Si a Helena le hubieran dicho que estar en el altar dando el sí ante un juez era fácil se habría reído durante días por los nervios que sentía en el momento. Si le hubieran dicho que besar a un amigo no significaba nada salvo el acto de intercambiar saliva y millones de bacterias, se habría reído nuevamente durante días. Si le hubiera dicho que ese primer beso con Pato le iba a arrebatar su voluntad y capacidad de pensar por sí misma por más de una hora, no se habría reído, Habría huído en ese momento dejando a su amigo en el altar, sin embargo; estaba hecho. La había besado y había despertado los fuegos artificiales en su interior que nunca había sentido. De tener esa extraña sensación estaba dispuesta a ir con el doctor a que le recetara una medicina que aplacara la revolución que tení