que retrocedan en sus avance, la siente temblar y la ve cerrar los ojos decide iniciar por besarla, no es él más experto pues las meretrices nunca le gustaron para satisfacer ninguno de sus deseos y terminaba satisfaciendo sus deseos de otras maneras, maneras poco convencionales pero todo esto hasta que conoció a Luisa y acepto tomarla como esposa desde ese día empezó a contar los días para poder hacerla suya, imaginándosela de la manera más primitiva posible pero siempre con su consentimiento.

Luis sabe que tal vez es él quien esta acelerado pues lleva mucho sin satisfacer sus deseos varoniles, pero la necesita no es lo mismo darse placer de otras maneras si tiene a su esposa al lado, además es joven y guapa, con lo que sus deseos crecen a limites insospechados transmitiéndole con la mirada sus deseos y se acerca a besarla, reza para lograr contenerse mientras se quita el saco la mira imaginando tenerla completamente desnuda para él.

-Luisa, querida y dulce Luisa - intenta sonar amable al tiempo que recorre su bonita figura de arriba a bajo deteniéndose en su escote viéndola así sonrojarse - ¿Qué haces? - frunce el ceño, ella suspira mordiéndose el labio temblorosamente.

-Me voy a cambiar - dice titubeante, se remueve nerviosa - o ¿hay que hacer algo en especial? - baja la cabeza sin saber muy bien que debería de hacer.

-Luisa - intenta controlarse, últimamente intenta muchas cosas por ella pero parece que no se da cuenta o al menos eso aparenta - mira no es necesario que hagas nada, déjame a mi pero no me quites el gusto de desnudarte - ella levanta la cabeza mostrándose horrorizada - si Luisa para consumar el matrimonio es necesario que nos desnudemos - sonríe y ella se remueve, es verdad que le parecía muy guapo pero de ahí a que la segunda vez que lo ve le exija estar desnuda hay mucho.

Además no le encuentra sentido a hacerlo cuando su madre le dio una sabana que se supone deben usar para consumar su matrimonio como dice su esposo, sin poder decir nada se queda mirándolo con las emociones a flor a piel.

-Yo - se sonroja - no lo sabia.

Continuará...