Capítulo Catorce: La caza.

1832 Words
La primera caza en la que participó Kim Saebin, fue estando a cuatro patas. Ahora tenía esa fisionomía, la cual podía cambiar a su antojo, desde ser una simple sombra hasta convertirse en esa especie de bestia peluda que daba señales de ser lobuna, pero nadie estaba seguro. Ninguna persona que viera de frente a aquella criaturas podría asegurar de qué se trataban con exactitud, pero dentro de la mente de estos mismos tampoco había respuestas, solo actuaban para seguir con vida, es decir, por instinto. Andar con sus patas enfrentando al suelo era mucho más cómodo que su antigua forma, de la cual era muy consciente, sabía muy lejano quién solía ser. Su nombre rondaba los pensamientos de vez en cuando, pero en general, solo era una criatura de la oscuridad más. Cada vez que se apoyaba directo en el suelo, este le respondía con comodidad, en vez de con planitud, como le respondían un poco de tiempo atrás, ya que no tenía pies, y su peso no se concentraba solo en dos extremidades. Se movía de aquí para allá con toda libertad, y sus colegas de r**a le dejaban saber que era bienvenido, pues aunque era nuevo, eso solo significaba que su mente estaba preparada lo suficiente como para tolerar una transformación de ese nivel. "Izquierda, ahora derecho, sangre buena" Esos eran los pensamientos que escuchaba, no eran los propios, en realidad, parecía poder escuchar las necesidades, sentimientos y carencias de los demás. Era una manera nueva y única de percibir al mundo, como si fuera indestructible y las preocupaciones no existieran. Tenía de repente una sensación de excitación que le hacía correr directo a la dichosa sangre, la cual podía percibir con mayor claridad por sus fosas nasales, las cuales eran demasiado finas, pero solo para ciertas cosas, como por ejemplo, el líquido vital antes mencionado. Podría decirse que era parecido al instinto de los tiburones, también en el sentido de que no les llamara demasiado la atención la sangre cuando se trataba de la humana, sino de ciertos animales, de los cuales sabían que era seguro consumir.  Lo que había entendido de la razón por la que no podían consumir nada que tuviera que ver con los humanos, era por el simple hecho de que estos eran tóxicos, no se alimentaban de nada natural, y cualquier sustancia que decidieran hacer entrar en sus cuerpos podía acabar con facilidad con alguno de ellos.  Los pensamientos, como todo lo que hacían las bestias, solía ser demasiado básico, de manera que era mucho más sencillo de comprender para los demás, fácil de captar sin tener que explicar muy largo y tendido, ya que no perdían tanto tiempo como otras razas más "desarrolladas". El tiempo era algo muy valioso cuando se iba de caza, así que era de vital importancia que todos siguieran a un solo objetivo, un solo pensamiento útil. Estos pensamientos solo los expresaba el alfa, el designado para aquella tareas, como la de guiar a los demás, siempre en pro de mejorar como manada, ese era un sentimiento que estaba casi tallado en la mente de todos, eran un tipo de familia muy peculiar, pero solo por el hecho de ser parte de un todo más grande que ellos, un orden natural, por extraño que pareciera. A pesar de parecer una vida monótona, no lo era, para nada, los colores se veían demasiado vivos, como nunca antes, siendo feliz de inmediato, sin la necesidad de sustancias psicotrópicas. Moverse ya era una experiencia increíble, divisar cada objeto a su alrededor era muy divertido, tenía que admitir, y su esfuerzo era mucho para no quedarse observando todo cuanto sus orbes captaban, el mundo cobraba poco a poco el sentido, como si valiera la pena. Se preguntaba la razón del cambio, pero no demasiado, no lo suficiente para ser tener la duda resuelta por los demás, los que de seguro no sabrían tampoco el porqué de algo así.  Cada vez que quería ahondar en algo así, resultaba ser que cualquier otra cosa lo distraía, en este caso, habían llegado al lugar ideal para cazar, y no solo ratas, sino animales más grandes, por ejemplo, venados, entre otros. Todos estaban quietos, esperando tan solo un movimiento, como si de esa manera se pudiera agilizar el tiempo para que cualquier animal de buena sangre pasara por allí, solo para poder alimentarse de este a su gusto. Al tener en cuenta que la manada tenía alrededor de unos trece lobos hambrientos y dos de las lobas estaban en proceso de gestación, la comida debía aumentar en cantidad. Debido a esto, estaban saliendo al bosque la mayor parte de los lobos machos, los que solían encargarse de cazar y defender, mientras que las lobas de gestar, entre otras cosas, como vigilar el fuerte, como llamaban a la construcción en la que se hallaban. Todos los allí presentes, esperaban la oportunidad de ir corriendo tras alguna presa, pero estas parecían haberse escondido, como si pudieran saber que ellos estaban allí. Era de madrugada, el momento perfecto en donde la oscuridad hacía de las suyas, pero no lo suficiente como para hacer que los animales desaparecieran. Terminaron por encontrar a un grupo grande de lechuzas gordas, y acabaron con ellas, llevándolas en los hocicos como trofeos de vuelta hacia el fuerte. Esa salida fue muy rápida, muy fácil y muy emocionante, al menos para Saebin, quien nunca había experimentado tal cosa en su vida. Dejó la presa que cazó frente a una de las lobas en gestación, sin embargo, el alfa se molestó, impidiendo que eso ocurriera, dejando claro que aquel ser era de su propiedad y que solo él la podía alimentar. Casi lo expulsan de la manada por un error como ese, pero no tenía idea de que ella fuer pareja del alfa. Luego se enteró de que en realidad, el único que tenía derecho de embarazar a las presuntas lobas era él, quien tenía los genes más fuertes, ya que de allí nacerían líderes como él y no seres de menor clase como lo eran ellos mismos. Uno de ellos le confió que su nombre era Damien, más allá de ser un Ertiko, le explicó que el significado de esa palabra era nada más y nada menos que demonio chupa sangre, como los habían llamado alguna vez las tribus que poblaron esas tierras tiempo atrás, antes de la construcción del hospital. Damien le llevó hacia un lugar más apartado, hacia las afueras del lugar, donde había un pequeño jardín lleno de maleza y naturaleza viva en todo su esplendor. Le dijo que pensara en ser un humano, que pensara en sus extremidades, que pensara cualquier cosa con lujo de concentración mientras cerraba sus ojos. Entonces, Saebin lo hizo, pensó en su vida humana, en sus piernas, en sus manos, sus cabellos y su rostro. Cuando abrió los ojos de vuelta, el mundo había cambiado, todo se veía oscuro, la vida había perdido color y emoción otra vez, y sus manos...  Sus manos habían vuelto, al igual que su rostro y sus pies. Era obvio que iban desnudos, pero esto no era lo importante.  ─Hola, Saebin ¿Así te llamas, verdad?─ dijo Damien, con la voz un tanto ronca por el desuso, como si estuviera de alguna manera oxidada. El chico asintió ante la pregunta, sin salir del shock al ver la forma humana del contrario. Era un chico de cabellos negros rizados y piel morena. ─Bien, como ya dije, soy Damien, estaba contándote acerca de cómo los pieles rojas comenzaron a llamarnos Ertikos... Ellos creían, y hasta hoy todos lo hacemos, que el poder que contenía un ser como nosotros había sido obtenido de alguna otra dimensión, utilizaban nuestra historia, nuestra leyenda para asustar a los niños, diciendo que si se portaban mal, entonces un Ertiko vendría por ellos y se apoderaría de su alma, su cuerpo y sus pensamientos─ comenzó a contar, siendo que Saebin hacía lo que podía para seguirle el hilo, ya que hablaba en susurro y quizá muy rápido para su gusto. ─¿Quieres decir que los Ertikos han existido desde siempre? Yo... Yo tengo que volver con mis compañeros, creí que nunca volvería a mi forma humana...─ ─¿Compañeros? ¿Has venido con alguien más?─ quiso saber el extraño de inmediato ─Y respondiendo a tu pregunta, así se presume─. ─Sí, he venido con cinco compañeros más, queríamos hacer un documental sobre este lugar y... Apenas llegamos, perdimos a uno...─ ─¿Cómo lo perdieron?─ formuló el chico, un tanto afectado, como si lo que si imaginaba no pudiera ser cierto. Saebin dudó si contarle la verdad, pero no le quedaba de otra, pues parecía que estar allí servía de escondite. ─Uno de ustedes lo atacó... Lo empalaron...─ dijo por fin, sintiendo dentro de sí un dolor indescriptible. El desconocido quedó pálido, y aún a la luz de la luna podía observarse tal cosa. ─¿Sabes cómo se veía quien lo atacó?─ preguntó de nuevo, insistiendo en saber más detalles sobre tal ataque atroz. Se le veía afectado. ─Sí, por desgracia lo recuerdo muy bien... Era gigante y tenía ojos amarillos intensos, tenía el hocico lleno de sangre, de la sangre de Jake... Lo siento, n-no puedo seguir...─ comentó, comenzando a sentir sus ojos picar. A pesar de ser una persona fuerte, ese era un tema sensible, le revolvía el estómago por completo. Perder a uno de sus compañeros era algo a lo que no pensaban enfrentarse cuando llegaron ahí. Recordaba que las últimas palabras que le dijo al chico fueron "¿Tienes miedo, nenita?". Cómo desearía haber cambiado tal cosa, haberle dicho lo mucho que lo había ayudado cuando lo necesitó. Lo inteligente que era y el futuro brillante que le esperaba.  Nunca se sabe cuándo puede ser el último adiós que se le de a una persona, y en su caso, usó unas muy despectivas y casi groseras. La respuesta de Jake fueron unas simples carcajadas, puesto que todos sabían que de los seis, él era el más arriesgado, y también el más colaborador. Quizá lo dijo con ironía, pero desearía poder cambiar ese diálogo, saber que sus palabras no causaron ningún tipo de incomodidad. Damien, por su parte, solo pudo colocar una mano en su hombro, mientras que Saebin miraba hacia el suelo, dejando caer pesadas y amargas lágrimas. ─Sé de quién se trata, era el antiguo alfa, él murió poco después de matar a aquel chico... Le insistimos en que no era bueno asesinar a nada que no fuera un animal del bosque, quedamos en no lastimar a nadie... Pero entonces usó su voz de mando y todos nos quedamos al margen, cómo lo siento─ le dijo, sabiendo que sus palabras caerían a Saebin como un balde de agua fría. ─¿Es por eso que murió? ¿Por alimentarse de Jake?─ fue lo único que preguntó el chico afectado. Damien asintió, y entonces, un poco de alivio se instaló en su ser.
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