Uno: El Club Nova.
Vanessa Köhler se encontraba de pie frente al espejo, viendo su reflejo, sabía que se veía espectacular en aquel vestido, pero sentía pena de que nadie más aparte de ella lo notase en el club. Todos la veían como a un objeto, y en parte no podía quejarse, ya que gracias a su empleo lograba tener una vida decente.
Recibió un mensaje en su teléfono móvil, era de Ricardo, un hombre con el que había hecho Match en una app de citas hacía unos pocos días. Desde allí habían estado manteniendo contacto a través de mensajes y fotos subidas de tono.
Vanessa se moría por probar a aquel hombre.
—¡Es un bombón!— exclamó en voz baja mientras abría una de las fotos que aparecían en su perfil.
El mensaje decía “No puedo esperar a que nos veamos”.
Su corazón se aceleró más de la cuenta, a ella le encantaban las aventuras, y esta le prometía mucha diversión.
Le respondió con una foto de ella en el espejo mientras subía el vestido hasta dejar ver su ropa interior azul de encaje y los ligueros que hacían juego.
Vanessa respiró profundo y decidió que terminaría de maquillarse para salir de nuevo al ruedo. A veces las chicas se turnaban para bailar, y aquella noche le tocaba ser una rumbera estilo española, cosa que le encantaba.
El resto de la semana le tocaría hacer felices a los hombres de otra manera.
Le gustaba bailar porque, cuando lo hacían, aquellos hombres gastaban la funda con las chicas, dándoles propinas demás. Le agradaba ver los billetes volar por el aire hasta dar con el escenario.
—Vane ¿Ya estás lista? Has tardado mucho hoy— comentó una de sus compañeras, quien llevaba por nombre Catalina.
La chica se acercó a observarla en el espejo a un lado suyo.
—Sí, Cata, solo me falta un poco de labial — le informó con una sonrisa.
—¡Nena, estás radiante!— le dijo su amiga, dándole una pequeña nalgada traviesa.
Vanessa soltó una pequeña risa, y terminó de arreglarse.
—Gracias, cariño. Tú también te ves muy diva hoy ¿En cuánto salimos?— quiso saber la castaña una vez más.
—Solo quedan dos minutos— respondió Cata, un tanto apenada por el comentario de su amiga.
Las dos llevaban conociéndose alrededor de dos años, ya que Catalina había comenzado a trabajar en el club de mesera, pues tenía vergüenza de hacer otra cosa, solo hasta que pudo convencerla de empoderarse y ver su verdadero valor como mujer.
Una vez que la chica recibió su primer sueldo, nunca más fue la misma, se desató en el buen sentido.
Vanessa caminó junto a las chicas hasta la parte de atrás del escenario, allí todas esperaban que el telón se abriera para presentar su número de baile.
Sus sonrisas se veían gigantescas, se abrazaron y el telón se abrió, dejándolas ver en fila moviendo las piernas, tan sedosas y brillantes como siempre.
La música era alegre, rumba española y algún que otro ritmo combinado con la cultura de New York y su gusto por mezclar las cosas, empezando por los tragos.
Los hombres gritaban obscenidades y hacían gestos con las manos, mientras que otros se quedaban perplejos por ser su primera vez en un club.
Había en cada baile una chica stripper, quien no dudaba ni un segundo en quedarse sin ropa en el escenario con tal de provocar y atraer clientes.
Siempre funcionaba aquella estrategia, ya que los hombres parecían volverse locos con simples gestos seductores.
Tras el primer número de baile, Vanessa hizo contacto visual con un chico atractivo, y su rostro se le hizo muy conocido.
Era el mismo chico que había estado viendo en la app, por quien había estado babeando.
Sus ojos se abrieron más de la cuenta al ver que él también la reconocía.
Ricardo la saludó con su mano, sonriendo seductor, y Vanessa sintió que sus piernas temblaban, a pesar de que no era ninguna novata en ese campo.
Dio lo mejor de sí en el siguiente baile, haciendo todo tipo de gestos hacia el hombre de ojos mieles que se encontraba en el público.
Aprovechó que la coreografía era seductora, ya que las chicas debían retirar sus vestidos y quedar en una especie de bata muy corta y transparente que dejaba ver su ropa interior.
Allí fue que los hombres presentes empezaron a darles propinas y a gritar por su favorita. Todas ellas tenían fans, y ese era un detalle importante.
Ricardo se acercó en ese momento al escenario y le hizo señas a Vanessa para que se acercara. Una vez que ella lo hizo, colocó un billete de alta denominación en la parte baja de su liguero.
La chica sintió que se desmayaría en cualquier momento, pero debía ser fuerte para mantener su orgullo intacto.
Se levantó del suelo triunfante y con una sonrisa cerraron todas el show.
Tras aquello, Vanessa sabía que debía hablar con Ricardo.
¿Cómo la había encontrado? ¿Fue debido a la app?
Miles de preguntas como esa rondaban su mente como un torbellino.
Se cambió a un vestido similar y salió lo más rápido que le dieron las piernas, pues sentía que ese hombre podía irse y era lo que menos quería.
Lo encontró en la barra, bebiendo un whisky a las rocas, muy despreocupado.
—Eres Ricardo Moncler ¿Cierto?— preguntó ella, queriendo salir de dudas.
—Así es. Y tú debes ser Vanessa Köhler— mencionó él con una mirada intensa, dejando de lado su trago para levantarse de su silla y acercarse a la mujer todo lo posible —Jamás pensé que el trabajo que describes como modelo en tu perfil fuera en este tipo de ambientes. Me sorprendiste—.
Vanessa sintió que la voz profunda de este hombre la iba a volver loca, quería sentirlo en todas partes. Su aroma era exquisito y varonil.
—Estoy llena de sorpresas, soy una mujer libre— dijo ella.
—Entonces ¿Qué esperas para dejarme descubrirlas todas?— murmuró el más alto en el oído de Vanessa.
Ella se sintió desfallecer, pero no se amedrentó ni un segundo.
—Cuando quieras podemos acabar con esta distancia— Vanessa acarició el cuello de este hombre con sus uñas largas.
—¿Vamos al hotel?—.
—¿Hotel?—.
—Así es, te dije que viajo mucho. Vaya sorpresa me has dado, tenía pensado escribirte mañana para vernos—.
—¿Hasta cuándo estarás aquí?— quiso saber la de ojos azules, mirándolo de frente.
—Me quedaré dos semanas— informó el hombre, convencido.
—Entonces no perdamos tiempo— respondió Vanessa, coqueta.
Ambos se dirigieron al hotel en auto privado, debido a que Ricardo tenía chofer.
Llegaron a un hotel cinco estrellas, un lujo que pocas veces los hombres le hacían pasar a la chica.
Vanessa se quedó boquiabierta al ver la suite.
Ricardo no perdió el tiempo y comenzó a besarla apasionadamente, dejando que sus labios fueran los que hablaran.
Vanessa nunca había sido tan fan de las aventuras como en aquel momento.