Después de que Pato le propuso el pacto del matrimonio, Helena tuvo que renunciar al día siguiente a trabajar en la cafetería, el chico personalmente la llevó a hacerlo de manera repentina. La encargada ese día le regaló uno de sus cafés favoritos como una muestra de aprecio por ella. Había pasado una semana desde que Pato se había ido a vivir de manera temporal a casa de sus padres. Habían estado en contacto con la agente de bienes raíces, de la confianza de su prometido ficticio por cierto, para buscar un apartamento más espacioso en donde pudieran caber los dos. Aunque las exigencias del muchacho ponían a la agente en apuros, lo cierto era que cuando un lugar era de su gusto no podía negar que cumplía con todas la necesidades incluso hasta terciarias. Y eso lo supo a la segunda semana