Cinco: Familia.

1118 Words
Vanessa sentía que el suelo bajo sus pies se desmoronaba. Ella había confiado ciegamente en Ricardo, o quien decía serlo. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su corazón de una decepción gigante. —Buen día, señorita ¿Puedo ayudarla en algo?— quiso saber el médico, tendiéndole la mano. Vanessa lo saludó también con una sonrisa fingida, ya que no podía tener otra expresión por el momento. —¿Sabe usted si hay alguien con su mismo nombre en esta clínica que sea médico?— preguntó ella, teniendo la leve esperanza de que este hombre le diera la solución al gran problema que estaba presentando. —No, señorita, para nada— dijo él, bastante serio. Ella asintió y entonces le enseñó el perfil de la aplicación al hombre. —Me temo que hay alguien haciéndose pasar por usted— comentó ella, frunciendo el ceño. —Vaya, por Dios— comentó el doctor, quien estaba confundido debido a eso —Gracias por decirme, trataré de ocuparme de ello—. —Vale, un placer conocerlo, y disculpe por robarle su tiempo— dijo ella, un tanto apenada con el profesional. Buscó su billetera para ver con cuánto contaba para el taxi y su hospedaje, debía de ser ahorrativa, ahora que parecía haber perdido su viaje. Estaba en una tierra desconocida, con gente desconocida y no tenía idea de dónde podía encontrar a aquel farsante que se estaba haciendo pasar por el Dr. Moncler. Salió de la clínica algo perturbada, y se dio cuenta de que el auto de Jonathan seguía allí. El chico la saludó con la mano. —¿Me puedes llevar a otro lugar?— preguntó Vanessa con una pequeña sonrisa avergonzada. —Claro, solo debe decirme a dónde—. —¿Conoces algún hotel?—. —Bueno, mi abuela tiene una posada cerca de aquí — mencionó el chico, algo entusiasta —Si no le molesta, puedo llevarla, tiene buenos precios—. —Me parece muy bien—. Jonathan llevó a la chica hasta el motel, en donde se hospedó bastante cómoda, sobre todo con el trato. La gente allí era muy cálida, se sentía muy humana, casi como familia. Vanessa sonrió sin poder evitarlo, se había topado con la gente correcta en esa travesía. —¿Quiere algo de tomar, señorita?— preguntó Jonathan después de ayudarla a subir la maleta hacia su habitación, que quedaba en un segundo piso de una casa bastante amplia. —¿Tienes whisky?— preguntó la castaña. —Me temo que no, pero hay guarapita ¿Ha escuchado alguna vez sobre esa bebida?—. —No tengo ni idea de qué es— confesó la chica de origen alemán. —Creo que basta con explicar que sabe a maracuyá— dijo él —Bajemos y así le sirven el trago—. Ella asintió y siguió al chico, luego de dejar sus pertenencias en la habitación, teniendo en sus manos la llave de esta. Al llegar a la planta baja, le hizo caminar hasta una sala de estar muy modesta en la cual se encontraba un bonito bar que daba hacia el jardín trasero, era hermosa la vista. Vanessa se sintió atrapada en un cuento de hadas, ya que aquel lugar por un momento le hizo olvidar el mal rato que había pasado. Cuando llegó a la barra, ya una chica le tenía servido un vaso muy bonito con lo que parecía ser un cóctel. Tomó su primer sorbo y se sorprendió con lo genial que sabía. Nunca en su vida había probado algo como eso. —Esto sabe muy bien— dijo Vanessa. —Eso es solo el principio, no tome demasiado rápido, puede pegarle el trago— dijo el chico, quien se veía conocedor de aquella bebida. Ella le hizo caso, pero sus ganas de ir en contra de la corriente y su sed de venganza hacia Ricardo, la hicieron beberse el vaso entero en menos de quince minutos. —Quiero un shot— exclamó la turista. —¿Está segura?— preguntó Jonathan, algo asustado. Vanessa dijo que sí y le sirvieron un trago de anís, que era el único licor que tenían por el momento. Tres shots después, ella estaba casi hablando en un idioma desconocido por todos allí. Llegó a emborracharse, de manera que Jonathan tuvo que llevarla con cuidado hasta su habitación. —Le dije que no bebiera tan rápido, señorita— la reprendió el mas alto. Ella hizo caso omiso. El chico la dejó en su cama y se fue de allí, esperando que no se sintiera tan mal al levantarse. Pasadas unas cuantas horas, ya el sol estaba a punto de esconderse, así que Vanessa decidió que iría a caminar por allí para pasar su pequeña borrachera, de la que solo quedaba un leve dolor de cabeza. Ella no conocía nada por allí, pero ese no era problema, le preguntó a una de las chicas en dónde podría caminar un rato, a lo que ella respondió que cerca había un parque enorme con muchas áreas verdes y máquinas para hacer ejercicio al aire libre. No hizo falta nada mas para convencerla de ir a visitar ese lugar. Vanessa siguió las indicaciones y en poco menos de cinco minutos llegó al parque, el cual, tenía entrada libre. Sonrió para sí misma y apreció la vista, el aire puro, el clima tan perfecto y el atardecer en su punto más hermoso. Dio algunos pasos por las caminerías marcadas y vio que habían varias personas trotando por ahí, sumado a grupos que hacían yoga, niños divirtiéndose en el césped jugando y mascotas felices corriendo. Era un excelente ambiente, le gustaba desde ese momento estar en esas tierras, no había perdido su viaje en ese aspecto. De repente, por el rabillo del ojo notó algo, o mejor dicho, a alguien. Esta persona iba trotando despreocupada. Era Ricardo, quien se encontraba corriendo libremente más adelante de donde ella se encontraba. Vanessa tragó saliva y entonces sus pies caminaron solos hacia la dirección en la que se encontraba el hombre. No quería ser demasiado indiscreta, ni que la descubriesen al momento, así que se escondió como pudo. Seguiría a este hombre. Luego de hacer ejercicio, él se fue de ahí caminando, sorpresivamente. Ella estaba detrás de cada pisada suya. Pasados diez minutos de caminata, él se adentró en una residencia que se veía exclusiva. Vanessa se coló después como pudo. La escena que vio a continuación la dejó desarmada. Ricardo abrazó y besó a una mujer y luego tres niños de aproximadamente 10 a 13 años lo saludaron alegremente. Lo llamaron papá. ¿Quién era realmente ese hombre? Vanessa lo descubriría.
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