Capítulo Cinco: En cámara.

1887 Words
Mientras las pisadas de Finneas resonaban por cada rincón de la sala donde se encontraba, este no paraba de apuntar su cámara en todas direcciones, buscando de enfocar alguna silueta, captar así en vídeo a alguna de las bestias. No perdería la oportunidad, como buen camarógrafo que era, de obtener imágenes exclusivas. Si moría, entonces al menos tendrían algo a lo que aferrarse para futuras generaciones, se negaba a morir sin dejar evidencia de aquel ataque. Lo que estaban sufriendo era de verdad una especie de trampa, y no creía que la naturaleza tuviera que ver en algo como eso, muy a pesar de ser la misma que había tomado arte y parte en la infraestructura. Los años de abandono habían hecho lo suyo, pero y las criaturas que allí habitaban no parecían del todo animales, eran inteligentes, se lo podía ver en su actuar. Varias cosas se encontró por el camino, entre estas pertenencias de las que solían habitar allí, de los humanos, por ejemplo, ropa de distintas índoles, parecía estar en uno de los cuartos donde se resguardaban las prendas de los que eran internados, y por lo que podía divisar eran bastante las que entraban. Documentó todo lo que pudo de allí, encontrándose una que otra sombra que le generaban casi un ataque al corazón de vez en cuando, pero lo superó correctamente. Al salir de allí, con un palo de golf que había entre las pertenencias, supo que lo siguiente que encontraría sería las habitaciones donde solían hospedarse las personas. Siendo justos, aquellas instalaciones parecían haber pasado de hospital a institución médica referente a asuntos de la mente, o un loquero, como solían llamarle en la época. Esa era una de las pocas cosas que podían deducirse tras haber pisado la parte interior del edificio, ya que por fuera las letras podían decir una cosa, pero otra distinta era lo que realmente se vivía entre esas cuatro paredes. La cámara tenía modo nocturno, así que ni siquiera la luz era un impedimento para poder captar a lo que fuera que estuviera dentro de ese lugar.  Podía sentir sus rizos caerle por la frente, pero ese no sería un detalle que le imposibilitara el grabar a gusto, debió hacerse un corte de cabello antes de salir en una expedición como esa, pero al ser tan despistado y solo concentrarse en el trabajo la mayoría del tiempo, ese tipo de cosas solía sucederle a menudo. Incluso olvidaba comer por estar en trabajo de edición, algo que su madre siempre le reclamaba, ya que su peso lo demostraba, siendo un chico muy escuálido y pálido, pero eso era más por genética.  Su hogar siempre fue amoroso, aunque de su padre no se supiera nada en absoluto desde el mismo día en que su madre se enteró de que esperaba un hijo suyo. Había vivido muy feliz a pesar de la carencia de un padre, ya que siempre tuvo personas a su alrededor que le escucharan cuando era necesario, de modo que no hubo mayor problema en su crianza, tampoco era un niño problemas, de modo que no fue muy difícil darle una buena educación. Era un chico de lo más interesado en el funcionamiento de las cosas, por eso hacía cientos de preguntas a diario, pero no era su culpa que la imaginación volara tan alto y que sus pensamientos llegaran tan lejos. La mayoría del tiempo su madre se quedaba sin palabras que pudieran resolver por completo las dudas del chico, pero hacía lo que podía para mantenerlo siempre con la verdad. Solía colocarlo en tareas dirigidas, de ese modo, podía bombardear de preguntas a alguien que fuera maestro y no tanto a ella, quien solo era una costurera. Aunque sabía que su trabajo tenía mucha valía, no siempre podía responder con seguridad a las dudas de su pequeño, de manera que prefería que otro lo hiciera por ella en asuntos complejos.  Nadie podía culpar a la señora Nancy Dawson, quien siempre lo había dado todo y más por su hijo, y muy aparte de saber coser a la perfección, también cocinaba a la par y su amabilidad era resaltable. Finneas siempre tuvo dudas acerca de todo, pero no por eso era una carga, así que cada vez que podía, solo intentaba ayudar a su madre, era consciente de todo el trabajo y obligaciones que esta tenía, de modo que nunca estaba demás que él quisiera brindarle apoyo. Por eso tenía también conocimientos en el área textil, pero lo mantenía para sí mismo. Ya le hacían el suficiente bullying por nunca haber tenido novia, no quería ser malinterpretado aún más por decir que tenía conocimientos en moda o algo parecido.  De todas formas, amaba la edición y el manejo de la cámara más que a cualquier cosa en el mundo, razón por la cual había estudiado esto un par de años, saliendo a trabajar directamente para algunos proyectos de la televisión y luego cayendo en manos de la Torre Warforth. Era una empresa bastante buena en su tiempo, y ser contratado allí era todo un privilegio, por eso aceptó como si se tratara de algún milagro el que le llegara alguna oferta de ese lugar. Apenas llegó, se enteró de que el primer proyecto sería de inmersión y experiencia completa, algo que le sorprendió un poco, pero lo mantuvo lleno de esperanzas también, de modo que preparó sus cosas para reunirse en la oficina de su nuevo jefe y su nuevo equipo. Cuando esto pasó, se dio cuenta de algunos detalles que no le habían contado, y era que para empezar, la paga no era tan buena como la prometida, así que las personas que estaban allí era por pura pasión y un poco más. Luego, el señor Cowells, quien era su jefe, no se veía muy presentable que se dijera, era un hombre oportunista, se lo podía divisar sin siquiera ser demasiado meticuloso o detallista. A pesar de todo, no pudo dejar solo al equipo que iría hasta las afueras de la ciudad a un viaje hacia lo desconocido, él tenía que ser parte de eso, y vaya que lo estaba siendo. Nunca creyó, por supuesto, que las cosas comenzarían con tan mal pie, algo casi impensable. Al primer segundo ya estaban separados y con uno de los compañeros dado de baja, una tragedia, sin duda.  Había firmado un contrato, diciendo que la única razón por la que había aceptado ir allí había sido por sus propias convicciones y su propia voluntad. Todos firmaron un mismo papel de varias hojas de redacción, con  miles de letras pequeñas y muchas cláusulas que ninguno de ellos podría siquiera imaginar. Cualquier cosa que pasara con ellos -léase alguna mala situación- era exclusivamente culpa suya, ya que sabían el riesgo al que se estaban exponiendo, solo que no creía que ninguna de las personas allí presentes en la torre pudieran advertir que dentro de esas instalaciones yacían bestias de la noche, de la oscuridad, sedientas de sangre y venganza. Nadie podría siquiera imaginarse tal cosa.  Ahora comprendía la mirada ida en el rostro de Ascher y su esposa, los dueños de la posada, ella sabía que quien entraba allí tenía pocas posibilidades de volver, pero no fue capaz de alzar la voz, y la comprendía, no era fácil hacer lo correcto. Agradecía la buena atención que habían tenido con ellos, de todos modos, la pasaron bien durante unos momentos, como si el mundo no fuera tan malo después de todo. Mientras entraba a una de las habitaciones, cayó en cuenta de que esa sala en realidad parecía donde atendían a pacientes por heridas de guerra, o por el contrario, algún tipo de virus que atacara a la población, eso debido a tantas camas juntas por toda la extensión del lugar, acabando solo en la pared del fondo, la que quedaba a varios metros de cualquier que entrara allí. Se acercó a paso calmado, sobre todo por el piso que rechinaba ante cualquier incitación, observando que algunas de las camillas tenían cortinas divisorias, y tras de estas, que eran movidas por un leve movimiento del viento que se entrometía por una ventana que se hallaba permanentemente abierta, se podía divisar algunas sombras, como si las almas de las personas fallecidas ahí pudieran todavía agonizar encima de ellas. Un escalofrío le recorrió entero, queriendo que esa situación acabara ya. Entonces fue cuando escuchó delante de sí unos quejidos, como si fueran llantos, cosa que lo dejó helado. Tragó con fuerza, sin querer dejarse llevar por aquello, solo pensó que era su imaginación jugándole alguna mala pasada, como casi siempre. Solo siguió con su camino, captando con el lente cada cama por la que pasaba, viendo cómo estas tenían manchas desagradables en todo el centro, manchando las sábanas que en algún momento fueron blancas. Pero el sonido seguía escuchándose por toda la sala, como si se tratara de un eco, casi lo creyó escuchar en la mente, pero pensó que era la falta de sueño la que le llevaba a imaginarse cosas. Había mensajeado a Nina, sabiendo entonces que estas se encontraba con Zaryn, así que querían encontrarse en las escaleras que daban al patio central, las del ala oeste, pero él tenía que documentar cualquier cosa que creyera interesante para la investigación, y sabía que todos estaban haciendo lo mismo por su parte. La verdad era lo único que podía mantenerlos con vida, liberándolos en el momento adecuado, en eso confiaba, y tenía que confesar que se encontraba rezando en su mente, sosteniendo el pequeño rosario que le diera su madre apenas partió de casa. Cuando comenzó a escuchar pasos corriendo por doquier, fue cuando pensó estar perdiendo la cabeza, no podía ser cierto, solo eran tretas del cerebro, eso tenía que ser. Sostenía la cámara con la mano temblorosa, teniendo la respiración irregular y algo agitada, pero tenía que seguir con su recorrido, se había prometido a sí mismo enfrentarse a lo que fuera necesario para salir de allí. Tenía que ser fuerte y regresar al lado de su madre, quien siempre le necesitaría. Estaba por llegar al fondo de la habitación cuando sus ojos captaron algo, el brillo de unos ojos observarle desde una esquina, así que dirigió el lente hacia aquel rincón, enfocando lo que parecía ser una figura humanoide en posición fetal, solo que era muy pequeña. El corazón se saltó varios latidos antes de poder seguir su curso, tenía que enfocar bien a lo que fuera aquello. El brillo aumentó, convirtiéndose en uno amarillo como el que había visto anteriormente en la criatura que acabó con Jake, el miedo le paralizó el cuerpo por un momento, fue por eso que la criatura se acercó cada vez más a sí, queriendo saber de qué se trataba. Lo que se acercó a sí no parecía ser más un humano, en realidad tenía ciertas cualidades de licántropo. En todo momento sostuvo su cámara pegada a la criatura. La bola de pelos se posicionó frente a sí, luciendo amenazante, pero lo siguiente que hizo le heló la sangre. Señaló con su pequeño hocico hacia atrás, por lo que Finneas giró su cuello unos ciento ochenta grados, sabiendo que estaba perdido cuando escuchó varios gruñidos de bestias mucho más grandes que él rodeándolo. Sin más, cayó de bruces al suelo.
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