Capítulo Cuatro: Instinto.

1827 Words
Durante toda la infancia de Kim Saebin, como era el nombre en el orden correcto al estilo oriental, los lujos nunca estuvieron escasos, ya que sus padres trabajaban arduamente para darle lo que él quisiera o necesitara a cada momento. Admiraba mucho a su madre, sobre todo, una mujer de negocios a la que no le importaba lo que los demás pudieran pensar sobre ella. Si bien, pocas veces estaba junto a ella a causa de las responsabilidades, tenía presente siempre lo mucho que lo amaba, porque se lo hacían saber.  Para cualquiera este sería un muy buen ejemplo de familia perfecta, pero ninguna lo es del todo, y es que cuando se quedaba a solas con su padre -que tampoco eran demasiadas- este solía remarcarle cada cosa que hacía mal, defendiendo que su manera de hablar y proceder con las personas no era la adecuada. Detestaba escuchar su voz, el que hablara le irritaba por completo, un comportamiento que solo tenía un efecto negativo en el pequeño Saebin de solo nueve años. Siempre se esforzaba por obtener buenas calificaciones, en realidad las mejores de su clase, pero ni siquiera eso era suficiente para el exigente matrimonio, en especial su padre. Tenía que estar por ende en clases y actividades extracurriculares, las que iban desde aprender más sobre álgebra hasta cómo duchar perros y clases de natación. Ya para los trece años, no hallaban en qué actividad colocar al chico, ya que en todas sobresalía, era brillante, así que se quedaron con la escritura. Vio literatura clásica fuera de la escuela por más de dos años, también música, fútbol, snowboarding, clases de cocina, baile y pintura.  Aparte de todo, querían que siguieran sus pasos, por ende, cuando cumplió los quince, comenzó a tener un curso sobre finanzas y activos. Querían que estudiara administración de empresas como ellos, pero fue allí cuando al cumplir la mayoría de edad se alzó diciendo que lo que le apasionaba era el periodismo. Al principio, fue todo un drama poder hacer que los padres entraran en razón, pero ya no tenían derecho sobre sí mismo, al menos en lo legal, por lo que tomó un poco del dinero que él mismo había hecho por los años en los que tuvo trabajos de medio tiempo, vendiendo cosas y rentó un apartamento, solo dejando que sus progenitores pagaran la matrícula, amenazándolos con quedarse sin estudiar si no lo hacían, de modo que tuvieron que dar su brazo a torcer a pesar de las circunstancias. Durante su estancia en la universidad, conoció a Raechel, con quien entabló una amistad bastante satisfactoria, por lo que debía decir que nunca antes había tenido verdaderos amigos hasta llegar allí. La chica le presentó a muchas personas, las cuales por fin lo veían por quien era y no por una cantidad de dígitos o por algún otro mérito que no fuera su personalidad. Los años de universidad fueron simplemente maravillosos, varias veces le adelantaron el curso al chico por ser tan inteligente, quedando como tutor de los demás, los que tenían debilidad por algunas materias en específico. Ser preparador le abrió las puertas a muchas cosas, esencialmente a volver a expresarse, aunque nunca perdía su tono frío y desapegado de los demás, era algo que había aprendido de su padre, a ser calculador antes que sentimental. Hasta los momentos le había funcionado, pero se preguntó qué cosas que hubiera vivido en su vida lo prepararon para una situación como la actual, pero no obtuvo respuestas de ningún tipo. Se hallaba escondido debajo del espacio de unas escaleras que se hallaba un tanto deterioradas por la humedad, pero no tenía ningún otro escondite visible a varios metros, allí solo habían sillas de ruedas, mesas de café, algunos televisores, una mesa de billar y otra de bingo, era un espacio amplio, pero no por eso mejor que el resto del hospital. Como pudo, salió de donde se encontraba, en extremo sigilo, pues no quería alertar a ninguna criatura, había recibido un texto por parte de Raechel que mencionaba que no se trataba de un único enemigo, y eso lo dejaba con un sinsabor increíble. Sostuvo su linterna, apuntando hacia los lugares más oscuros, temiendo que de allí surgiera alguna bestia de las que ya habían visto. Cuando pasó a un lado de las mesas de café, divisó dispuestas en esta una serie de revistas con ediciones que le llamaron la atención. Más que hablar sobre enfermedades mentales, hablaban sobre concursos, también, habían tijeras, de modo que Saebin frunció el ceño, sin comprender por qué habría algo así, pero tomó la herramienta para defenderse si le tocaba. Se acercó un poco más y vio que los recortes eran cupones de comida de un supermercado local, o eso rezaban aquellos. Lo curioso fue que ellos no pudieron divisar absolutamente nada del camino, no sabrían con certeza si había o no un abastecimiento de tal tamaño en el medio de la carretera, en medio de ese lugar tan desolado, que no parecía en lo más mínimo poblado. El chico respiró profundo, tratando de pensar en porqué habrían cupones de comida en un lugar tan hostil, como si fuera una casa cualquiera, pero mientras más avanzaba, se daba cuenta de que el suelo estaba casi repleto de estos papeles que rezaban 5x1 y descuentos parecidos en alimentos enlatados y demás cosas de larga duración. Se imaginó de repente a los enfermos haciendo esos recortes, pero no podría ser que solo lo hicieran por diversión, tenía que haber algo más. Mientras siguió caminando, se encontró con un pequeño cuarto que sería a modo de casilla para vigilarlos a todos mientras estuvieran allí reunidos. Tenía un espejo que supuso sería un cristal del otro lado para poder mantener a las personas bajo control. Tomó el pomo de la puerta, que era redondo y de un aspecto metálico un tanto oxidado, pero cedió con facilidad al tirón que le dio, de modo que comprobó su teoría, ese espejo era un cristal del otro lado, que permitía observar cualquier cosa desde allí. Había dispuesto un escritorio frente a esta, con miles de notas en el suelo y esparcidas por el archivo y la mesa en sí. Tomó en sus manos uno de esos papeles, pero solo tenían anotaciones acerca de los pacientes. Uno de ellos ponía "Heather Ramsey, paciente con bipolaridad grave, presenta daño psicológico a causa de abuso s****l cuando era menor y temor a las agujas. Hoy, viernes 27/09/1975 le hemos practicado una serie de pruebas en las que debía enfrentarse a sus miedos, le inyectamos con distintos tipos de agujas, le inyectamos morfina, de modo que solo se relajaría y el tratamiento funcionaría... Pero no fue así, se ha puesto violenta y ha atacado a uno de los hombres de nuestro personal con una de las agujas más gruesas, la clavó en su cuello repetidas veces, de modo que se le dio de baja a los pocos minutos, era demasiado tarde para salvarle. Requerimos de ayuda para llevar a la chica a su habitación y aislarla por un mes, su comportamiento es inaceptable, se le ha restringido también la comida y el horario de sueño, solo así se le puede amaestrar a un deshabilitado mental. Atentamente, Dr. Tarik". Mientras más líneas leía, más era su cara de asombro y horror, la manera en la que hacían sufrir a los pacientes era inhumana, incluso a él le causó algo de empatía. Llegó entonces el momento de enterarse el porqué había una caja repleta de cupones en ese mismo cuarto. Resulta que los empleados de allí, obligaban a los pacientes a ganarse la comida, como decían, de modo que los ponían a recortar cupones, mientras que solo algunos de los encargados salían a hacer comprar al supermercado, y de esa manera, se ahorraban el tener que gastar dinero en ellos, en darles una buena alimentación, así que aunque fuera en parte una institución en donde los familiares pagaban para que los internos tuvieran calidad de vida, eso no se cumplía, el nivel de corrupción abundaba dentro de ese lugar. El aura tan lúgubre no era de adorno, en realidad las bestias eran ellos. El olor que desprendía la habitación era tan fuerte y nauseabundo que no pudo mantenerse por mucho tiempo ahí sin tener arcadas. Terminó vomitando en el suelo, casi sin alcanzar a quitarse las mascarilla de aire puro. En cuanto sus fosas nasales entraron en contacto con el poco aire que allí había disponible, comenzó a toser, sintió los ojos llorosos e irritados, pero luego de unos minutos se le pasó, algo que agradeció por completo, tomó de su botella de agua como pudo, pues también se le dificultó abrir la mochila, parecía drogado y la iluminación que tenía era la de la linterna. Cuando intentó encender la iluminación del cuarto, solo funcionaron unas luces color naranja que parecían de emergencia, pero le ayudaban a dirigirse por medio de ese lugar desconocido. Volvió a colocar su mascarilla, pero cayó en cuenta de que ya no sentía el hedor que antes pudo, ya nada le causaba ese asco. Siguió entonces su camino para encontrar un lugar seguro donde esconderse, pero fue cuando comenzó a escuchar unos siseos provenientes de algún rincón, solo que no podía decir a ciencia cierta de dónde. Intentó divisar por su cuenta de dónde provenían, pero no pudo, parecían estar en su cabeza, así que por un momento creyó estar volviéndose loco, pero solo pudo seguir con sus pasos. Entonces empeoró todo, comenzó a sentir una fuerte vibración, incluyendo unas visiones extrañas, que le hacían ver desde la perspectiva de otra persona, parecía una de las bestias, en la visión se veía cómo estaba detrás de sí, queriendo llegar hasta su posición, así que comenzó a correr sin miedo a nada, como si conociera esos pasillos a la perfección.  Se dirigió por el lugar con la propiedad que lo haría alguien que lleva encerrado años allí dentro, pero por más que le pareció algo extraño, solo pudo seguir esa especie de instinto que le hizo reaccionar de repente. Se movió con tanta rapidez que terminó por golpearse de lleno contra un muro de concreto, haciendo que su mascarilla se rompiera, quedando inservible. Justo en ese momento pensó que estaba perdido, pero se escondió como pudo entre dos paredes, ya que era lo suficientemente delgado como para caber en un lugar tan estrecho. Como si supiera que eso existía, de repente se sintió con una energía extraña recorriendo su cuerpo, le dolían las venas, como si tuviera puro fuego recorriéndole el torrente sanguíneo en vez del líquido de siempre.  Su garganta estaba seca, pero de alguna manera salivaba lo suficiente como para hacer que se fuera la sed, no quería agua, de eso estaba seguro. No comprendía qué le estaba sucediendo, sin embargo, también se dio cuenta de un detalle que lo dejó helado. Podía ver en la oscuridad, donde antes no tenía oportunidad.
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