Cuatro: Vuelo.

1148 Words
Para tener 25 años, Vanessa era muy valiente, y esto lo demostraba en cada oportunidad que tenía. Habían pasado tres meses ya en los cuales había mantenido una relación estable con su pareja, Ricardo. Estaba más feliz y enamorada que nunca, parecía que a su alrededor solo habían corazones flotando, y a pesar de que era muy fan del romanticismo, le daba cierto repelús sentirse así. Solo podía limitarse a sentir todos los efectos del amor, no podía quejarse, ya que por fin algo le salía bien en la vida. Esto la mantenía con la cabeza en el aire y los problemas lejos de su mente, era una muy buena distracción. Ricardo había estado viajando en varias oportunidades a New York para verla y así tener encuentros románticos. Incluso habían viajado a Las Bahamas juntos un fin de semana, fue único y se sintió como una princesa Disney. Vanessa decidió que como Ricardo no podría viajar a verla en al menos tres semanas, ella le daría una sorpresa. Sonrió feliz mientras bajaba del taxi y se dirigía hacia el check in en el aeropuerto, viajaría a verlo y así podrían estar juntos. Ella no podía lidiar con tanta distancia. Respiró profundo y una vez que pasó su equipaje por todas las revisiones, caminó tranquilamente hacia la puerta de embarque, la cual abrirían en alrededor de media hora, así que decidió ir a comprarse un café. Fue hasta el local más cercano a ella y pidió un moccacino junto a un croissant de queso ricotta y espinaca. Se sentó allí un momento, en las pequeñas mesas fuera del local para disfrutar de su desayuno, eran aproximadamente las 9 a.m. Recibió un texto en su móvil, así que lo leyó rápidamente, era Ricardo. “Hola, preciosa ¿Estás ocupada?” Decía el mensaje. “Depende de para qué me necesites” respondió casi de inmediato. “Estoy en la ducha ¿Tienes tiempo para un encuentro rápido?” A esto adjuntó una foto. Vanessa se mordió el labio, se moría de ganas por volverlo a probar y sentirse feliz a su lado, era todo lo que pedía, estar entre aquellos fuertes brazos que la hacían sentir segura. También se moría de ganas por repetir todos sus encuentros sexuales, ya que era de las mejores experiencias que había tenido en la vida, incluso siendo una prostituta. “En este momento no puedo acompañarte, pero puedes llamarme” le respondió ella con una sonrisa pícara. Terminó de comer y entonces recibió la llamada que tanto esperaba. —¿Cómo está la novia más preciosa de todo el mundo?— habló este hombre con una voz bastante seductora, incluso para ella, quien estaba muy feliz de contestarle. —No sé cómo estará ella, pero yo me encuentro de maravilla— contestó con alegría. Ricardo soltó una leve risa y entonces habló de nuevo. —Me refiero a ti, Van, eres más que hermosa— confirmó el hombre, quien se escuchaba algo agitado. —¿Estás pensando mucho en mí?— quiso saber la chica. —Como no tienes una idea, te extraño demasiado— habló él mientras su voz sonaba aún más irregular. —¿En qué piensas? Dímelo—. —En tus pechos, en tu deliciosa espalda y tu exquisito interior, siempre cálido y apretado al recibirme— dijo él, sabiendo que todo aquello era más que una fantasía. —Qué casualidad, yo estaba pensando en la manera en que me tocas y cómo me tomas mientras estoy en cuatro, a merced de ti y solo esperando complacerte— habló ella con la voz más atractiva que pudo encontrar. Se escuchó un jadeo desde la otra parte de la llamada, y entonces ella supo que había dado en el clavo con la visión que le estaba dando a imaginar. —Me tienes loco— comentó el hombre, con voz afectada. —Te tengo una sorpresa, amor— por fin soltó ella. En ese momento, se escuchó un ruido en la llamada, así que el hombre tuvo que despedirse y colgar rápidamente. A Vanessa le pareció extraño, pero no juzgaría sin saber nada de la vida del médico. No podía estar más feliz, en serio estaba haciendo eso. Viajaría por amor. Luego de diez minutos, llamaron a los pasajeros de su vuelo, por lo que caminó hasta la puerta de embarque. Estaba nerviosa por dar ese gran paso en la vida, pues nunca había viajado y menos tan lejos por un hombre. Su corazón iba a mil por hora durante todo el vuelo, y cuando el avión aterrizó en tierras nuevas, pensó que era un sueño. Bajó muy feliz del avión, sintiéndose como en un Reality Show en donde la que importaba era ella y su vida, se sentía la protagonista por primera vez. Apenas salió del aeropuerto con su equipaje, pidió un taxi por medio de una aplicación bastante conocida en esas tierras. Al llegar el auto, un hombre salió de este y le ayudó a acomodar su maleta pesada en el maletero. —Hola, señorita, un placer. Mi nombre es Jonathan Hidalgo ¿Hacia dónde se dirige?— preguntó él muy educado mientras ayudaba a la chica a entrar, abriendo la puerta para ella. —Un gusto, Jonathan. No conozco nada de esta ciudad, así que te dejaré la ruta en el GPS ¿Está bien?— habló Vanessa, un tanto apenada. —¿Nunca ha estado en Caracas, señorita?— preguntó el hombre, habiéndose montado ya en el auto, empezando a conducir. —Nunca había pisado Venezuela— soltó ella, como si fuera un secreto —Me crié en México, pero mis padres son alemanes, y para terminarla de completar, trabajo en Estados Unidos—. —Es una mujer internacional, eso es emocionante. Yo, en cambio, jamás he salido de mi país— confesó el chofer. Entre charla y charla, llegaron a la clínica Bella Vista una hora y media más tarde. —¿Es este el lugar al que quería ir, señorita?— preguntó Jonathan. —Así es, gracias por traerme, Jonathan— dijo ella y le pagó con divisas en efectivo el viaje. Él le sonrió y esperó que entrase a la clínica. Vanessa iba muy contenta hacia la recepción de la clínica, en la cual preguntó por el Dr. Ricardo Moncler. —¿Tiene cita?— preguntó la chica de recepción amablemente. —No, disculpe, es un asunto personal ¿Puede avisarle que estoy aquí? Mi nombre es Vanessa Köhler— pidió la ojiazul. La recepcionista asintió y se comunicó con el doctor por medio del teléfono interno, el hombre accedió a verla. Cuando el hombre salió, la recepcionista se lo señaló. —Él es el Dr. Moncler— dijo con una sonrisa. Vanessa se acercó al mencionado y su mundo se desplomó. Ese no era Ricardo, con quien había compartido tres meses de relación.
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